Gracias a la inestimable colaboración de los colegas de la Sociedad Brasilera de Medicina de Familia e Comunidade, Nulvio Lermen Jr y Thiago Gomes Trindades , (presidente y vicepresidente de la misma), pude visitar hace unos días la Clínica da Familia de Gardenia Azul, en Jacarepaguá, en la subprefectura de Barra ( Río de Janeiro), a solo unos pasos de la Ciudad de Dios inmortalizada por la película de Fernando Meiralles.
Es un centro precioso, de una sola planta, en el que según se entra uno recibe la atención del agente comunitario de su barrio: Lagoas, Ixora, Vila-Nova Esperança,Vitôria, Rubia. El centro es de nueva construcción, de una sola planta, en el que las fotografías que cuelgan de los grandes pósters que decoran el patio no son modelos de algún anuncio farmacéutico de sonrisas profiden, sino los propios vecinos que utilizan habitualmente el centro y no tienen aún derechos de imagen que comerciar. Las consultas no tienen nada que envidiar a ninguna consulta de centro de salud español, dispuestas siguiendo los estándares de comunicación centrada en el paciente; eso sí, ven algunos pacientes menos que en España cada día. Cada uno de sus médicos tiene asignada la atención a alguno de los cinco barrios en que se distribuye la población, perfectamente sectorizada; en cada uno de ellos trabajan también unos cinco agente comunitarios, y una enfermera.
El centro está perfectamente informatizado, pero a diferencia de otros programas informáticos españoles, cada médico puede explotar los datos que necesita o busca, sin tener que solicitar por escrito autorización alguna para ello a los hombres de gris de la organización.Aún así, mantienen unos preciosos paneles a la vista de los pacientes de cada consulta, y también datos generales de actividad y cobertura en el vestíbulo del centro: una cosa no quita la otra, y los registros manuales siguen siendo perfectamente compatibles con los electrónicos: de esta forma, de un vistazo puede saberse como va la identificación de pacientes diabéticos, o si hay mayor incidencia de tuberculosis.
El sistema sanitario español se desentendió de la orientación comunitaria en cuanto se hizo moderno, siguiendo las modas anglosajonas de los 90: cuando se empezó a hablar de carteras de servicios, productos y orientación al usuario-cliente. Algunos siguen en ello: Richard Armstrong , Head of Primary Medical Care del NHS hablaba en el Seminario Internacional de Atençao Básica (al que me refería en el último post), de las nuevas necesidades de los usuarios modernos que quieren ser atendidos en el centro comercial entre que se toman un Big Mac y compran una espantosa camisa de flores. Ignora que lo que determina la efectividad de un buen médico de cabecera es conocer a lo largo del tiempo a los pacientes, algo que ya demostró científicamente Knottnerus en 1991: podremos discutir si el médico regular deba estar al lado de la casa, del trabajo o del gimnasio (nuevo ágora del acicalado cosmopolita moderno) , pero no de la necesidad de disponer de un médico que nos conozca bien, base imprescindible para que nos oriente bien.
En España, reducida la orientación comunitaria a “pequeñas aldeas galas” que persisten en sus prácticas vetustas, el mayor grado de estulticia descrito es obra de una de las personas más ignorantes sobre lo que es un sistema sanitario en general y la atención primaria en particular: se llama Esperanza Aguirre, gran interesada en el fomento de la economía centrada en el casino. Su gran aportación a la salud pública fue convertir a la Comunidad autónoma de Madrid en un área única, donde pudieran quedar definitivamente diluidas las desigualdades en salud, las diferencias en asistencia, las variaciones en morbilidad según cada zona geográfica. En las que pasaron al olvido las intervenciones en problemas que no solo afectan a un individuo sino a buena parte de la comunidad de la que forma parte.
A cambio de ello un estrafalario ciudadano de Cercedilla podría elegir un médico de familia de Perales del Río, a cerca de 100 kilómetros de distancia. A eso le llaman algunos orientación al cliente. Mientras tanto en Gardenia Azul seguirán preocupándose por cada uno de los pequeños barrios a los que atienden. Esperemos que por muchos años.
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