La razón por la que Europa es hoy lo que es ( aún a pesar de su retroceso), de que haya alcanzado unos niveles de libertad e igualdad desconocidos anteriormente, se debe a las ideas de un economista soviético de extrema izquierda llamado Preobrazhenski. Muestra una vez más del efecto mariposa, sin la victoria de sus planteamientos sobre los de Lenin al finalizar la 1ª Guerra Mundial, la Unión Soviética no hubiera podido pasar de ser un estado exclusivamente agrícola, a uno con un cierto sector industrial; y sin éste, hubiera sido imposible repeler primero, y vencer después ( en colaboración con el frente aliado) al ejército nazi. Eso al menos piensa Chang, el autor del muy recomendable 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo, obra a la que nos referíamos hace unos días.
Como los extremos se tocan, el enfoque de Preobrazhenski guarda muchos puntos en común con las políticas neoliberales que nos gobiernan: ambos creen que los excedentes deben concentrarse en las manos del los inversores ( sean el estado o los ricos). El pensamiento dominante hoy considera que la mejor manera de crear, e incluso repartir riqueza, es la de enriquecer aún más a los que ya son ricos, puesto que de esta forma éstos invertirán sus beneficios, generando puestos de trabajo de los que se beneficiarán los pobres; en otras palabras, lo mejor es dar a los ricos más trozo de tarta, porque así estos acabarán haciendo la tarta más grande. Esta política recibe el poético nombre de “economía de la filtración descendente”, puesto que supone que de la riqueza generada “arriba” ( entre los ricos), algo acabará filtrándose a los de ”abajo” (los pobres).
Pero la idea de que los ricos utilizarán su excedente para invertir, y por lo tanto generar más riqueza y trabajo, no se ha visto refrendada por los hechos, como se aprecia de manera evidente en estos días: los beneficios donde suelen quedarse es en los bolsillos privados, habiéndose multiplicado por 10 en los últimos 20 años el gradiente entre directivos y trabajadores en la mayor parte de las empresas occidentales. Pero además, como muy bien argumenta Chang, si se analiza desde una perspectiva histórica, fue en los periodos en que menos se aplicó el principio de la “economía de la filtración descendente” ( en los que los ricos debían redistribuir parte de las riquezas acumuladas mediante impuestos), aquellos en los que más crecimiento económico se obtuvo en el mundo: el periodo 1950-1973. Esta edad del oro del capitalismo coincide paradójicamente con la aparición del estado de bienestar que ahora se asalta. Sin embargo desde la crisis del petróleo de los 70, ha sido el pensamiento decimonónico liberal el que ha ido imponiendo sus tesis, incluso en gobiernos aparentemente progresistas ( Blair fue un buen ejemplo): menos estado, menos impuesto para los ricos, menos prestaciones sociales, más desigualdad.
La relación entre desigualdad y salud está sobradamente demostrada, siendo de hecho su principal determinante en una sociedad. Hace unos días Michael Marmot escribía en JAMA: “dada la relación entre la política económica y social y la salud , todos los ministros deberían verse a si mismos como ministros de salud”. Marmot pone el ejemplo del gradiente en esperanza de vida ( 17 años) existente en Londres entre diferentes zonas geográficas con muy distintas condiciones socioeconómicas: y estamos hablando de un país rico. Inequidades resultado, en sus propias palabras de “ acuerdos económicos injustos, pobres políticas y mal gobierno”. En definitiva, lo que padecemos hoy.
Wilkinson y Pickett señalaban en su The Spirit Level que el crecimiento del PIB es un deficiente indicador de la prosperidad de un país, puesto que la mayor parte de ésta depende precisamente de su capacidad de reducir las desigualdades sociales. Países como Alemania y Japón, con sistemas sociales muy distintos, tienen muchos menos problemas sociales que el Reino Unido o Estados Unidos precisamente porque la distancia relativa entre el 20% más rico y el 20% más pobre es mucho menor. En estos últimos, es precisamente la brecha entre ricos y pobres la causante de que haya más población reclusa, más problemas de salud mental o más mortalidad ( también entre los ricos).
Hace unos días escuché en una mesa redonda en la que participé el argumento de que los asistentes podían estar tranquilos respecto a la aprobación del Real Decreto Ley 16/2012 del actual gobierno español, porque no afectaba a ninguno de los ya presentes. Afectaban “ a otros”; los otros son los que no tienen derecho a la asistencia. Por ello no sobra recordar las palabras de Bauman al respecto: “ es errónea la idea de que la búsqueda de la buena vida y la felicidad sea una actividad autorreferencial; que la esperanza de que uno puede hacerlo solo, repitiendo la proeza del barón de Munchhausen de zafarse del barro tirando de su propia peluca, es un error fatal que pone en entredicho la finalidad de la egolatría y el egococentrismo”.
Con la exclusión perdemos todos, incluso los ricos.
(Viñeta de El Roto en El País)
Muy bien por el post y por la magnifica sesión de ayer en Tekuidamos. Gracias por generar conocimientos.
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