martes, 10 de enero de 2012

Manual de estilo para destrozar estados de bienestar

“ Los que están en contra del estado de bienestar nunca desaprovechan una buena crisis”
Naomi Klein. The shock doctrine: the rise of disaster capitalism. 2008.
 
1º.- Crea un grupo fácilmente identificable de "pobres", indignos de merecer subsidios. Para ello nada mejor que disponer de prensa sensacionalista y populista , que alimente cada día la idea de que los que se hallan en esa situación no lo deben a su falta de oportunidades o desigualdad social, sino más bien a su indomable tendencia a la pereza o a perder el tiempo alternando en el bar.
2º.- Establece un sistema en el que los que no son pobres vean poco beneficio personal en pagar impuestos; es decir, deteriora los servicios públicos ( educación, sanidad, servicios sociales) hasta el punto en que un contribuyente no encuentre ningún retorno en el dinero que aporta solidariamente al estado. Erosionando progresivamente los beneficios universales de los servicios públicos  se puede ir excluyendo progresivamente a las clases medias del estado de bienestar, atraídos por servicios “ a la carta” en los que, por menos del dinero que aportan al estado vía impuestos, no tendrán que esperar y recibirán la misma atención sanitaria que un hombre tan saludable como Iker Casillas.
De esta forma los centros públicos volverán a ser lo que nunca debieron dejar de ser: centros de beneficencia para pobres. Como en Estados Unidos, centro de innovación permanente en materia sanitaria.
3º.- Erosiona en todo lo posible el poder de los sindicatos, extendiendo la idea de que solamente defienden sus propios intereses o, en su defecto, los de los pobres indignos de recibir nada a cambio, del principio nº 1.
4º.- Aplica a rajatabla la política del gran estadista Ronald Reagan de hacer todo lo anterior de forma insidiosa, poniendo en marcha políticas cuyas implicaciones no sean excesivamente claras y cuyos efectos solo sean evidentes ( y a ser posible irreversibles) en el futuro.
Todas estas estrategias pueden percibirse con nitidez en la política conservadora  de David Cameron en el Reino Unido, según describen en un clarividente artículo en el BMJ ( the assault on universalism: how to destroy the welfare state) de los profesores Martin McKee ( London School of Hygiene and Tropical Medicine)y David Stuckler ( Universidad de Cambridge).
Estrategias que, como muy bien señalan en su trabajo, pueden considerarse muestras de una tendencia bastante generalizada en los países occidentales de “ asalto al estado de bienestar”, que busca su inspiración en un modelo social ( el americano) en el que la pobreza no es consecuencia nunca del infortunio, sino de la pereza.
Las cuatro estrategias (como se puede comprobar en los links) son también cada vez más visibles en nuestro país. Como señalan Mckee y Stuckler la degradación del estado de bienestar perjudica obviamente a los pobres, pero sobre todo a las clases medias. Porque los maravillosos servicios privados que se ofrecen por los altavoces ( avances genéticos, medicina individualizada y a la carta) son demasiado caros como para que puedan permitírselos. Los únicos beneficiarios serán los muy ricos “ que no tendrán que pagar por servicios que no usarán en ningún caso
Es evidente, como comentaba Richard Titmuss, que “un servicio para pobres, inevitablemente degenera en un pobre servicio”, por lo que en principio la mayoría de sociedad británica no debería permitir que su sistema de protección social, durante casi un siglo joya de la corona, sea desmantelado. Pero como concluyen en su artículo, "la experiencia de Estados Unidos demuestra qué fácilmente es persuadir a la gente de que vote en contra de sus propios intereses económicos." Algo de lo que tampoco nos libramos nosotros.
(Viñeta de El Roto en el Pais del 7 de enero de 2011)

5 comentarios:

