En el año 2003 un joven y brillante profesor de Economía de la Universidad de Chicago( Steven D. Levitt) fue entrevistado por uno de los más reputados columnistas del New York Times, Stephen J Dubner. De aquellas conversaciones surgió un libro que se convirtió rápidamente en un éxito mundial. Se llamaba Freakconomics. A Levitt le importaba un bledo saber si la economía iba a crecer o hundirse, si la deflación es buena o mala...Pero le preocupa mucho, en cambio, conocer las razones que explican los misterios de su vida cotidiana, lo que él llamaba "el lado oscuro de las cosas". Por ejemplo, qué tienen en común un maestro de escuela y un luchador de sumo, o por qué los traficantes de drogas siguen viviendo con sus madres (como se ve en The Wire).
Acaban de lanzarse en España su continuación ( "Superfreakonomics") donde atacan temas cruciales como el calentamiento global ( ¿qué tienen en común Al Gore y el Monte Pinatubo?) o sobre la comparación del trabajo de proxonetas y agentes inmobiliarios ( en el que se demuestra la mayor eficiencia de los proxonetas).
Acaban de lanzarse en España su continuación ( "Superfreakonomics") donde atacan temas cruciales como el calentamiento global ( ¿qué tienen en común Al Gore y el Monte Pinatubo?) o sobre la comparación del trabajo de proxonetas y agentes inmobiliarios ( en el que se demuestra la mayor eficiencia de los proxonetas).
Como no hay tema que no destripen, Dubner publica hoy lunes una columna en el New York Times sobre el fracaso de la higiene de manos en los hospitales americanos , tema sobre el que viene dando la tabarra desde el pasado enero.
Para él la razón del estrepitoso fracaso de todas las iniciativas destinadas a que los profesionales sanitarios sean un poco menos guarros y se laven las manos de vez en cuando (a pesar de programas ministeriales, soluciones hidroalcohólicas y máquinas que detectan la suciedad) se debe simplemente a una cuestión de externalidades ( son economistas): la bacteria que pasa por las manos del señor doctor no le hace daño a él ,sino al siguiente paciente de la cola. En ese sentido la situación sería parecida a nuestra contribución a la polución: como no nos afecta directamente ( sino más bien a nuestros hijos), nos preocupa poco polucionar el ambiente.
¿La solución? Averiguar las bacterias causales de los males en los pacientes y buscar las manos culpables. Al efecto, comenta un estudio del PNEAS de Fierer y familia de identificación con fines forenses de las comunidades bacterianas existentes en la piel. La bacteria asesina deja rastro en las manos culpables.
Pero si no le gusta esa opción, Dubner propone otra alternativa, ya probada en algunos centros americanos: que los incentivos de los médicos dependan del cumplimiento individual de los estándares de higiene de manos en más de un 98% ... pero no solo de los médicos, también de los directivos que (aparentemente) le s mandan.Parece que funciona.
¡Y luego dirán que la gente no tiene ideas¡
Hace muy poquito hablamos tambien del libro y de estos economistas diferentes:
ResponderEliminarhttp://saludconcosas.blogspot.com/2010/04/la-seguridad-del-paciente-en-las-listas.html
Me apunto el articulo del NYT, que el tema me encanta.
Saludos!
Muchas gracias Miguel. Con el barullo de estos últimos días no había visto tu blog, donde explicas mucho mejor la última obra de Levitt. Aunque sea reiteración, sirve de apostilla sobre un tema que importa.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo explico un poco la obra pero tu análisis es muy bueno! Somos complementarios, jeje.
ResponderEliminarUn abrazo!