miércoles, 16 de septiembre de 2009

La clase de Don Leonardo



They sentenced me to twenty years of boredom

For trying to change the system from within

I'm coming now, I'm coming to reward them

First we take Manhattan, then we take Berlin



First we take Manhattan. Leonard Cohen.




Estuvo en Atarfe. Apenas a dos kilómetros de mi casa. El regalo se debe a la codicia de su amante y manager ocasional según cuentan las malas lenguas. Leonard Cohen es uno de los grandes, posiblemente entre los cinco músicos más influyentes del pasado siglo. Basta con ver la nómina de los participantes en su disco de homenaje más reciente , donde están todas las rutilantes estrellas del momento: desde el oscuro Nick Cave al melifluo Antony (el de los Johnsons) pasando por Beth Orton o la familia Wainwright( Rufus y Martha) no había representante de la última vanguardia que no quisiera ayudar al abuelo, como antes lo habían hecho la anterior generación de vacas sagradas, de Springsteen a Dylan.

Tiene 75 años y mucha vida pasada: ha sido músico, poeta, novelista, admirador apasionado de García Lorca, meditador zen. Y mientras buena parte de sus coetáneos vegetan ante el televisor, él lleva varios meses ofreciendo inmensos conciertos de más de tres horas: "vamos a darles cuanto tenemos", pronunció.Y comenzó la fiesta.
Pero lo que más me llamó la atención no fue la belleza de sus letras, ni la calidad de sus canciones, no por conocido menos sorprendente. Tampoco fue la imponente banda de músicos que le acompañan. Lo que impresionó fue, en cambio, el enorme respeto que transmitía por éstos, por los colaboradores que le siguen día tras día en una gira interminable. Estamos acostumbrados a líderes sobrados, que solventan la papeleta de presentar a sus colaboradores ( si es que los presentan) de cualquier manera. Para don Leonardo las cosas son distintas y tras quitarse el sombrero ( no solo físicamente ) ante el virtuoso guitarrista Xabier Más, reconoce el papel de hilandero que tiene el solista de la steel guitar Bob Metzger, o la importancia de Sharon Robinson, más que vocalista, coautora de algunas canciones. Para cada uno tiene un comentario, una reverencia un agradecimiento. Y por supuesto para sus clientes, los miles de personas en todo el mundo dispuesto a pagar por escucharle, tal vez por última vez en vivo.

En la gestión sanitaria comportamientos semejantes no son frecuentes. El equipo se supone que debe cumplir su trabajo, "va en la nómina". ¿A cuento de qué reconocer lo que es obligatorio?. Lo bien hecho a lo sumo tiene su reflejo en los incentivos, al final de año, frente a la fría planilla de objetivos: 80% de cumplimiento y puerta.

Por desgracia, más a menudo de lo deseable, el jefe es el JEFE, la diva, el "figura". El que se lleva el premio, pero ni se se descubre ante el trabajo ajeno ni lo reconoce en público. Don Leonardo nos hizo ver lo esencial que puede llegar a ser para un músico de su nivel el trabajo asombroso de un tipo que toca el laúd, de una mujer que hace coros, de un individuo que mete la armónica en el momento justo.

Además de un recital de música dio una lección de gestión... Y se fue dando saltos





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