sábado, 16 de marzo de 2013

Ganar la posición


La debilidad del poder profesional en la sociedad española es congruente con el modelo institucional predominante, de carácter extractivo ( según la taxonomía de Acemoglu y Robinson ) tanto en las instituciones políticas como económicas. Son extractivas las naciones que extraen rentas y riqueza de determinados sectores sociales para beneficiar a un sector distinto, generalmente reducido y estrechamente ligado a los agentes dominantes. A diferencia de las extractivas , las sociedades inclusivas se basan en la existencia de límites al ejercicio del poder , junto a una distribución pluralista del mismo. En países con instituciones extractivas, ningún partido tiene interés en modificar un status quo que tanto les beneficia, por lo que serán recelosos siempre de cualquier ampliación en el reparto del poder a otros grupos o sectores. No hay más que ver la actitud de recelo y desdén que se produjo por parte de los partidos españoles con motivo del 15 M.
Guiados por ese afán de mantener la situación a toda costa, no es extraño el continuo desplome de la confianza de la sociedad en los partidos políticos y sus máximos responsables, que en ningún caso alcanzan un simple aprobado en su  valoración por parte de los ciudadanos. Para cualquiera que no pertenezca a esas élites políticas resulta asombroso que sigan sin darse por aludidos, entretenidos en el juego de “ y tu más”, convencidos de que podrán seguir disfrutando de las rentas hasta el fin de los tiempos.
En el sector sanitario se suceden gobiernos que apenas dan juego a los que se encuentran fuera de su círculo de influencia y  control, salvo cuando es conveniente hacerse alguna foto oficial que apoye sus intervenciones. No es extraño que cunda el pesimismo en las organizaciones sanitarias , cuando la única posibilidad de cambio viene determinada por la alternancia entre partidos con parejos comportamientos extractivos. Pesimismo que se acrecienta al analizar  los retos a los que se enfrentan hoy los sistemas sanitarios , cada vez más condicionados  desde fuera del propio sistema ( entidades económicas internacionales, acuerdos internacionales de comercio, ministerios de hacienda, grandes corporaciones tecnológicas, bigpharma…).
No es casual que en entornos de tal complejidad España sea uno  de los países entre los que menos cuenta el sector profesional en el proceso de toma de decisiones. Por supuesto, no se trata negar al poder político su legitimidad, ni sustituirlo por tecnocracias que no llevan a ningún lado. Pero si de permitir que las decisiones en materia sanitaria no sean pasto exclusivo de los partidos con responsabilidades de gobierno, que cambian sus cromos en función de otro tipo de intereses. Sin abrir la política sanitaria a todos los sectores con participación directa en el mismo ( en el que pacientes y profesionales juegan un papel esencial) persistirán los actuales problemas de corrupción, nepotismo, incompetencia y, sobre todo, falta de confianza en las medidas tomadas.
Se llevan años reclamando a cada partido gobernante medidas de transparencia, rendición de cuentas, comparabilidad de resultados , participación. Es insultante que siga sin existir un sistema de información fiable y transparente que permita conocer aspectos esenciales del desempeño sanitario. Esperar que sean las administraciones y los partidos los que tengan algún día a bien otorgarnos tales caprichos, es de una absoluta ingenuidad. Necesitamos organizaciones profesionales fuertes, independientes y, sobre todo, críticas, con el poder político. Que pongan el compromiso ético con los pacientes por delante de los objetivos de las organizaciones sanitarias ( que pueden ser loables en algunos casos, pero más que perversas en otros, como se está viendo en Madrid). En ese sentido, tomas de posición como la que realizó la semFYC el año pasado, no solamente manifestando su oposición sino ejerciendo la objeción de conciencia a una norma que vulnera tan claramente los derechos de los pacientes, es un buen ejemplo de cual debería ser el camino a seguir.
Una de las alternativas para intentar modificar los comportamiento extractivos históricos de este país,  debería ser ( como señalan Acemoglu y Robinson) la de repartir el poder político en la sociedad, lo que exigiría un proceso de cesión de poder por parte de las élites políticas dominantes. Es evidente que no será fácil lograrlo: los gobiernos están acostumbrados a imponer, no a negociar. Tampoco era fácil para Ricky Rubio capturar 13 rebotes frente a San Antonio. Pero supo "ganar la posición" a adversarios más altos que él. De ese se trata. De ganar la posición.

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