domingo, 27 de mayo de 2012

Chin(g) y Chan(-)

En su Historia Universal de la infamia, Borges cuenta las fascinantes peripecias de la aguerrida viuda de Ching, afamada pirata del Mar Amarillo, en el convulso  final del siglo XVIII. Así la describe el maestro: “Era una mujer sarmentosa, de ojos dormidos y sonrisa cariada. El pelo renegrido y aceitado tenía más resplandor que los ojos”.
La viuda Ching asumió el almirantazgo de un recio consorcio  dedicado a la piratería a la muerte de su esposo, que no superó nunca aquel plato de orugas envenenadas cocidas con arroz. Durante trece años Ching (la del pelo negro) mantuvo una productiva trayectoria sustentada en un reglamento de “inapelable severidad” y una sistemática campaña de saqueos a lo largo del Si-Kiang. Ching consiguió derrotar a la primera expedición de castigo de la Armada Imperial china enviada en su busca. Pero la segunda era invencible. Cuenta Borges: “la viuda leyó la lenta y confusa fábula de un dragón, que siempre había protegido a una zorra, a pesar de sus largas ingratitudes y constantes delitos”. La viuda Ching se rindió a la armada imperial. La zorra pidió perdón al dragón. Lo obtuvo. La viuda pasó a ser llamada Brillo de la Verdadera Instrucción, y dedicó su lenta vejez al contrabando de opio.
A diferencia de la viuda Ching, a la Dra. Chan no se le conoce afortunadamente viudedad alguna. Licenciada en medicina por la universidad de Western Ontario, su carrera profesional estuvo ligada a la ciudad de Hong Kong hasta incorporarse en 2003 a la OMS como Directora del Departamento de Protección del medio humano. Tres años después fue elegida Directora General de la OMS, cargo que renovó esta semana por un periodo de cuatro años. Si la viuda Ching desarrolló sus aventuras a lo largo de trece fructíferos años, la Sra. Chan hará lo propio en dos menos: en 2017 habrá estado once años al frente de la más alta institución sanitaria mundial.
Su mandato ha tenido muchas más sombras que luces. Como la decisión de la OMS de alertar sobre los posibles riesgos carcinogénicos del uso de móviles (no demostrado). O, especialmente, su inefable gestión de la supuesta pandemia de la gripe H1N1, de mínimas repercusiones para la salud global, pero sustanciosas repercusiones para el negocio farmacéutico mundial. Gracias a ella, JP Morgan estimó entre 7.000 y 10.000 millones de dólares el probable beneficio obtenido por las compañías productoras de vacunas y antivirales. Entre ellas GlaxoSmithKline, Roche, Baxter o Sanofi-Pasteur, financiadores a su vez del ESWI ( European Scientific Group on Influenza) liderado por el conocido Dr. Flu (Albert Osterhaus), principal grupo asesor de la Dra. Chan en la toma de decisiones sobre aquella benigna pandemia. A pesar de las reiteradas peticiones del editor del BMJ Tony Delamothe, solo cuando la supuesta pandemia  hubo finalizado tuvo a bien la organización que dirigía la Sra. Chan dar a conocer las vinculaciones con la industria de los miembros del comité de emergencia que declaró la pandemia. Eran múltiples.
Francia adquirió 94 millones de dosis de vacuna, Alemania 50, Italia 48, Holanda 34, Reino Unido 11. España 13. Buena parte de ellas acabaron “donándose” a países de los llamados en desarrollo o destruyéndose directamente. Dinero (público, por supuesto) despilfarrado. Los responsables políticos de los distintos países se escudaron en que seguían las directrices de la OMS. Una forma cómoda de eludir responsabilidades.
James Love director del Knowledge Ecology International, organización que promueve la mejora en el acceso a medicinas en todo el mundo, declaraba: “bajo el mandato de Margaret Chan, más que con otros líderes, la OMS se ha visto a sí misma como un socio más de los grandes gigante farmacéuticos”.
Zygmunt Bauman en su último libro reproduce las afirmaciones de Simon Jenkins en The Guardian: “ la falsa alarma de la enfermedad globalizada ha pasado a ser una parte tan importante del complejo mediático-industrial, que nadie en su sano juicio puede distinguir una amenaza real del mero intercambio de favores políticos”. Él consideraba que “cuando pase el miedo actual y se salden las cuentas, habrá una investigación sobre este fiasco”.
Pues bien, se han saldado las cuentas. Y a pesar de las autorizadas voces que pidieron en su momento la dimisión de Chan, no solo no lo hizo, sino que ha sido reelegida el pasado día 24.
Como  la viuda Ching, la Dra. Chan también obtuvo su perdón. Solo los elegidos por los dioses carecen de responsabilidades sobre sus actos.

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