En la
fotografía de Jill Furmanovski se observa la reacción del público ante una de las mejores
actuaciones de Oasis, cuando todavía el éxito no les había trastornado. Acababan
de volver a Maine Ground, el hogar de sus amados Manchester City. Como señalaba
Hannah Booth en The Guardian , lo interesante de esa foto es que todo el mundo
está en “ese” momento, sus ojos puestos en lo que estaban cantando los
Gallagher. Hoy, veinte años después, esto sería imposible. En uno de los
últimos conciertos de Jake Bugg, Booth señala que nadie le estaba mirando. Los
que estaban delante estaban entretenidos en hacer fotos para subirlas
inmediatamente a Facebook o enviarlas por Twitter.
Jonathon
Tomlinson recuerda este artículo de Booth a propósito de la tendencia creciente
entre pacientes británicos a grabar las consultas con sus médicos. Aquí aún no
ha llegado, pero posiblemente sea cuestión de tiempo que nos encontremos con
ese reto añadido. Pero lo que sí está sobradamente implantado es una forma
paralela de distracción de lo que verdaderamente importa en las consultas. De
la misma forma que ya nadie contempla simplemente lo que su artista favorito
interpreta sobre un escenario, casi nadie centra su atención
en lo que el paciente expresa a través de sus manos, su gesto o su voz. El
Facebook de las consultas se llama Historia clínica electrónica, el muro donde
andamos deseosos de subir cualquier dato que sea del agrado del Gran Hermano,
quien responderá con incentivos si cumplimos adecuadamente sus deseos.
Paul Haidet, del Houston Center for Quality of Care and
Utilization Studies, public en 2007 un maravilloso artículo sobre la relación
del jazz con el artee de la medicina. Haidet, DJ en sus ratos libres y
estudioso del tema, abogaba por la necesidad de improvisación durante el
encuentro clínico, esa improvisación de la que tanto abominan los partidarios
de amarrar el comportamiento de los médicos a guías, protocolos y procesos
varios.
Aunque se conozca sobradamente que una buena comunicación es
la mejor garantía para reducir errores, generar confianza y mejorar la
satisfacción de los pacientes, todas las medidas destinadas supuestamente a
mejorar la atención lo que realmente suponen es una continua limitación de esa
comunicación. En palabras de Haidet “ los médicos generalmente necesitan
improvisar cuando se enfrentan a narraciones personales y únicas de sus
pacientes. La improvisación guía el proceso de toma de decisiones momento a
momento ( qué decir a continuación, como estructurar cuestiones particulares,
que hilo segur, cuando interrumpir y cuando dejarle continuar)”.
Algo, como se ve, bastante difícil de conseguir a través de
la lealtad perruna al algoritmo de turno.
Haidet analiza la comunicación a través de la improvisación
desde tres ámbitos: como un acto, como una cualidad y como un evento.
Analizaremos hoy el primero.
Es conocida la forma entre despectiva y genial con la que
Miles Davis respondía. Miles revolucionó la forma de tocar la trompeta en el
jazz por el uso magistral de sus silencios. En sus propias palabras “Tío, no
tienes que tocar un montón de notas, solo las precisas”. A diferencia de otros músicos
empeñados en tocarlo todo, Miles con sus silencios creaba el espacio necesario
para que se escuchara la música en su totalidad , no solo su trompeta. De la
misma forma que en el jazz, hay médicos empeñados en tocar todas las notas,
convertir el encuentro con sus pacientes en un interrogatorio para que el detenido
conteste en monosílabos. Así suponen que la consulta durará menos, cuando es
justo lo contrario (omo demuestran diferentes trabajos en que si se no se
interrumpe al paciente, éste no suele emplear más de dos minutos). Crear espacios
para que el paciente exprese sin cortapisas su narración es uno de los
instrumentos médicos más potentes ( eso sí, sin reconocimiento en ningún modelo
de acreditación).
Ese espacio, para Haidet es multidemensional. Incluye
parámetros de comunicación , como el silencio ( del médico en proporción al
silencio del paciente en cada encuentro), la latencia (el tiempo transcurrido
entre el final de la intervención del paciente y el comienzo de la del médico),
o el ritmo ( el número de palabras pronunciadas por minuto). Los parámetro
narrativos incluyen a su vez el cuidado en la aplicación de los cambios de tema
, las interrupciones o las limitaciones a la expresión libre del paciente.
Si de verdad se trata de comunicarse, la generación de
espacios, ya sea en el jazz o la consulta es indispensable. Si de lo que se
trata en cambio, es de satisfacer las exigencias del Gran Hermano ( ya sea éste
Facebook o la historia electrónica) obviamente no.
Preocupante lo que dices sobre posibles grabaciones en consulta. No me extrañaría nada. Hemos entrado en una época tan narcisista como vigilante. Atrás quedaron los horteras que grababan todo (incluso sus patéticas “gracias” o las de sus hijos) en video.
ResponderEliminarAhora estamos en la época de los móviles (creo incluso que se podría nombrar realmente así una era o micro-era) que permiten no sólo mostrar instantáneamente la playa en la que estamos, la cerveza que bebemos o demás chorradas, siendo la máxima el selfie del propio suicidio accidental. También la vigilancia de todo lo que ocurre y en eso se parecen, como tan atinadamente expresas, a la historia clínica electrónica.
¿Por qué algo que debiera ser bueno facilita tanto la estupidez y, lo que es peor, la vigilancia generalizada de todos y por todos? Supongo que en beneficio del enfoque Big Data desde el que los que siempre mandan no tienen necesidad alguna de ningún autoritarismo clásico con su Stasi. La Stasi hoy es electrónica y pretendidamente por el bien de todos.
Soy pesimista, Sergio. Admiro tu blog, pero creo que La Medicina se ha vuelto loca.
Muchas gracias Javier
Eliminarsi, en cierta forma la medicina se ha vuelto loca, y sobre todo laa pérddidaa dde referencia sobre lo importante y lo accesorio
El riesgo de convertir todo el observaablee, graabaable y ppublicable creo que aun no somos capaces de calibrarlo
Un abrazo