El control
exhaustivo de la presión arterial es de los parámetros que más satisfacen al clínico
dócil y crítico; un indicador que hace las delicias del gestor cuadriculado, deseoso
de encontrar mediciones fáciles con las que rellenar interminables hojas de Excel.
Durante décadas en
España médicos y enfermeras nos hemos entretenido en capturar a lazo a
pacientes bien mandados, a los que tomar la presión una y otra vez. A ellos
también les gusta, puesto que con ello tienen después tema de conversación para
media tarde en el bar o en el parque mientras juegan al dominó con sus vecinos:
- “ hoy ando por 170/ 120.
-¡ Pero que me dices¡, ¿Y
no fuiste a urgencias? Ten cuidado Paco, que con esas cifras a mi Pepe le
ingresaron"
En
el apasionante mundo de las cifras
tensionales, superar las cifras de 180/110 mm de mercurio activa todas las
alertas del sistema: la administración de fármacos sublinguales, la movilización
de ambulancias con rumbo a urgencias, y a menudo el ingreso.
Kristina Patel y un
equipo de investigadores del departamento de Medicina Interna de la Cleveland
Clinic Foundation han estudiado la prevalencia de la urgencia hipertensiva , los resultados de la intervención médica en estos
pacientes, y la evaluación de si la derivación de estos pacientes al hospital
mejora realmente su pronóstico.
La urgencia
hipertensiva ( entendida como
presión asistencial sistólica mayor o igual de 180 y/o presión diastólica mayor o igual a 110) es
frecuente. En este estudio de cohorte retrospectiva de 6 años ( 2008-2013) un 4,6% de los pacientes atendidos en
medio ambulatorio ( 59.836 de 2.199.019) lo presentaron. La tasa de eventos
cardiovasculares mayores ( síndrome coronario agudo o accidente
cerebrovascular) fue en cambio muy bajo, y además no había diferencias en
función de si hubiese sido ingresado o enviado a su casa. Visitar la urgencia
del hospital se asociaba con un mayor índice de hospitalización, pero en modo
alguno con mejores resultados. Y por cierto, a los 6 meses la mayoría de los
pacientes seguían con la presión arterial descontrolada ( más del 60%).
Como siempre es muy
interesante leer en el JAMA Internal Medicine el comentario de Iona Heath al trabajo de Patel.
Para empezar, los servicios sanitarios que instan con palos y zanahorias a los
clínicos a clicar parámetros en sus historias clínicas, y a la vez se
escandalizan del incremento del coste sanitario deberían empezar a pensar que
quizá una cosa lleve a la otra: en el estudio de Patel se realizaron 748 pruebas
diagnósticas, y en solo 41 (5,5%) se encontraron resultados anómalos. Todos los
60 TACs realizados fueron normales,
procedimientos que no son en modo alguno baratos ( al margen de la
radiación que suponen para los pacientes,
y que como ya sabemos no es pequeña.
Escribe Iona: “ es
momento de reconocer que la enfermedad en ausencia de síntomas puede ser un
fenómeno completamente diferente de la enfermedad sintomática, o como escriben
Hoffman y Cooper, debemos reconocer la enorme diferencia entre una enfermedad
que se presenta clínicamente y la misma enfermedad que es descubierta solo
porque nos empeñamos en buscarla”.
En su comentario,
establece claramente la diferencia entre una “emergencia hipertensiva” (
síntomas y signos de encefalopatía hipertensiva coincidentes con altas cifras
tensionales) , una presión arterial alta (factor de riesgo, que no enfermedad)
, y una “urgencia hipertensiva” ( una entidad ilusoria, posiblemente no más preocupante que una toma aislada de presión arterial alta).
Si realmente la principal preocupación para políticos y
clínicos es la de mejorar la salud , deberían empezar por dejar de participar
en el juego de incentivar conductas que no suponen ningún beneficio y generan
un coste innecesario. entre las que el ensañamiento con los parámetros
biométricos de los pobres pacientes es uno de los mejores ejemplos.
No resultará
sencillo: al fin y al cabo hay muchos clínicos interesados en seguir
encontrando una forma fácil de aumentar sus ingresos , o de visitar ciudades
agradables a cargo de la industria en los congresos de sus sociedades
“científicas”.
En cualquier caso es
contundente la afirmación con la que la Dra. Heath termina su artículo: “ para
el clínico en ejercicio, el estudio de Patel et al aporta la tranquilizadora
confirmación de que es mucho más probable que tenga una condición grave que requiera intervención la
gente enferma que la gente sana.”
Parece obvio, pero
no lo es.
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