sábado, 29 de julio de 2017

¿Está acabando la tecnología con la medicina? Una conversación con Abel Novoa



"Somos normales porque no nos hacen suficienntes pruebas"
Pter Skrabanek

Siempre me gustó mucho la definición de Tecnología que formuló Everett M. Rogers:  Tecnología es cualquier diseño para una acción instrumental que reduce la incertidumbre en la relación entre causa y efecto implicada en la consecución de un resultado que se pretende alcanzar”. Es decir implica hablar de instrumentos, incertidumbre y fines. Al solicitar una radiografía de tórax ante un paciente con tos, en cuya auscultación se escuchan crepitantes en la base derecha del tórax, reducimos la incertidumbre sobre la posible causa que origina tal efecto (la tos).
Para el que no le conozca Rogers fue un sociólogo americano que escribió probablemente el libro más influyente sobre Difusión de Innovaciones, resultado de más de cinco décadas de observación y estudio que se iniciaron con sus trabajos sobre el comportamiento de los campesinos americanos a mitad del siglo anterior.
Aplicando la definición de Rogers la escucha y el interrogatorio de un médico con suficientes conocimientos y experiencias (base de la intuición como ya escribió Herbert Simon) sería sin duda  una tecnología especialmente poderosa puesto que reduce la incertidumbre de causa a efecto a un coste muy bajo. Por supuesto, como ocurre con cualquier tecnología, no está libre de cometer errores: puede no detectar la causa real del problema, equivocarse en su identificación, o dar como existente lo que no existe (un falso positivo). Como cualquier otra tecnología, sin duda, pero con la capacidad añadida de integrar (siempre que tenga el conocimiento, la sensibilidad y el tiempo) los valores y preocupaciones del paciente en el abordaje de su problema: si es suficientemente competente podrá reducir las incertidumbres de éste y orientar su decisión final de la forma que mejor equilibre sus aspiraciones de resolución, seguridad y confort. Si aceptamos por tanto esa acepción de tecnología un médico bien cualificado es un recurso sumamente valioso.
En este sentido, como bien comentas Abel, creo que la primera victoria para este nuevo estado de cosas ha sido la del lenguaje, al excluir del concepto de tecnología todo aquello que no sea un artefacto, un instrumento, un artilugio. En definitiva convirtiendo a la “medicina tecno-científica” en sinónimo de medicina. Las palabras determinan nuestro pensamiento, y siguiendo lo que tan bien explicas a través del texto de Toulmin, es más que evidente que la medicina de las últimas décadas fue moldeada a través de la severa infección producida en ella por dos agente patógenos sumamente virulentos: la guerra y la industria. Estrategia y táctica, proceso  y producto, parasitaron la práctica de un trabajo para el cual la mejor metáfora nunca puede ser la máquina y sus componentes. Hubiera sido más adecuado sin duda, como señalan en Edgeware Zimmerman,Lindberg y Plsek emplear el cuerpo humano y su homeostasis como metáfora , pero a nadie interesaba algo tan complejo, puesto que el empleo sistemático de la máquina en la organización del sistema, la organización y el encuentro clínico establecería sinergias interesantes con otros sectores en las que esa metáfora es de uso obligado. Es decir, una suplantación de su antiguo entorno, la naturaleza, como bien comentas citando a Ellul,. Completamente de acuerdo por ello  en esa usurpación  y que lleva a ubicar definitavemente a la medicina en la técnica, hasta el punto que “sólo” interesa la medicina en su dimensión técnica como demuestran cada días los grandes comunicadores ( y manipuladores) de los medios de comunicación, los ministros y consejeros de todo signo y por todo ello las propias demandas de la sociedad.
Estableces como criterio clave para dirimir la verdad o falsedad de una intervención su funcionalidad. ¿Funciona? Te preguntas. Pero, ¿respecto a que?
En Disease, Diagnosis and Dollards, el profesor de UCLA , Robert Kaplan señala la existencia de enormes caladeros de enfermedades no diagnosticadas en las poblaciones humanas, que pueden ser atrapadas  a través del anzuelo de biomarcadores (colesterol presión arterial, glucemia,..) y próximamente de marcadores genéticos. Su “captura” (como si fueran atunes rojos) tendría sentido si ello  aumentara la calidad o la cantidad de vida; no es así.
Han conseguido convertir la enfermedad en un artefacto de dos posiciones:on/off como si fuera el amplificador de mi equipo de música: o se tiene o no tiene, y si se tiene la ideología tecnológica obliga a intervenir; es inevitable porque forma parte de su naturaleza.
Sin embargo como señala Kaplan las enfermedades son procesos, que evolucionan a lo largo del tiempo. En la mayor parte de las ocasiones comienzan bastante tiempo antes de su diagnóstico, antes de dar la cara y que nos apercibamos de su posible existencia.En otras ocasiones estará ahí aletargada como una culebra en invierno, y nunca seremos conscientes de su existencia porque nunca afectará nuestra vida.Es muy interesante un viejo trabajo de Black y Welch en New England en el que resumían los porcentajes de personas muertas en Estados Unidos por cáncer de mama, próstata o tiroides y  su correlato en lo relativo a hallazgos de dichos procesos neoplásicos encontrados en autopsias: 3% e mujeres morían por cáncer de mama en Estados Unidos, otro 3% de hombres por cáncer de próstata y solo 0.1% por cáncer de tiroides. En los resultados de autopsias de un gran número de americanos que murieron por otras causas, se encontró que muchos de ellos tenían ahí agazapado, cual culebras hibernantes, diferentes tipos de cáncer que nunca dieron la cara: nada menos que en un 39% dde las autopsias aparecieron cánceres de mama, 46% de próstata y en 100% de personas con 70 años cánceres de tiroides.
La insaciable maquinaria tecnológica funciona como esas nuevas máquinas que venden a domicilio y te muestran la enorme cantidad de bichos y ácaros que residen en tu colchón.Cuanto más busquemos más encontraremos. Otra cuestión es que eso sirva para mejorarnos la vida.
En ese sentido, y volviendo al principio, no cabe duda de que tode este armamento tecnológico reducirá nuestra incertidumbre respecto a los “defectos" que esconde nuestro cuerpo. Pero por el contrario la incrementará respecto a que tenemos que hacer ante tal descubrimiento, generando de nuevo mucha más incertidumbre. Por lo  que desde ese punto de vista dista de ser una buena tecnología. No nos soluciona la vida, nos la complica.
Un abrazo amigo.

2 comentarios:

  1. Mil gracias por seguir con la conversación. Me ha encantado la propuesta de deconstrucción de las metáforas de la máquina o de la guerra. Me he acordado de un texto de Lewis Mumford que comenté hace unos meses (http://www.nogracias.eu/2017/01/15/filosofia-de-la-tecnologia-para-medicos-la-megamaquina-de-lewis-mumford-por-abel-novoa/) que igual te gusta: "Las herramientas -o las tecnologías- por sí mismas no son nada sin una inteligencia capaz de culturizarlas, es decir, de ponerlas al servicio de la vida" Un abrazo

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  2. Abel, impresionante el texto
    Seguimos este apasionante debate. Solo faltan las cervezas y un pay pay ( además de algún disco de los Jayhawks)
    Un abrazo

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