Raymond Tsai estudia medicina en Stanford. Está en cuarto
año. Y comenzará la especialidad de medicina de familia en UCLA el año próximo.
Raymond escribió un post en el blog de la universidad, en el que explicaba por
qué había escogido medicina de familia.El post ha sido incluido también en Future of Family medicine, ligado al movimiento de #FMRevolution
Su familia es de origen taiwanés y es fácil imaginar los
sacrificios que debió comportar que el joven Raymond consiguiera hacer la
carrera de medicina, y en especial en Stanford. Para él su elección era en cierta forma la más lógica;
congruente con un pasado de trabajo relacionado con la atención primaria y la
salud pública antes de comenzar los estudios en la escuela de medicina. Sin
embargo para sus padres la elección no podía ser un despropósito mayor: "si la gente elige una especialidad para ganar dinero, ¿por qué tu no? ¿por qué
tirar a la basura años de trabajo y esfuerzo?"
De forma que a Raymond no le quedó más remedio que justificar
una decisión que generaba tanta decepción. Les habló de la necesidad de
intervenir para cambiar la conducta de las personas hacia hábitos de vida mucho más
saludables , de la limitación de recursos de los sistemas sanitarios y
su imposibilidad de atender a todas las demandas de la población, de la
importancia de la atención primaria para poder hacer el sistema sostenible…De
forma que los padres quedaron aún más perplejos, en este caso ante la
envergadura de los problemas a los que quería dedicarse su hijo: " hay ya un
montón de gente muy inteligente intentando solucionar esos problemas sin
encontrar una solución. ¿qué te hace creer que tu lo vas a poder lograr?. O
dicho con otras palabras, , ¿eres suficientemente inteligente para poder ser
médico de familia?"
El estudiante de Stanford no es un iluso, es consciente de
la complejidad del reto. Pero renunciar a algo por la dificultad que comporta
no parece que sea la mejor solución para cambiar las cosas; como él dice, "si te tapas los oídos dejarás de oír la
alarma de incendios, pero eso no significa que no haya fuego".
Importa mucho identificar la envergadura del trabajo de cara
a darle significación. Si
consideramos el trabajo del médico de familia como una actividad rutinaria y
accesoria, consistente en ver catarros, mandar paracetamoles y extender recetas es muy difícil que
consigamos convencer a nadie de que nuestro trabajo es fascinante. Es casi
imposible cambiar la idea social de que el médico que triunfa es el que hace
transplantes de cara o de células madre , si tu mismo no crees que es igual de
importante. Y aún menos, convencer a un estudiante o un residente de que su
elección fue la acertada.
No se trata de negar la evidencia: del hecho de que en este
país los estudiantes identifican
la medicina de familia como una de las especialidades más atractivas pero luego
no la eligen, de que los responsables políticos se llenan la boca de
exaltaciones a la especialidad en la inauguración de congresos, para priorizar
después en la construcción de hospitales, que seguimos haciendo naderías porque
al final las naderías son más
cómodas …
Pero para convencer a una sociedad que asimila la medicina a
la tecnología y no a la complejidad del abordaje del sufrimiento de un ser
humano, quizá habría que empezar
por convencernos a nosotros mismos de que hay que ser muy inteligente
para poder ser un médico de familia. Por lo que parece , hay estudiantes que
están convencidos de ello.
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