viernes, 31 de agosto de 2012

La última merienda de la Liebre de Marzo

Habían puesto la mesa debajo de un árbol, delante de la casa, y la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té. Sentado entre ellos había un Lirón, que dormía profundamente, y los otros dos lo utilizaban de almohada, apoyando los codos sobre él, y hablando por encima de su cabeza. “Muy incómodo para el Lirón”, pensó Alicia. “Pero como está dormido supongo que no le importa”. La mesa era muy grande, pero los tres se apretujaban muy juntos en uno de los extremos.
-No hay sitio- se pusieron a gritar cuando vieron que se acercaba Alicia.
- ¡Hay un montón de sitio¡- protestó Alicia indignada.
-Toma un poco de vino- le animó la Liebre de Marzo
-No veo ni rastro de vino-observó Alicia.
-Claro, no lo hay, dijo la Liebre
- En tal caso no es muy correcto por su parte andar ofreciéndolo- dijo Alicia enfadada.
- Tampoco es muy correcto  por tu parte sentarte con nosotros sin haber sido invitada- respondió la Liebre de Marzo.

Una merienda de locos.- Alicia en el País de las Maravillas. Lewis Carroll.

Iba yo a comprar un boleardo cuando me di cuenta de que no llevaba dinero. El boleardo es un bollo gallego típico de la región del Miñor, como un roscón pero con más mantequilla y sin trozos de fruta escarchada de esos que casi nadie come. Venía de dar un paseo matutino por Monteferro, comprobando el estricto cumplimiento que se hace en este país de la ley de costas y admirando las maravillosos ejemplos del estilo arquitectónico narco-galaico (del tipo de las construcciones del Exin Castillo, pero con más almenas). Como llevo más de tres años comprando en verano todo tipo de panes, bollos, y magdalenas en esa panadería, esperaba que la pastelera me fiara, hasta volver con el monedero. Pero cuando le dije que no llevaba dinero en ese momento me contestó de forma algo extraña:
-    nadie se va a quedar sin boleardo en esta panadería; solamente deberá pagar por su importe correspondiente.
Imaginé que no me había entendido bien, por lo que volví a plantear mi problema. Pero la respuesta seguía siendo igual de oscura:
-    Nadie se quedará sin boleardo; pero aquellos que lo pidan serán facturados por ello, repetía sin cesar la amable panadera.

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Tal vez afectado por una cierta insolación, se me iban difuminando los rasgos de la panadera, percibiendo solo su sonrisa, a la manera del gato de Cheshire; y lentamente  iban apareciendo a su alrededor los bronceados rasgos de Ana Mato en  su última merienda , perdón reunión, con los consejeros de algunas comunidades:
-  “ Nadie va a quedar desatendido. La asistencia sanitaria se seguirá prestando en el Sistema Nacional de Salud para todo el que la necesite, pero el que no sea titular del derecho, es decir, el que no tenga tarjeta sanitaria, deberá abonar dicha asistencia”.
La sonrisa de la pastelera con los rasgos de Ana Mato, explicaba el por qué de su paradójica instrucción: ““los servicios de salud de las comunidades autónomas establecerán sus procedimientos de forma que se preste asistencia sanitaria a los que la necesiten sin que por ello se genere ningún derecho, que pueda dar lugar a ciertos abusos ni que ponga en riesgo la sostenibilidad del sistema”. Aunque no acababa de entender muy bien sus palabras ni las de la pastelera del boleardo ( ¿por qué sencillamente no me decían que no me atenderían hasta que fuera con la pasta?), empecé a darme cuenta de que  lo hacían por mi bien. Lo dice bien claro el candidato a vicepresidente del partido republicano para los próximas elecciones americanas, Paul Ryan, persona a quien Doña Ana seguro que admira: “no queremos convertir la red de seguridad en una hamaca que sume a personas sanas en una vida de dependencia y complacencia que los prive de su voluntad y de su iniciativa para aprovechar al máximo sus vidas”. Dependencia y complacencia en la que han estado holgando los ciudadanos británicos desde la Segunda Guerra Mundial, pero que supone un grave hándicap  para que el tipo que llega en la patera aproveche al máximo su vida.
Poco a poco los rasgos de la panadera transmutada en la Ministra Mato, empezaron a confundirse ante mi vista con los de la Liebre de Marzo y su obsesión con que no hay sitio en la inmensa mesa en la que tomaba el té con el Sombrero y el Lirón. En un país que despilfarra en casi todo, parece que no hay sitio en la mesa para los emigrantes irregulares que sirven el té, y cuya exclusión nos ahorrará la increíble cantidad de 500 millones de euros según estimaciones del Sombrerero, perdón, el Señor de Guindos.
Mientras la Liebre y el Sombrerero discutían, me pareció ver al Lirón transfigurarse en el presidente Rajoy, pero como se quedó inmediatamente dormido no puedo precisar si era el señor Rajoy o el señor Lirón.
Me fui de la panadería sin boleardo, pero entendiendo perfectamente a la Sra. Mato. Cuando llegué a casa y me preguntaron por el bollo respondí: en realidad no me he quedado sin boleardo, pero asombrosamente éste ha desaparecido.
Decididamente he de volver de vacaciones ya, porque no distingo el mundo real del imaginario.
(Ilustración: John Tenniel, Alice in Wonderland)

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