lunes, 13 de septiembre de 2010

La virtud de la improvisación

(Publicado en Diario Médico el 8 de septiembre de 2010).

“Una persona sabia sabe reconocer cuando y como hacer las excepciones a cada regla”
Barry Schwartz.

Tenemos un país que en verano se llena de jazz; afortunadamente, no todo son malas noticias, ni solo existe la Roja en el lado soleado de nuestra carretera, parafraseando a Van Morrison: Getxo, Vitoria, San Sebastián, San Javier, Almuñecar. O Chick Corea, Madelaine Peyroux, Ron Carter, Kenny Garrett… Este año, San Sebastián incluía conciertos sorpresa, convocados en el último momento a través de Facebook o Twitter, en que en cualquier rincón podía encontrarse  a un grupo de músicos en plena jam session. Como es sabido, una de las características distintivas del jazz es la improvisación: hay una partitura, una melodía más o menos reconocible, pero el virtuoso juega con las notas, baila con ellas, inventa nuevos recorridos.
Pero la improvisación parece que solo tiene su sitio en el estrafalario mundo del jazz. En el sistema sanitario, por el contrario, cada vez hay menos sitio para improvisar, término que levanta suspicacias en un mundo dominado por las normas, los protocolos y la sistematización de procedimientos.
De todo ello habla en su última intervención en TED  Barry Schwartz, profesor de psicología en Schwarthmore College (Pennsylvania), y uno de los más interesantes estudiosos sobre toma de decisiones. En su opinión, las principales respuestas a la crisis económica han venido a través de regulaciones (procedimientos) e incentivos. Buena parte de las estrategias de mejora de los sistemas sanitarios vienen también de la mano de estos dos tipos de medidas.
Schwartz analiza los modelos tan ampliamente extendidos de sistematización de lo que debe hacer un profesional, desde las descripciones de puestos de trabajo de una limpiadora de un gran hospital, hasta los modelos de competencias que debe adquirir un niño americano desde la educación infantil, y que implica, como él dice, que “cada maestro debería enseñar las mismas palabras el mismo día de la misma manera”. 
Pero, en su opinión, estos modelos normatizados previenen de desastres, pero al coste de fomentar únicamente la mediocridad. Por supuesto,en ciertas ocasiones los protocolos sirven (pensemos, por ejemplo en una parada cardio-respiratoria). Pero a la vez, los procedimientos nos salvan de tener que pensar. Eso es cómodo. Pero hay muchas ocasiones,  en que hay que saber ignorar obligaciones u objetivos por otros objetivos mucho más importantes. La sabiduría también está en la improvisación: En actuar, en definitiva, como un músico de jazz: tener claro el propósito, pero sabiendo que camino es el más apropiado para cada caso.
Schwartz también cree que hay un riesgo cierto de adicción a los incentivos. Y los incentivos no son solo económicos: también es un incentivo  saber que mi valoración en la organización depende de que cumpla el 90% de mis objetivos; o  el hecho de que mejore mi posición en la carrera profesional si hago determinadas cosas. Pero un efecto aún más preocupante es el peligro de los incentivos de “des-moralizar la actividad profesional”.
En un trabajo reciente de Lester et al en el BMJ , se analizaba el impacto de retirar incentivos ligados a la consecución de determinados indicadores clínicos, en la famosa Kaiser Permanente: al dejar de pagar por ello, los indicadores empeoran. Es decir, los incentivos pueden hacer que dejemos de hacer lo correcto, cuando desaparecen.
Dice Schwartz que Virtud se considera una palabra anticuada, especialmente en un mundo tan tecnificado como el actual. Para él la Virtud (como para el virtuoso del jazz) viene de la recuperación de la sabiduría. De querer hacer lo correcto. Las personas quieren hacerlo, pero necesitan organizaciones que lo faciliten: que permitan  improvisar, probar cosas nuevas, equivocarse y aprender de los errores.
Y para ello es imprescindible la confianza, tal vez el único valor que puede funcionar en la administración, en el que el margen de maniobra sigue siendo muy amplio, como explica magníficamente Alberto Ortiz de Zárate, un administrador público que predica con el ejemplo.
Jeff Jarvis en su ¿Y Google como lo haría? Señala que la confianza es inversamente proporcional al control en una organización. Uno no tiene más que ver el peso que le da al control Chick Corea a la hora de preparar sus extraordinarios conciertos para comprobar la importancia de la confianza.