  1. El libro de Naomi Klein es un análisis lúcido de la historia reciente y, lamentablemente, también parece describir el presente.
    En este post se refleja muy bien algo que me evoca la aceptación hinduista de castas: si alguien es pobre algo malo habrá hecho en su vida pasada; que mejore su karma. Pero en nuestro mundo occidental, la idea que pretende hacerse calar es que la culpa no es previa, sino de esta vida, de la única; si a alguien le echan del trabajo o de su casa o si no tiene recursos para comer es porque su vida presente ha sido el resultado de un mal enfoque sólo a él atribuible, por corto mental, por contrahecho o sencillamente por no ser optimista (ya nos dicen muchos predicadores científicos la fuerza que eso tiene, supongo que para ellos, respaldados económicamente).
    En este blog se se ha criticado con acierto en otros posts la estupidez de simplificar algo tan trágico como lo que está sucediendo en función de carencias de optimismo o torpezas en "saber venderse".
    Nunca en nuestra democracia asistimos a tal incremento de ventas de coches y otros artículos de lujo paralelamente al de gente que se queda tirada literalmente en la calle, muriendo a veces en ella.
    Que se hable de una "sanidad básica" es un insulto a la inteligencia cuando existe un término más realista para lo que parece pretenderse: beneficencia.
    Aprovecho este comentario para felicitarte, Sergio, por el nuevo formato de tu blog.

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  2. Mi opinión es que el análisis es muy acertado para la sociedad británica (lo sé por experiencia) y probablemente para la norteamericana, pero no lo es para la española. El marco jurídico laboral y sobre todo la concepción social arraigada en todas las instituciones sobre el papel del estado y del individuo son radicalmente diferentes entre la visión anglosajona y la española. Estas diferencias hacen que instituciones como los sindicatos o conceptos aparentemente tan claros como “subsidio”, “pobre” o “impuesto justo” difieren mucho entre las dos sociedades. La sociedad española (mayoritariamente) no se cuestiona que un pobre reciba servicios básicos sociosanitarios, independientemente de su origen. Si creemos que aquí tenemos prejuicios contra los inmigrantes es que no conocemos lo que pasa en países como EEUU (o Suecia, por cierto). En cuanto a los impuestos, las reticencias habituales que tenemos los españoles a pagarlos no van en general por su mayor o menor retorno en términos de servicios públicos, sino más bien por el despilfarro objetivo del presupuesto público en la mayoría de administraciones o instituciones supuestamente de servicio público. Y el papel de los sindicatos es radicalmente diferente en las sociedades anglosajonas y en España. Precisamente porque el marco laboral y la cultura de protección social son radicalmente diferentes. Mi conclusión después de varios años de trabajo en empresas de servicios con plantillas muy grandes es que el poder de los sindicatos en nuestro país está sobredimensionado.

    Sí creo que el estado del bienestar español está en peligro y sí creo que eso es muy negativo y no sólo para los más desfavorecidos sino para toda nuestra sociedad. Pero en nuestro caso quien lo puede destruir es una política que está en el extremo opuesto de la que critica el artículo del BMJ. Una política expansivamente ciega, ineficiente en el gasto público, que está haciendo insostenible sus pilares fundamentales cuando los ingresos públicos no crecen en la misma medida que los gastos como ocurre en este momento.

    Creo que comparar el welfare state anglosajón y sus amenazas y nuestro estado del bienestar y las suyas no es realista. Los avances que hemos conseguido nosotros no son coyunturales, son estructurales. Si cayera el nuestro (y no es descartable) es porque desaparecería toda la sociedad tal y como la conocemos. Y en ese momento el estado del bienestar desgraciadamente no sería el mayor de nuestros problemas.

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  3. Muchas gracias una vez más Javier. Humildemente creo que es preocupante la tendencia cada vez más importante a " culpar a la víctima" de su infortunio. Por supuesto todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en ciertas situaciones ( el inversor que pierde su dinero por comprar acciones que días después se desvalorizan). Pero la mayor parte de la gente no tiene acciones y en buena parte de las contingencias que le suceden tiene una limitada capacidad de intervención.
    Los estados de bienestar ( otro aspecto que comenta McKee) surgieron para permitir a sus ciudadanos un cierto nivel de seguridad ante contingencias en que todo pudiera derrumbarse alrededor. No es lo mismo quedarte sin trabajo sabiendo que al menos tus necesidades de salud y la atención de tus enfermedades está en cierta parte cubierta a que tengas que afrontar la búsqueda de un nuevo trabajo a la vez que aforntar una enfermedad grave en algún miembro de la familia.
    Totalmente de acuerdo con el término sanidad básica. en los países en desarrollo que intentan a duras penas construir un sistema sanitario un poco menos inequitativo establecen como primer paso una "canasta básica" de servicios. En ocasiones parece que desandamos el camino que tanto nos costó recorrer
    Un saludo muy cordial y que tengas un buen año

