Si Reino Unido alcanza siempre buenos resultados en todas las comparaciones internacionales ( la más reciente, el estudio de la Commonwealth Fund de 2014), en gran medida se debe al papel esencial que ha desempeñado siempre el médico general británico en su sistema sanitario. Martin Marshall realiza una interesante revisión sobre éste en el número de esta semana de New England , lo que llama “la preciosa joya de la corona” del NHS. Su contribución se realiza en tres ámbitos sucesivos: en primer lugar atiende la mayor parte de las necesidades de los pacientes, con especial atención a los que tienen múltiples condiciones, agudas o crónicas ( a ver cuando se enteran los “cronicólogos” de este país que la medicina de familia es la mejor inversión para atender ese término tan cursi como es el de la “cronicidad”). Su segunda gran aportación se realiza precisamente en el ámbito comunitario, papel clave para actuar frente las inequidades en salud. Y finalmente, es sobradamente conocido ( casi ya aburrido) que la existencia de médicos generales altamente cualificados convierte a los sistemas sanitarios en más eficientes, puesto que evita el uso de servicios innecesarios y protege a los pacientes del sobrediagnóstico y sobretratamiento.
Sin embargo también allí, y pese a los cantos de sirena que representa el modelo de los Clinical Commissioning Group, los políticos sanitarios de turno ningunean a la medicina general. Los problemas son muy similares a los nuestros: cada vez menos tiempo por pacientes, cada vez más frecuentación ( aún asi lejos de la nuestra, puesto que ha pasado de 3.9 en 1995 a 5.5. en 2009), pero a la vez consultas cada vez más complejas y difíciles como tan bien ha descrito Tomlinson. Cada vez más actividad , antes prestadas en otros dispositivos del sistema pasan a ser realizadas en atención primaria, pero sin embargo nunca se acompañan de la transferencia correspondiente de fondos. También en Inglaterra la financiación de atención primaria se ha reducido en un 8% desde 2006 , cuando el presupuesto global del NHS se ha incrementado en un 18% en el mismo periodo. En estas condiciones no es extrañar que haya disminuido un 15% la demanda de plazas de formación en medicina general, y aumenten las demandas de jubilaciones anticipadas, algo muy grave en un país donde la medicina general ha gozado siempre de un prestigio mayor entre la población que buena parte de las especialidades.
Marshall se sorprende de que buena parte de las propuestas de reforma del sistema sanitario procedan de un sistema sanitario ( americano) caracterizado por su continuo despilfarro de recursos, su elevadísimo coste ( el mayor del mundo), sus deficientes resultados en salud y su ausencia de cobertura sanitaria alguna para 60 millones de su población: integraciones verticales dirigidas desde los hospitales, introducción de organizaciones con ánimo de lucro, externalización de servicios a pacientes complejos. Muchas de las cuales son también fomentadas por tantos entusiastas de la “cronicidad”.
Marshall no discute en modo alguno la necesidad de cambios en el sistema sanitario británico. Pero cualquier cambio, cualquiera, debe basarse en el mantenimiento y refuerzo de los principios y valores que han hecho grande y efectiva a la medicina general y a la atención primaria.
En Inglaterra hay elecciones, al igual que en España , a la vuelta del verano. Ya hablamos en su día del manifiesto elaborado por el Royal Collage of General Practice ante las elecciones: en él se exige un nuevo acuerdo respecto al ejercicio profesional que pasa de entrada por aumentar significativamente la inversión en Atención primaria y aumentar en 8000 las contrataciones de médicos generales en el sistema, junto a un aumento también sustancial de las contrataciones de enfermería y matronas. El sistemático estrangulamiento de la Atención primaria por parte de todas las comunidades autónomas en España , además de miserable , es de una cortedad de miras para la sostenibilidad del sistema impresionante.
Cada año se realizan más de 243 millones de consultas médicas en atención primaria y más de 131 millones de enfermería. Muchas atención que depende de profesionales sistemáticamente maltratados por las administraciones sanitarias de este país. Éstas sólo son capaces de escuchar los meses previos a unas elecciones. Los profesionales de atención primaria británicos tienen muy claro que es el momento de hacerles saber a sus políticos, por todos los medios a su alcance, que las cosas no pueden seguir así. Nosotros seguimos durmiendo.
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