Foto: The Fredom Band.

8 comentarios:

  1. El mundo de las Organizaciones lo están tomando los ingenieros, bien sean de organización o informáticos, y los seres humanos no somos máquinas, algunos les gusta la idea de que somos como ordenadores biológicos, pero es una gran mentira, lo siento pero "sentimos" y tenemos emociones, ni se puede ni se debe organizar seres humanos como sistemas informáticos conectados, esto, simplemente no funciona así.

    El Jazz es una de las músicas más difíciles de tocar y aprende, hay mucho de improvisación. No conozco a nadie que le guste de verdad la Música y no adore el Jazz.

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  2. Muchas gracias de nuevo Juana.
    Es cierto que el paradigma organizativo dominante es la máquina , y todo lo que se asemeje a ella es aparentememnte bueno ( Xavi es el motor del Barca, el equipo funcionó como una "máquina",...). Va siendo hora de cambiar de modelos.
    Para el jazz no hay palabras. Y cuando ves a alguno de los grandes no entiendes como se puede hacer algo así. Abrazos

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  3. Reflexión: En una sesión clínica, un compañero me dijo una vez: Los protocolos están para saltárselos. Se me encendió una luz roja al oír el argumento con el que se intentaba llevar el gato al agua y pensé: Tú, no, sólo por eso. Con los años descubrí que para él era siempre la excepción.

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  4. Genial entrada, creo que reafirma mi gusto por la improvisación en el jazz.

    Saludos!

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  5. Muchas gracias a los dos por los comentarios.Saludos¡

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  6. ¡Magnífico post e impresionante la conferencia TED!
    Las sociedades posmodernas y postindustriales viven en una tremenda paradoja. Por una parte hacen gala de un militante agnosticismo y cientifismo, pensando (¡creyendo!) que la organización social funciona sólo por los principios de la racionalidad tecnológica. Todo lo que huele a "soft": valores, creencias, sentimientos es por lo visto prescindible. Pero por otra parte la realidad dice tozudamente que todo este mundo en el que vivimos se mueve sólo gracias a una cosa bien simple y poco científica: la "fe" o, si se prefiere, la confianza. Nuestro mundo sobrevive sólo porque apostamos por creer que, en general las cosas funcionaran cada nueva mañana porque los demás habrán hecho lo que esperamos que hagan. Abro el tetrabrik de leche para tomar mi desayuno confiando, creyendo, que la empresa hizo lo que tenía que hacer: el producto es bueno, ha pasado los controles adecuados, etc. Me subo en el avión pensando lo mismo, pago con mi tarjeta de crédito, etc,etc. Y así sucesivamente. La crisis económica es, básicamente, una crisis de confianza; la crisis política también: nuestros políticos no tienen credibilidad, hemos perdido la confianza en ellos.
    Por tanto, no estaría mal que, a la hora de planificar y pensar en la racionalización de nuestras organizaciones, tuvieramos en cuenta este principio básico, que es la verdadera palanca del "agnóstico" mundo moderno. ¿No debería ser la tarea principal de un gestor la de pensar continuamente en la manera de incrementar el capital confianza hacia dentro y hacia fuera de su organización? Esto es lo que llamamos virtud, el carácter que se adquiere cuando se trabaja sistemáticamente en clave de confianza.
    ¡¡Gracias Sergio!!
    Pablo Simón. EASP

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  8. Muchas gracias Pablo.
    Desde luego tu comentario ilustra muchoi mejor la crisis de confianza en la que estamos inmersos de lo que pueda explicar yo.
    Pero paradójicamente, cuando por fin ese aspecto "soft" que tan bien comentas empieza a estar presente en los debates, el nivel de control por la falta de confianza es cada vez mayor. Paradojas.
    Un abrazo

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