domingo, 20 de mayo de 2018

La agonía de un sistema


El próximo mes de junio el Servicio Nacional de Salud británico (NHS) cumplirá 70 años; con este motivo el BMJ llamaba en su número de ayer, a identificar cuáles han sido los mayores logros en la historia de un servicio sanitario que sigue siendo uno de los mayores orgullos de la sociedad británica, y que ha sido referencia para construir servicios sanitarios basados en la equidad en todo el mundo.Jan Filochowski, que fue consejero delegado de seis fundaciones del NHS, escribe un artículo de reflexión, pero no con motivo del 70 aniversario, sino de sus 80 años de existencia, imaginando lo que podría ser el NHS en 2029.
Y en su trabajo identifica precisamente ahora, en 2018 ,el momento en que el sistema británico toca fondo, totalmente sobrepasado por una epidemia de gripe como tantas otras en un invierno tan desapacible como tantos otros; un año en que cada vez más los hospitales se convierten en hospitales de atención a urgencias. 2018, un año en que las esperas para ser atendidos por el médico general se extienden a meses, en que los tiempos de atención cada vez son menores, donde las listas de espera superan el año en muchas especialidades, y donde la discapacidad, la mortalidad y la insatisfacción aumentan mes tras mes.Todo ello cuando además, el nivel de desempeño de los profesionales del NHS no tiene ya más margen de maniobra para incrementarse.
En ese ejercicio de fantasía , Filochowski señala: “El NHS nunca podrá afrontar la demanda real mientras se vea obligado a planificar y proveer servicios para una demanda tan baja como imaginaria”. Si es posible imaginar un futuro con un NHS competente, capaz de cumplir con los principios que llevaron a su creación es solamente a través de un incremento radical en su financiamiento; ello probablemente precisará de un aumento en los ingresos a través de impuestos, necesario para compensar la situación de abandono en que hoy se encuentra, pero  esto no necesariamente deberá mantenerse a largo plazo, según Filochowski.
El sistema sanitario español no cumple 70 años, pero está aquejado de la misma enfermedad que el británico: una sistemática reducción de su financiamiento para cumplir las políticas europeas que quieren acabar con los sistemas de protección social, acompañada de una irresponsable estrategia en todos y cada uno de los servicios de salud, de promesas ilimitadas de todo tipo de prestaciones (tanto necesarias como absolutamente superfluas). Los compromisos europeos del gobierno, de reducción del gasto sanitario público del 6.47 en 2011 al 5.74 en 2019 representa una merma de cerca de 85.000 millones de euros. Si el sistema aún se mantiene en pie es gracias a una política sistemática de explotación laboral, manifestada en reducción continuada de salarios (que además se encuentran entre los más bajos de Europa), contratos abusivos, precarios e incompatibles con cualquier proyecto estable de futuro, y empleo cada vez mayor de profesionales en formación como mano de obra para sostener el servicio.
La reciente huelga de médicos residentes en Granada es una muestra significativa de todo este deterioro. Y es significativo y alarmante que hayan tenido que ser los residentes, los que aún no son formalmente profesionales del sistema, los que digan Basta.
También en el número de ayer del BMJ Jeniffer Nixon y sus colegas de la Health Foundation inician una serie sobre la mejora de la calidad en la asistencia sanitaria. El editor de la revista señala que ninguna mejora es posible sin un papel central de los profesionales clínicos. Y tanto en la editorial, como en el primer artículo de la serie, se comienza por resaltar que ninguna iniciativa, proyecto o estrategia destinada a mejorar la calidad de la prestación sanitaria podrá llevarse a cabo si antes no se abordan con decisión y financiación los graves deterioros existentes: no será posible reducir listas de espera, prestar consultas dignas de tal nombre, y colocar “de verdad” al paciente en el centro, si antes no se garantizan condiciones dignas de trabajo, tiempo para poder atender adecuadamente a los pacientes y soporte real ( y no palmadas en la espalda) para llevar a cabo cualquier proyecto que se quiera implantar.
La repugnante falacia del coste cero (emprender cualquier iniciativa con los recursos existentes) ya no da más de sí. Seguir creyendo que con propuestas de contratos de gestión tipo Monopoly, modelos de acreditación copiados de la industria y modelos de incentivación que ya han demostrado su inefectividad para mejorar la salud se puede ilusionar a profesionales y atender mejor a la gente es de una ingenuidad ridícula.
Sólo revirtiendo de una vez la tendencia hacia el desmantelamiento del sistema sanitario público será posible mantener un servicio digno. Y eso supone enfrentarse a la reducción de presupuestos, recobrar trabajos dignos, estables y adecuadamente retribuidos, y rediseñar cambios radicales en la organización del sistema. Lo demás no dejan de ser maniobras para prolongar la agonía.

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