El Comité de Redacción de la revista española AMF, de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC) acaba de publicar un largo editorial sobre la situación actual de la atención a la pandemia ( Hacia el fin de la excepcionalidad).
Es un editorial imprescindible, largo, lleno de argumentos y matices, que deja un panorama con múltiples claroscuros, inevitable en fenómenos complejos como el que vivimos. Posiblemente por eso no gustó ni gustará a los fundamentalistas y ayatolas que asolan medios de comunicación y redes sociales, desde los negacionistas de enfermedad y vacunas a los amantes del autoritarismo científico ( que tan bien enunció Javier Peteiro) en que sólo su voz y la de los que refrendan sus posturas tienen validez.
Hay una gran diferencia sin embargo, en el enfoque de los autores de la editorial: practican la medicina de familia desde la trinchera en la que políticos sin escrúpulos y gestores sumisos han convertido a la Atención Primaria. Aunque todos y cada uno de sus argumentos están sustentados en trabajos y datos científicos, su visión es la de los que cada mañana o tarde, desde haca dos años acude al centro de trabajo sin instrucciones y directrices coherentes ( a menudo sin directriz alguna), sin medios de protección durante muchas fase de la pandemia, sabiendo que no sólo deberá atender a los pacientes de su cupo, sino muy probablemente a los del cupo de la puerta de al lado de su consulta, porque su colega hoy no acudirá por estar ausente, enfermo, imposibilitado de acudir por las caprichosas cuarentenas del político de turno.
También a diferencia de otros tantos manifiestos plúmbeos e intimidatorios, la editorial es de una claridad evidente, centrada en cinco ideas clave:
- 1.- El virus no va a desaparecer (en contra de aquellos “hooligans” del covid zero, no se si se acuerdan).
- 2.- La vacunación debe ser basada en le evidencia y la equidad: ¿dónde quedaron aquellas efectividades del 95% que tanto jalearon los expertos de relumbrón? ¿ como es posible que nuestra prioridad sea la tercera, cuarta ( Israel, Chile) y pronto quinta dosis para engordar las cuentas de resultados de empresas que ignoran sus obligaciones de legales de hacer transparentes sus datos y compartir sus patentes?
- 3. Se precisa una comunicación para una sociedad adulta, no basada en los criterios de padres autoritarios que castigan a los niños sin postre si no se portan bien y van sin mascarillas por medio del bosque. Que respete a los que discrepan e intente su convencimiento con argumentos, y no con llamadas, hoy a “joderles” (como hace el patético presidente francés, y mañana quizá a encerrarlos en guettos o granjas. La gente no es culpable. Confinar a la gente en sus domicilios, cerrar colegios, impedir a los jóvenes ver a sus amigos, impedir que se reúnan familias poniendo puertas al campo e impidiendo entrar en tu país tiene un coste desproporcionado. Los políticos y gestores de esta catástrofe ( aun no evaluada de forma independiente) sí son responsables.
- 4.- Se precisa recuperar no una nueva normalidad sino la vieja normalidad, es decir la única normalidad real. Alejada de ese “Carrusel deportivo” diario en que cada noticiero compite con el resto en quien asusta más sobre a donde vamos a llegar en la pandemia, ignorando ( como muy bien señala el editorial) las diferencias entre una prueba positiva, una prueba verdaderamente positiva, un caso, una persona enferma, un contacto estrecho o una persona contagiosa. O las diferencias entre un enfermo con Covid 19 , por Covid 19, hallazgos casuales de Covid 19 o infecciones nosocomiales por la misma..
- 5.- Es imprescindible “dejar de hacer para poder hacer”, aquel brillante aforismo del gran Josep Casajuana, (uno de los grandes médicos de familia de este país), por mucho que le moleste al doctor Carballo, quizá la más clara muestra del miedo que puede llegar a generar un médico con un micrófono en las manos.
Además de eso señala uno de los grande agujeros negros que siguen sin solución, responsable al menos de la mitad de las muertes producidas en España: la falta de condiciones adecuadas de las residencias de mayores, responsabilidad indiscutible de los gobiernos de este país que eluden de la manera más miserable, empezando por la comunidad de Madrid y el propio gobierno de la nación.
Por supuesto ya han salido los Apocalípticos de turno a abominar de estas recomendaciones: desde sus púlpitos, en la comodidad de sus cuidadas bibliotecas (cuyos libros cambian cada día) desde el silencio de sus laboratorios (donde no hay pacientes airados en la puerta solicitando un certificado que nunca podrán entregar), y bien remunerados por las cadenas de televisión y radio, es fácil seguir preconizando las medidas y previsiones que llevan dos años proponiendo, y cuya fiabilidad deja el virus en ridículo una vez tras otra. Salieron también las otras sociedades de médicos de Primaria que se sigue sin saber bien a que juegan.
Ninguno entiende que se proponga tratar a la pandemia con la atención e importancia que merece, pero no menos que al inmenso conjunto de otros pacientes que el único delito que han cometido es no tener Covid: los pacientes con cáncer, con múltiples condiciones crónicas, con problemas de salud mental, de pobreza, de exclusión. La gente que, día a día, atienden los médicos de familia que siguen sin recibir por parte de esta sociedad ( y en especial sus políticos y medios de comunicación) el respeto, el trato, los recursos y la admiración que merecen.