domingo, 6 de enero de 2013

Aprender del pasado


"We think we have learned enough from the past to know that many of the old answers don’t work, and that may be true. But what the past can truly help us understand is the perennial complexity of the questions”
Reappraisals. Tony Judt

El pasado no interesa.  Convencidos de que nuestro momento es único, de que los retos que afrontamos no tienen precedentes, volver la vista atrás parece una tarea superflua. No es de extrañar que las humanidades, y en especial la historia, sean relegadas al trastero social, entretenimiento residual de tarados que no tienen otra actividad  más productiva a la que atender.
Hace solamente un siglo, en 1913, el mundo se preparaba también para otro cambio “radical” ( Virginia Woolf sostenía que alrededor de diciembre de  1910 el carácter humano cambió). Trajo consigo dos guerras mundiales y varias revoluciones. En su último libro, el imprescindible Reappraisals (Repensar el siglo XX,) Tony Judt define con lucidez las dos características básicas del siglo XX,: la primera es la la guerra; la segunda, el auge primero, y la caída después, del estado  a manos de  las corporaciones multinacionales, las instituciones transnacionales  y el movimiento acelerado de personas , bienes y dinero, fuera de cualquier control. Las dos están íntimamente relacionadas: el largo periodo de paz tras la última guerra mundial fue en buena parte fruto del reforzamiento del estado y su función social. Pero de ser  un “estado providencia”, fuente de bienestar social, ha pasado a considerarse una fuente de ineficiencia e intrusión social, un ente desaliñado que debe ser reducido a su mínima expresión.
Una de las ideas más habituales  que uno encuentra cuando uno habla con colegas americanos es la consideración  que se tiene allí de que nuestro sistema sanitario es un sistema “socialistas”.Cuando les respondes preguntando si creen que el sistema británico es socialista quedan confusos. 
Porque no hay que olvidar que las instituciones nucleares del estado de bienestar fueron en buena medida creadas y mantenidas por gobiernos demócrata-cristianos en Europa. El NHS británico  fue diseñado por Beveridge ( un liberal) y aprobado en plena guerra por el gobierno de Churchill ( un conservador). El estado de bienestar  fue de hecho un consenso entre partidos, implantado en muchas ocasiones por partidos liberales o conservadores para los que la provisión de servicios médicos universales, las pensiones, los seguros de desempleo y enfermedad, la educación gratuita o  los subsidios al transporte publico representaban, no el primer paso del socialismo del siglo XX sino la culminación del liberalismo reformista del XIX.  No les animaba ninguna intención filantrópica, sino que la clave de la llamada Cuestión social en aquellos años era , según Judt   cómo podía ser evitada la agitación social en una sociedad construida sobre los beneficios que proceden de la rentable explotación de una populosa clase mal pagada y existencialmente descontenta”.
El “estado de bienestar” no se concibió por tanto, como un instrumento de la revolución igualitaria, sino como una medida profiláctica por parte del estado, una barrera para evitar la vuelta precisamente a un pasado de depresión económica, desigualdad social y violencia.
La idea actualmente dominante de que el estado no es más que un impedimento para el crecimiento demuestra la cortedad de miras de nuestra época. De nuevo Judt :“Democracias en las que no existen alternativas reales, donde la economía política es todo lo que importa- y donde ésta está condicionada en gran medida por actores que no son políticos (bancos centrales, , agencias internacionales , multinacionales) se ven abocadas a dejar de funcionar como tales democracias o acomodarse una vez más a la política de frustración y resentimiento popular”.
En el siglo XX descubrimos que la provisión colectiva de servicios sociales y ciertas restricciones a la desigualdad de ingresos y riqueza son variables económicas importantes en si mismas, que permiten construir  cohesión y paz social, indispensables para una prosperidad sostenida.
Pero,como dice Judt,  los avances en protección social son siempre vulnerables y políticamente contingentes. No hay ninguna ley histórica que diga que no pueden ser destrozadas cualquier día, al igual que la libertad política .  
En 2013 nos jugaremos mucho de lo que costó un siglo conseguir.

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