lunes, 23 de octubre de 2017

Malgastar nuestro tiempo




“ Malgasté el tiempo, y ahora el tiempo me malgasta a mí”
Ricardo II. William Shakespeare

No Gracias se hacía eco hoy del magnífico editorial del último número de AMF, donde Nani Vall-llosera como Presidenta del Fòrum Català d’Atenció Primaria (FOCAP) y Pablo Simón, como Presidente del Foro Andaluz de Atención Primaria ( FoAAP) explican con suma claridad las razones por las que han aparecido estas nuevas forma de organización profesional, foros alternativos a las corporaciones clásicas que llevan décadas monopolizando la representación profesional: colegios, sindicatos, y sociedades.
A diferencia de éstas últimas, expertas en disfrazar la realidad con vistosos envoltorios en forma de congresos multitudinarios presumiendo de su número de socios, tanto el FOCAP como el FoAAP reconocen que su enfoque de la situación no es la mayoritaria en la Atención Primaria. Tal ejercicio de sinceridad y honestidad es de agradecer especialmente en una época caracterizada por la disociación creciente entre la realidad y la imagen , en la que lo que se percibe de cada uno de nosotros es siempre interesante, divertido y envidiable, y donde los mayores manipuladores parecen versiones modernas de  la madre Teresa.
Ni el FOCAP ni el FoAAP son mayoritarias simplemente porque implican un grado de compromiso que cada vez menos están dispuestos a asumir. Howard Stoate escribió hace ya tiempo: “Lo más extraordinario respecto a los médicos generales es que se infravaloran a ellos mismos. Creen que no tienen poder, pero no es así. Ven a dos tercios de un millón de personas cada día, más que los especialistas, bastante más que los políticos, incluso que los curas.
Los médicos generales están en una posición única. Realmente, en términos de hegemonía política realmente ocupan de lejos la posición más poderosa en la sociedad. Porque son profesionales, son admirados, son educados, son generalmente un activo tipo de grupo”.
Si realmente los médicos de familia, y el resto de profesionales de la Atención Primaria en España quisieran cambiar la situación de acoso, deterioro y desprecio a la que la someten sistemáticamente sus respectivas administraciones, bastaría con que se hicieran conscientes de lo que su trabajo supone para el normal funcionamiento del sistema sanitario, para que el político de turno comenzara a reconsiderar sus prioridades.
Pero eso no ocurrirá. Las especialidades avanzan excavando en su propio conocimiento, progresando en profundidad hacia parcelas cada vez más delimitadas, concretas, específicas. Lo que pretende la Atención Primaria es no quedarse atrás en ese objetivo de profundización ( se llame diabetes, depresión o embarazo) mientras aspira a abarcar el entorno en la que las personas vive, enferman y sufren. Mientras los cardiólogos tienen a Eugene Braunwald como referencia, nosotros identificamos , como bien señalan en su editorial, a Julian Tudor Hart, Barbara Starfield o Iona Heath, quienes conviertieron en cierta forma sus vidas en un compromiso con la Atención Primaria
¿Cuántos profesionales de la Atención primaria están dispuestos a hacer efectiva la idea de que la Atención primaria es política por definición?  ¿Cuántos, a pesar de saber que no recibirán el más mínimo apoyo o reconocimiento de la administración para la que trabajan? Pocos.
Es mucho más sencillo suponer que todos los mareos son psicológicos en lugar de realizar con detenimiento una exploración neurológica, de volver a leer los textos básicos a la búsqueda de las causas de ese trastorno cuando nadie nos lo va a exigir. Es mucho más fácil encogerse de hombros ante la mujer que vive en un infierno familiar o decir que nada podemos hacer ante la anciana que soporta cada día cortes de luz en los días fríos de invierno porque los que se hacen millonarios cultivando marihuana en el piso de arriba provocan apagones un día sí y otro también, mientras a los demás nos hace mucha gracia.
Es cierto que la Atención Primaria está mal, que es inadmisible tolerar que no haya límite al número de pacientes que deben atenderse al día, que no exista autonomía para organizar la agenda, y que se de por innegociable que las ausencia en Atención Primaria no se cubre. Por definición.
Pero no está mal en el fondo saber que por mala que sea la mañana eso acaba a las 3, que nadie nos va a quitar el trabajo, y que tenemos todas las tardes libres para seguir rumiando.
Las generaciones acomodadas de la Atención Primaria malgastamos nuestro tiempo. Y ahora el tiempo nos malgasta. A pesar de lo fácil que resultaría cambiar las cosas si estuviéramos dispuestos a ello no lo haremos. Lo peor es que, como escriben Vall-llosera y Simón, nadie lo hará por nosotros.

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