sábado, 18 de enero de 2014

La ruptura del contrato social ( (1ª parte)

“Transformando a los hombres en mercancías y dinero, este perverso mecanismo económico ha dado vida a un monstruo, sin patria y sin piedad, que acabará también negando a las futuras generaciones toda forma de esperanza”
La utilidad de lo inútil. Nuccio Ordine. 2013

José Manuel Durao Barroso, Presidente de la Comisión Europea , recibió el jueves en Yuste el Premio Carlos V , en una ceremonia en la que participaron el Presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, y Felipe de Borbón. Éste último elogió “ la brillantez y justicia” del discurso de Rajoy , en otra vibrante intervención que le había sido escrita por el propio gobierno de Rajoy. Pasado el momento de los abrazos y los canapés, y a pesar de las distinciones, Durao exhortó al presidente español sobre la obligación de “evitar el triunfalismo y seguir haciendo reformas, sobre todo en materia laboral”. Como se ve, la capacidad española de condecorar a personajes siniestros no tiene  limite.
Muy pronto tendremos elecciones al Parlamento Europeo, institución que elige al Presidente de la Comisión Europea, y que se dice representa  los intereses de los ciudadanos europeos. Pero cabe preguntarse si eso realmente es así. Linda Kaucher lleva más de una década estudiando la agenda comercial de la Unión Europea, la principal área de negocio de la misma.  Los acuerdos de comercio exterior  no solo afectan a éste, sino al propio funcionamiento interno de la Unión, así como a la política interna de los estados. Sin embargo dicha agenda comercial permanece oculta habitualmente a la opinión pública.
En julio  pasado se iniciaron las conversaciones para el TTIP ( Transatlantic Trade and Investment Partnership), siglas que a la mayoría de los ciudadanos ordinarios le son completamente desconocidas . Su objetivo es el de “armonizar” la regulación comercial entre Estados Unidos y Europa, armonización que no solamente afecta al intercambio de productos sino también al de servicios. Sin embargo, ese propósito no responde a los intereses de los ciudadanos europeos, sino al de las grandes corporaciones multinacionales, a quienes se supeditan completamente aquellos. De esta forma  los principios de la llamada "Europa Social" se convierten en papel mojado, un cartel luminoso que se cae a pedazos. Como señala Kaucher , en esta agenda de liberalización el poder de los estados queda subordinado al poder de las corporaciones transnacionales, obligados como están a cumplir y facilitar los compromisos establecidos en el TTIP. El antiguo poder estatal para controlar a las corporaciones se diluye, al igual que los derechos de los trabajadores ( la reforma laboral que menciona Durao).
Uno de los instrumentos más peligrosos de estos acuerdos es la introducción del concepto de “protección del inversor” (  Investor State Dispute Settlement) . Además de los tradicionales mecanismos de litigio entre estados,  a partir de ahora las corporaciones  podrán presentar una demanda directamente ante los tribunales por cualquier decisión tomada por la Unión, un estado miembro o incluso una simple corporación local que pueda afectar negativamente a sus intereses. De esta forma el ISDS convertirá en irreversibles los acuerdos de comercio, congelando cualquier tipo de proceso legislativo.
La liberalización del intercambio de servicios otorgaría a las corporaciones, según Kaucher, el derecho a operar en un determinado país (reduciendo sensiblemente los derechos del estado a controlar cómo operan) ,la consideración de empresas nacionales  (incluyendo el acceso a subsidios) , así como la prohibición a los estados de limitar el número de proveedores y el rango de servicios que éstos ofrecen.
Pero además de ello, el TTIP va un paso más allá, al priorizar  la regulación entres Estados Unidos y la Unión Europea (obviamente en el nivel mas bajo posible), con el fin principal de favorecer a las corporaciones transnacionales en perjuicio de las locales.
Mañana veremos las implicaciones de dicho acuerdo en los sistemas sanitarios. En cualquier caso, habría que empezar por preguntarse cuales son los intereses que defiende ese entramado conocido como Comisión Europea. Y secundariamente para qué sirve votar a un parlamento cuyos órganos, a quienes realmente defienden, es a las grandes corporaciones transnacionales. En palabras de Kaucher, "las firmas son las que ganan, a ambos lados del Atlántico; las personas, por el contrario, siempre pierden".

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