martes, 29 de noviembre de 2016

Brillantes fracasos

“El revoltillo lo inventó un genio aturdido por el fracaso de una tortilla”.
Jorge Wagensberg

Cuando se produce un accidente aéreo, como el que por desgracia se produjo hoy, se pone en marcha una compleja variedad de procedimientos destinados a averiguar sus causas con el encomiable objetivo de evitar que vuelva ocurrir un evento semejante. Cuando un evento adverso ocurre los sistemas sanitarios serios también ponen en marcha procedimientos de investigación destinados a averiguar las causas y aprender del error.
Sin embargo cuando una innovación organizativa, un cambio de modelo o de organización sanitaria fracasa, , casi siempre queda sin averiguarse cuales fueron las razones de ello. No son, sin embargo, cuestiones menores. Cada una de ellas supone un cambio en la forma de hacer las cosas, y lleva aparejado siempre una inversión casi siempre considerable de dinero y tiempo ( que es también dinero).
Inversiones de las que se exige rendición de cuentas en otros sectores, pero del que parecen exentas las decisiones o simples ocurrencias de los políticos de turno.
En estos días se está celebrando en Granada un taller de trabajo organizado por la Organización Mundial de la Salud con participantes de los cinco continentes con el objetivo de desarrollar la plataforma de intercambio de conocimiento sobre Organizaciones Integradas basadas en Atención Primaria.
Una de las propuestas a debate es precisamente la de incorporar a ella aquellas experiencias que no funcionaron, no con la intención de hacer leña de ningún árbol caído, sino simplemente de aprender de ellas. Porque aprender de los errores es una de las mejores formas de aprendizaje, excepto, por lo que parece, para el sistema sanitario.
Uno de los errores por desgracia más comunes en la gestión sanitaria es considerar que cualquier cambio organizativo funcionará , simplemente porque hemos tomado la decisión al respecto. Pero, como señala Paul Iske  el profesor de la Universidad de Maastrich, los sistemas sanitarios son entorno enormemente complejos. Según él hay múltiples razones por las que las cosas no funcionan como uno espera, especialmente no tener en cuenta los efectos secundarios que puede tener, ignorar las consecuencias a largo plazo de la innovación o el cambio, no entender todas las interdependencias que el proceso incluye o simplemente olvidar que el mundo puede sencillamente, cambiar.
Iske fundó en Holanda el Institute for Brilliant Failure , una iniciativa que considera que las mejores experiencias de aprendizaje proceden de los fracasos y no de los éxitos, y que debería perderse el miedo a compartirlas.
Los criterios que definen un “fracaso brillante” ( brilliant failure) para Iske son secuenciales: nuestras intenciones son buenas, se intentan prevenir los errores, no se obtienen los resultados esperado, pero se obtiene un resultado inesperado que añade algún tipo de valor ,se aprende de ello y sirve para que los demás aprendan.
No serían por tanto fracasos brillantes aquellos fracasos derivados de una intención errónea, una mala implementación o cuando la experiencia se entierra y se mira para otro lado, evitando las oportunidades de aprendizaje que comporta.
Sin organizaciones que permitan el fracaso no es posible la innovación. Sin fracasos ( siempre que éstos no se deban a incompetencia manifiesta o mala intención) no hay aprendizaje.
La idea de aprender de lo que no funciona no es nueva en los sistemas sanitarios. Ya algo parecido aportaba la interesante experiencia de IMPACT de la romántica experiencia que fue Bandolier hace más de una década.
Pero por desgracia, y a diferencia de algunos de los países de mis colegas europeos, en España es implanteable una experiencia semejante. Nuestra arrogancia, soberbia e intolerancia nos impide reconocer nuestros errores y aceptar con tolerancia los ajenos.

De esta forma seguiremos tirando la tortilla  “desestructurada” a la basura en lugar de reconvertirla en un plato de alta cocina

(Fotografia: tortilla desestructurada)
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