jueves, 14 de julio de 2016

Ceniza de la nada


Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

Vida. José Hierro

España sigue siendo diferente para todo.  Asombra que la mejor fuente de información sobre aseguramiento público y privado, evolución del gasto sanitario, y su distribución por niveles asistenciales y comunidades autónomas no provenga de un Ministerio que teóricamente debería dedicarse a ello; ni tampoco de centros de excelencia en la materia, universidades eruditas o pomposos “centros de pensamiento”, sino de un humilde médicos de familia que trabaja cada día en su centro de salud de Navarra, y en vez de dedicar su tiempo libre a las setas, el tenis o el country alternativo, lo emplea en estudiar y analizar la “rácana” información disponible para compartirla con cualquiera que quiera consultar su imprescindible blog.
Juan Simó, acaba de publicar en él un análisis de la evolución del gasto sanitario en los últimos años, los del recorte a destajo con la excusa de la crisis económica que asolaba Europa.
Por mucho que los diferentes partidos que han tenido responsabilidades de gobierno en las distintas comunidades autónomas se empeñen en disimular, el hachazo en el gasto sanitario ha sido brutal: más de un 11% de minoración en un gasto cuyo crecimiento cero ya pone en peligro de por sí el mantenimiento del sistema sanitario en sus prestaciones fundamentales. Desde 2009 a 2014 se redujo en más de 7000 millones de euros, cantidad similar al posible ajuste fiscal que  deberá probablemente hacer España para cumplir sus objetivos de ajuste. De esa reducción, poco menos de la mitad se ha realizado a costa del gasto de personal ( la reducción más importante tras el gasto en receta), ese gasto invisible que a primera vista no se nota por parte de los ciudadanos: no se suple al profesional que se pone enfermo, o al que va a hacer un curso ( que acaba a menudo por no hacerlo para no cargar a sus compañeros con más trabajo) o se amortiza la plaza del propietario que se jubila porque al fin y  al cabo su demanda podrá ser absorbida sin dificultades por sus compañeros.
Si se escucha a los políticos en este año de negociaciones estériles, en especial a  los que tienen a su cargo responsabilidades económicas, lo malo parece haber pasado ya. Pero la realidad es bien diferente. A través de los brazos ejecutores de los Ministerios de Hacienda y Economía a nivel central, y de las respectivas consejerías de Hacienda a nivel autonómico, se sigue aplicando la misma política de vuelta de tuerca: no se sustituye, no se establecen contratos indefinidos ( las antiguas “interinidades” constituyen algo ya tan arcaico como el ábaco), se mantienen y suceden contratos precarios, se amortizan y amortizan plazas, y quedan suspendidas sine die cualquier tipo de nueva contratación digna. Sí, se convocan ofertas públicas de empleo, pero en una proporción mínima sobre las vacantes necesarias, lo imprescindible para tener la coartada de que se está haciendo algo al respecto. Una muerte dulce y lenta, como el calentamiento progresivo de la rana, y que permitirá a medio plazo que el sistema público se haya degradado lo suficiente como para  dar por inevitable la insostenibilidad del sistema sanitario público.
Pero como siempre , ese recorte producido no ha sido igual en todas las partidas. Una vez más, el hachazo ha sido mucho mayor en Atención Primaria (AP) que en gasto hospitalario (16% frente a 9%), quintuplicando la intensidad del recorte en AP el realizado en Hospitales. (15,5% frente a 3%)
Es más, mientras el gasto en personal en Atención primaria decrece año tras año , el gasto de personal especializado se incrementa de forma clara desde el año 2013, por no hablar del gasto de farmacia hospitalario que sigue siendo algo intocable a pesar de las recomendaciones de las instituciones europeas, como refleja también Simó.
Los fríos datos económicos se ajustan como el guante a la mano si se observa la realidad diaria de la atención primaria: una aceptación perruna del incremento continuo de las consultas, un uso cada vez mayor de las urgencias como sistema alternativo de la atención primaria ( como también ha señalado  Juan Simó), y esa pusilánime indignación de las organizaciones profesionales de Atención primaria, que no pasan de declaraciones lastimosas en los medios de comunicación.
Vendrán más recortes. Y afectarán sobre todo a Primaria. No diremos nada porque tenemos plaza. Hasta que no quede nada de lo que no fue nada.

(Gráfica tomada del blog de Juan Simó)


2 comentarios:

  1. Celebro el trabajo de este compañero, Juan Simó, porque nada como los fríos datos para mostrar lo que ocurre. Y reunir esa información supone un trabajo considerable que es de alabar especialmente en el contexto de tanto silencio cómplice.
    Surge una pregunta: ¿qué podemos hacer ante tal despropósito?
    El problema reside en un silencio que, de tan clamoroso, parece organizado.
    Indicas, Sergio, que "No diremos nada porque tenemos plaza". Tal cual; quien más, quien menos, tratamos de adaptarnos a aquello que afecte a nuestro ámbito concreto.
    Pero hay otros silencios. El complementario al anterior sería el de quienes no tienen plaza pero trabajan con contratos sucesivos. No se notan; quienes trabajan en precario no son capaces de unirse, de sindicarse, de nada; sólo tratan de mantener su condición precaria y eso me consta.
    Pero no habría tampoco necesidad de movimientos espontáneos organizativos cuando hay ya organizaciones que debieran canalizar justas quejas y cansarse de protestar por todas las vías posibles. Tenemos los Colegios Médicos y la OMC. ¿Qué dicen? ¿Qué hacen? Sólo tímidas, pusilánimes manifestaciones genéricas de paripé. En la práctica, nada, salvo alguna honrosa excepción. Y conviene no olvidar que los elementos que permiten la actualización de las perversas ideas políticas son muchos mandos intermedios que, curiosamente, son médicos. Médicos colegiados. ¿No les podría “decir” nada su Colegio? ¿No les podría, al menos, afear su conducta de participación necesaria en recortes inhumanos?
    El sistema sanitario público está siendo pulverizado por el silencio cómodo o pragmático, y por la complicidad activa de médicos que venden sus favores de capataces por el plato de lentejas de una dirección, subdirección o jefatura de servicio. Y los Colegios callan.

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    1. Creo que somos uno de loa países con una profesión sanitaria más resignada y sumisa. Basta con recordar cuantas huelgas grandes ha sufrido el sistema sanitario en los últimos 30 años. Apenas dos o quizá tres. No porque la huelga sea ninguna solución, sino porque da idea de ese silencio tan estruendoso que señalas.
      Aceptamos lo que hay mientras no nos afecte. Y después también porque ya no sabemos como defender lo que perdimos.
      El problema creo que no es de la administración que siempre defiende lo que le interesa al que en ese momento detenta el poder. El problema más graves estriba en una profesión sanitaria invertebrada , incapaz de elaborar una respuesta nunca

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