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  4. Muchas gracias Guillermo. Es una suerte leer tus comentarios aunque en ocasiones reflejen discrepancias. Una vez más creo que la realidad no es ni blanca ni negra, y comentarios como el tuyo o el de Javier ayudan mucho a apreciar los matices.
    Estoy de acuerdo contigo en que la comparación de sistemas, y mucho menos de sociedades, es una tarea casi imposible: el contexto es el contexto ( he intentado muchas veces insistir en ello), y en ese sentido España no es ni será nunca como el Reino Unido, o aún menos como los Estados Unidos. No vivimos una guerra mundial ( que determinó en gran medida los sistemas sanitarios que ambos tienen actualmente), y en cambio ellos no tuvieron en el último siglo una guerra civil y una dictadura como la que tuvimos nosotros.
    Pero si que creo que hay determinadas reflexiones en otros contextos que pueden servir para el nuestro. Precisamente eso es lo que más me interesó del trabajo de Mckee y Stuckler.Parten del caso británico, pero su análisis trata en líneas generales de la tendencia cada vez más dominante de " asalto" a los sistemas de bienestar en países occidentales cuyas consecuencias en materia de salud comienzan ya a apreciarse ( ver al respecto el trabajo también de Mckee sobre la crisis en Grecia que publicó en Lancet).
    Y mucho me temo que las cuatro estrategias de erosión que comentan Mckee y Stuckler son cada vez más apreciables aquí, al menos yo las veo ( asumiendo que corro el riesgo de volverme paranoico): el menosprecio del español como vago, si no "pig" ( no digamos nada del andaluz), la pérdida de calidad en prestaciones públicas ( muy evidente en educación para fortalecer la desviación de alumnos a entidades educativas privadas en comunidades como Madrid), y el cuestionamiento mediático cada vez mayor del derecho a la existencia de los sindicatos ( como ejemplo que solo sirve de tal, anoche escuchando un programa de Onda Cero me di cuenta hasta donde está llegando el nivel de desprecio al que se ha llegado respecto a la existencia de los sindicatos).Creo humildemente que no son sospechas infundadas.
    Volviendo a nuestro contexto, es posible que las reticencias de los españoles a no pagar más impuestos no esté muy directamente relacionado con la calidad de los servicios que recibe, pero tampoco creo que se deba a la percepción de despilfarro y corrupción en lo público. Porque el problema del despilfarro y la corrupción no es algo restringido a políticos y funcionarios sino a la propia cultura social española. Cuando políticos con sospechas fundadas o condenas firmes de corrupción revalidan mayorías absolutas, cuando todos aceptamos no pagar el IVA para ahorrarnos unos euros o cuando descargamos ilegalmente de forma masiva productos audiovisuales aportamos nuestro pequeño granito de arena a ese clima general de corrupción social.
    No conozco los sindicatos americanos ni británicos. Los de aqui creo que sí, y en su momento los padecí cuando trabajé en gestión.En cierta manera, de aquellos polvos de negativa irracional a cualquier cambio, de defensa numantina de privilegios y "manzanas podridas" por el hecho de ser de " mi" sindicato , vienen estos lodos.
    Pero no entiendo discutir la legitimidad de los sindicatos por el escaso nivel de apoyo que tienen y en cambio hacerlo de los partidos políticos. De la misma forma que un estado sin partidos ya sabemos lo que es , un estado sin sindicatos ya sabemos donde lleva.También lo comenta Mckee Es necesario también un contrapoder en el otro lado de la balanza.Y aún no ha surgido evolutivamente el sustituto social de los sindicatos. El problema es que ese contrapeso cada vez es menor. Escuchar ayer al presidente de la CEOE , frotándose las manos ante la falta de acuerdo es muestra de ello: sabe que la falta de acuerdo es la victoria abrumadora de sus posiciones.
    Muchas gracias de nuevo

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