sábado, 26 de noviembre de 2016

Tres años sin Jovell



“Si la medicina ha de responder a las necesidades de la sociedad, posiblemente el futuro de la profesión médica pasa por recuperar al médico de cabecera, al médico amigo”.
Albert Jovell

En marzo de 2001, hace más de 15 años, Albert Jovell escribía El futuro de la profesión médica, un análisis del cambio social y los roles de la profesión en el siglo XXI,que acababa por entonces de iniciarse. El mundo era muy diferente entonces (aún no se había producido el atentado contra las Torres Gemelas), pero los desafíos que planteaba Jovell siguen siendo hoy prácticamente los mismos: un conjunto de transiciones en materia demográfica, epidemiológica, económica, laboral, mediática, judicial, política y ética que instaban a definir un nuevo modelo de contrato social, habida cuenta de que los clásicos no servían ya para el abordaje de semejante tipo de retos.
Éstos a su vez obligaban a ampliar los roles que debía jugar la profesión en el futuro: por supuesto seguirá siendo esencial desempeñar el papel de “experto”, pero no solo en conocimientos científicos y habilidades técnicas, sino cada vez más en conocimiento sobre personas, a las que poder dar un trato humano y digno, a las que escuchar y transmitir lo que se sabe y piensa. Ese papel de experto es complementario al de “profesional”, capaz de prestar y “demostrar” ante la sociedad que dispone no solo de competencias técnicas, sino también éticas y humanísticas. “A diferencia de un oficio, la profesión debe incorporar un conjunto de valores que determinan competencias técnicas y humanísticas, y  que no tienen por qué estar asociadas al concepto de trabajo u ocupación”, escribe Jovell, quien recomienda ir reemplazando el manido término de excelencia clínica por un término mucho más amplio, el de excelencia profesional.
También recomendaba recuperar otro rol imprescindible, el de cuidador, en buena parte resultado de su función de “testigo” del sufrimiento de los demás, como escribía Iona Heath en Love Labour Lost.; alguien con la capacidad de acompañarles en el recorrido por un sistema sanitario extraño y amenazante, pero también por el incierto tránsito de su propia enfermedad. Un papel imprescindible para construir confianza, un término capital en la asistencia sanitaria (y al que el propio Jovell dedicó un libro excelente).
En aquel documento de hace ya tanto tiempo se aventuraban muchos de los desafíos que hoy protagonizan cada documento, encuentro o discusión en redes sociales: el incremento de condiciones crónicas, la multimorbilidad, las dudas sobre el autocuidado, la necesidad de adaptación cultural ante el aumento de los movimientos migrantes, el papel del domicilio y la atención social, los excesos de la medicina y la medicalización de la vida.
Por ello Jovell incluía otros roles tan imprescindibles como los anteriores en esa nueva definición de lo que debería suponer una nueva profesión médica. Para empezar ( cuando aún no se había producido la “revolución” de internet) ya abogaba por convertir al médico en un “informediario”, un intermediario entre el paciente y la sobreinformación que existe al otro lado de la pantalla. Pero además ese exceso de conocimiento le afecta al propio profesional, sobrepasado permanentemente respecto a lo que debe leer, conocer, aprender o aplicar.
Señalaba también como responsabilidad no eludible, su intervención en la gestión de las organizaciones y los recursos, primero porque solo a través de organizaciones “heterárquicas” (y no jerárquicas), estructuradas en comunidades interprofesionales de decisión será posible abordar los inevitables conflictos que tal diversidad de desafíos estructurales generarán en el futuro. Pero a la vez señalaba que el médico no podrá eludir más su doble papel de agente, del paciente por una parte, y de la organización a la que pertenece por otra, cuando los recursos ya para siempre limitados obligarán a elegir y renunciar: “la gestión de la complejidad supone evaluar la diferencia existente entre satisfacer las necesidades de los pacientes en contraposición a la de atender sus deseos, así como confrontar el dilema que enfrentan a las necesidades con las posibilidades del sistema”.
Para la construcción de ese nuevo contrato social resulta imprescindible la creación de partenariados ( personales, intra e interprofesionales, sociales) en las que presentar las contradicciones y diferencias, y en donde sea posible, a través de la deliberación, llegar a establecer las bases para “un desarrollo sostenible de la sanidad”.
Hoy se cumplen tres años de su muerte. Releer hoy a Jovell 15 años después genera una doble sensación: por un lado, confirmar el enorme vacío y silencio que dejan las personas brillantes cuando por desgracia desaparecen. Por otra, confirmar ,por desgracia, que ni profesionales, ni gestores ni políticos son capaces en este país de abordar en serio los problemas que tiene planteados la sanidad.

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