domingo, 22 de marzo de 2009

Y si la muerte se tomara vacaciones… (volviendo a Skrabanek)


No intentes vivir para siempre. No tendrás éxito.
Sírvete de tu salud hasta que se desgaste. Es para lo que sirve.
Dispón de todo lo que poseas antes de morir. Después no te servirá.

George Bernard Shaw

En la penúltima novela de José Saramago (As intermitências da morte), el día de año nuevo en un país sin nombre comienza con la comprobación de que nadie está muriendo. Es de suponer la alarma que esto causaría a las autoridades, en especial las sanitarias: el ministro de salud del país en cuestión debería salir a la palestra para trasladar un mensaje de tranquilidad respecto a la situación; la iglesia, en cambio, posiblemente anduviera algo más preocupada (“sin muerte no hay resurrección, y sin resolución no hay iglesia”). Como de costumbre, determinados sectores productivos se verían amenazados (como los sepultureros o los directores de hospitales), demandando probablemente intervenciones de los gobiernos (a la manera que lo hace la banca en medio mundo en estos momentos) . La forma de la pirámide de población se modificaría drásticamente, con una hipertrofiada cabeza de ancianos en su cúspide, originando una sobrecarga de trabajo para las nuevas generaciones. Y cuando la novedad de la noticia desapareciera, y la gente comprendiera el nuevo escenario, tal vez comenzaran a replantearse la bondad de la nueva situación.
Sesenta años antes de Saramago, Borges ya planteó en uno de sus extraordinarios cuentos ( El inmortal) la angustiosa experiencia teórica de la inmortalidad en la carne de un fatigado Homero, deseoso de acabar de una vez con una vida interminable.
La novela de Saramago es el hilo conductor del artículo de Richard Smith ( Director del Ovation Chronic Disease Initiative) en el BMJ de hace una semana. Al margen de las bondades literarias de Saramago, Smith considera que los médicos pueden aprender mucho de su libro y de recuperar la reflexión sobre el papel central que tiene la muerte en la experiencia humana. Las tendencias, en cambio, parecen ir por otros derroteros: no hay prácticamente noticias en los medios relacionadas con salud que no alienten el papel incansable de la ciencia y la medicina por conquistar más años, en mejores condiciones ( la falaz máxima de dar vida a los años y años a la vida). Los suplementos de salud de los periódicos centran sus noticias en las expectativas (más teóricas que reales) de prolongar la vida tal vez hasta los doscientos años, de mantener nuestra imagen como cuando teníamos veinte... Hablar de la muerte y el morir parece algo de mal gusto.
Es momento de recuperar a Skrabanek, quien establecía la diferencia fundamental entre los objetivos de minimización del sufrimiento o de maximización de la salud. En “La muerte de la medicina con rostro humano”, Skrabanek consideraba que “ el papel de la medicina no es vencer a las enfermedades y a la muerte, sino evitar el sufrimiento, limitar el mal, y allanar el doloroso viaje del hombre hacia la tumba”. En definitiva, la concepción de la salud como adaptación: adaptarse a nacer, crecer, envejecer, enfermar o morir. Lo que Illich llamaba el mecanismo más profundo de la cultura de los pueblos.

2 comentarios:

  1. es curioso, pero a pesar de todo a los sanitarios nos asusta la muerte, y no sólo la nuestra. a pesar de que es el único hecho seguro que se asocia al nacimiento, es un suceso de probabilidad 1. pero cuando tu paciente se vá, tú te sientes incómodo, firmas el certificado y te intentas difuminar rápidamente. consideramos la muerte como el fallo de nuestro trabajo, lo que no tiene mucho sentido. primero por que raramente curamos nosotros en realidad (la gente se cura en la mayoría de los casos a pesar del tratamiento) y por que no salvamos vidas, como mucho posponemos muertes (si de verdad alguien salva vidas serán los bomberos o los vigilantes de la playa). y es que a pesar de hacerlo correctamente durante todo el proceso (sospechar, diagnosticar, derivar, tratar, pronosticar, aliviar, consolar, acompañar y sedar) al final nos queda esa sensación de "haber fallado". pues no. aliviar, consolar, sedar y acompañar en un paso imprescindible, necesario y obligado del trabajo sanitario. y no es un fallo, es un acto más. incluso quedan cosas por hacer, por que nosotros podemos y debemos estar a veces también en el duelo. pero para la sociedad actual los muertos sobran en sus casas y en sus familias, y se usan los hospitales y los tanatorios, en los que les hacemos perder su identidad para intentar anestesiar la pérdida. no tiene sentido que apartemos a la muerte de la vida y cambiemos algo fundamental para el ser humano (y para ser humanos)que funciona desde antes de la época neolítica, que son rituales para canalizar el duelo de una forma lógica e integrada. podemos ver decenas de muertos en series, películas, telediarios e incluso en reality shows, pero nos sobran nuestros propios muertos.
    pues eso, los echamos de casa a pesar del poco ruido que dan y el poco tiempo que estarán.
    salud

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  2. Muchas gracias por tu comentario.Es cierto Fidel que la muerte asusta. A todos y por lo tanto también a los sanitarios. Y como asusta preferimos ignorarla. Impresiona ( porque creo que es real) tu idea de que los muertos sobran. Cada vez es más excepcional la muerte fuera de los espacios creados para ello ( tanatorios, hospitales...). No le damos la importancia que tiene esa fase. El suplemento de Domingo de El País del 15 de marzo de nuevo centraba su tema de análisis en " el elixir de la juventud". La muerte no vende y por lo tanto no existe... salvo si se trata de sucesos

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