domingo, 18 de enero de 2015

La eterna juventud

“Ser joven es hacerse viejo más despacio.
Ser joven es ver reinar el fuego
Y esperar la madrugada camuflado de alegría.
Ser joven es perder cuanto labramos,
Hundirse, estar salvado…es un tanteo atroz
Huyendo, huyendo siempre,
Traficando con quincalla en los tejados,
Resumiendo en al amor nuestra agonía”

Querella. Los desengaños. Antonio Lucas

Una amiga psicóloga  me comenta que la adolescencia se ha prolongado ya hasta casi los 30 años. De hecho, la BBC informaba hace ya un año, de que en Reino Unido los psicólogos británicos reciben indicaciones de prolongar dicha edad hasta, al menos, los 25 años. Se justifica, una vez más, por los estudios de neurociencia realizados mediante Resonancia Magnética Nuclear, en los que parece observarse que la corteza prefrontal ( supuestamente responsable de la madurez emocional) no se desarrolla completamente hasta esa época. Esa vieja idea de que a los 15 años un masai se hace hombre cazando su primer león, o que ( sin tanta exposición física) a los 18 años se alcanza la mayoría de edad, adquiriendo todos los derechos de una persona adulta y las correspondientes responsabilidades, parece por tanto trasnochada. El argumento en que se sustenta este cambio de criterio no deja de ser sorprendente: según Laverne Antrobus de la Tavistok Clinic de Londres “encuentro jóvenes de 16 a 18 años en que la actividad hormonal es tan grande que imaginar que se calmará a los 18 años es realmente un error”. Conozco algunos que no se les calma a los 60 , por lo que a este paso pronto veremos prolongar la adolescencia tal vez hasta estas edades. Con un poco de suerte mi padre verá cumplido así su sueño de volver a ser considerado un “joven maduro”.
Habría que ir pensando en las consecuencias de este cambio de criterio. Porque de la misma forma que a Woody Allen escuchar a Wagner le producía unas ganas irrefrenables de invadir Polonia, a los pediatras escuchar la palabra adolescente les genera un deseo irresistible de aumentar el cupo. Quizá pronto veremos a los pediatras atendiendo pacientes de 29 años, con lo que la medicina de familia  verá reducido su ámbito de competencia a la atención del joven adulto (entre los 30 y los 60 años), puesto que a partir de esa edad se iniciará el reinado de los geriatras ( especialistas en el joven anciano).
Este generalizado proceso de "infantilización" del que habla Frank Furedi tiene también sus repercusiones profesionales . Aunque el sistema de castas en la India se abolió en 1950, sigue funcionando en buena parte de dicha sociedad. La medicina en general y la medicina de familia en particular, sigue teniendo también su propio modelo de castas. Pueden diferenciarse al menos cinco grandes niveles: estudiantes, residentes, jóvenes médicos de familia, propietarios y brahmanes. Éstos últimos, salidos directamente de la boca de Brahma de Alma Ata, se encargan de establecer la fe. El concepto de paria, aunque aceptado universalmente para la clase más inferior de los estudiantes, se extiende de forma flexible por las tres categorías inferiores, aunque con modernizaciones evidentes ( pueden por ejemplo emparejarse con gente de las clases superiores).
Uno de los mejores hallazgos del sistema de castas profesional es haber acuñado el concepto de “Joven Médico” o “Joven Médico de familia”. En sus orígenes podía referirse a un residente recién acabada de su especialidad, pero ahora se extiende ampliamente hasta los 35, 40 años y casi los 45 años. Indudablemente supone un halago para la persona que lo recibe  puesto que pocos calificativos son mejor recibidos que  el de joven ( aunque esto se produzca en el momento de ingresar en la residencia, no en la del programa MIR, sino en la de ancianos).
Operativamente tiene dos utilidades evidentes: la primera es que permite mantener las obligaciones derivadas de estar aprendiendo durante mucho más tiempo. Y de esta forma al igual que cualquier buen becario, residente o aprendiz , los jóvenes médicos de familia deberán continuar pagándose los congresos de su bolsillo, incluida, estancia y desplazamientos, para continuar con su periodo de formación que (en estos tiempos que nos ha tocado vivir)  dura ya décadas. Mientras el bramán no se mueve sino es con todos los gastos pagados, el joven aprendiz de pintor ( que cantaba Sabina antes del acicuaco) deberá poner de su bolsillo si quiere seguir en esa meteórica carrera hacia el éxito. La segunda ventaja ( especialmente para las castas superiores), es que como se comentaba al principio la juventud suele llevar aparejada la consideración de “inmadurez”. Cognitiva, emocional o profesional. Del joven pensamos inconscientemente que está verde., que necesita un hervor. Y de esa forma los bramanes pueden seguir dictando su doctrina unas décadas más.

1 comentario:

  1. Igual que la vida personal es la Eterna Búsqueda de la Felicidas, la vida profesional es la Eterna Búsqueda de la Excelencia.
    Por ello, como dice un colega médico: "Hay que mantener el frescor".
    ¡¡ Seamos siempre jóvenes !!.

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