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miércoles, 25 de enero de 2012

Los aguafiestas de la telemedicina

No cesa el entusiasmo por las nuevas tecnologías, como medio para solucionar de forma casi mágica los problemas sanitarios. Si hace unos días era Accenture las que nos daba la buena noticia de que “ la cacareada supremacía se ha plasmado esta vez en números", ayer nos enterábamos de que por fin "la esperada telemedicina comienza a despegar".
En el primero de los casos, la prestigiosa consultora llegaba a la conclusión de que los médicos españoles son los que más aprecian las tecnologías de la información y la comunicación ( (TIC) muy por encima de sus colegas de Canadá, Alemania, Inglaterra, Francia, Estados Unidos y ( ¿por qué no?) Singapur...aunque éstos últimos nos pisan los talones. El estudio se basaba en una encuesta realizada en 500 profesionales de los países citados, excepto en Singapur en que solo se encuestó a 200 ( no sabemos si porque no había suficientes o se cansaron los investigadores). Tampoco sabemos si esos 500 profesionales son representativos de sus respectivos países, aspecto que , tal vez, podría ser interesante a la hora de sacar conclusiones tan rotundas como que “el esfuerzo realizado hasta ahora ha tenido un impacto real en el trabajo del médico”.
En el segundo ejemplo, se nos informa de las conclusiones obtenidas en el marco de otra jornada sobre "Reorientación del sistema sanitario ante el reto de la cronicidad", en este caso celebrada en el Hospital de la Princesa de Madrid, en el que se da cuenta de un estudio aleatorio con 60 pacientes comenzado el pasado mes de octubre: “ la asistencia a los pacientes crónicos debe y está cambiando y las tecnologías de la información y la comunicación son fundamentales y no suponen un engorro para el paciente” (sic).
El entusiasmo sobre la telemedicina no es  exclusivo de España. Un reciente “ press release” del Department of Health británico, realizado a partir del programa WSD ( Whole System Demostrator) señalaba que “ tres millones de vidas podrían mejorar  en Inglaterra con la aplicación de la alta tecnología al sistema sanitario en los próximos cinco años”. Para ello, lógicamente, se precisa inversión decidida, en la que trabajarán de forma conjunta el NHS , la industria y las organizaciones profesionales. La misma nota señalaba que “ los primeros hallazgos señalan que la telemedicina podrá reducir la mortalidad en un 45%, las admisiones en urgencias en un 21% , las admisiones electivas en un 24%, la estancia media en un 14% y los costes en un 8%”.
Por desgracia siempre hay aguafiestas. En este caso, Margaret McCartney, una de nuestras GPs favoritas, quien publica un artículo en el BMJ con el cenizo título de “Múestranos las pruebas sobre la telemedicina”. En él argumenta que las evidencias publicadas hasta la fecha respecto a la telemedicina (sistemas remotos de control de frecuencia cardiaca, presión arterial, peso o determinación de oxígeno) distan mucho de comunicados de prensa tan entusiastas.
Poe ejemplo, el metanálisis de Polisena et al  publicada en 2010 en J Telemed Telecare demostraba que la telemedicina a a domicilio ( monitorización a distancia y apoyo telefónico) en pacientes con Enfermedad pulmonar obstructiva crónica reducía la estancia media en este tipo de pacientes ,pero también aumentaba la  mortalidad en comparación con la atención rutinaria. La revisión Cochrane de McLean de 2010 indicaba que la telemedicina podía mejorar los resultados clínicos en pacientes con asma, pero se precisaba de más estudios para conocer el  análisis coste efectividad de la intervención, algo que sigue sin haber determinado aún el NICE.
En palabras de Nick Goodwin del Kings Fund los impresionantes resultados señalados en el WSD “ sobrepasan ampliamente las expectativas de buena parte del sector privado que había encontrado en el mercado británico de la telemedicina un hueso duro de roer; el apoyo del Department of health crea un entorno mucho más receptivo para ello”
McCarney reclama los datos. Considera que sin ellos la telemedicina es una maniobra comercial más, no una práctica costo efectiva.
Supongo que aquí también necesitaríamos estudios serios que justifiquen una inversión tan costosa. Aunque le agüe la fiesta a más de uno.

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