La Tarasca es una de las fiestas más indescriptibles que en
España existen. La víspera del Corpus (en un día que es laborable pero en el
que se trabaja solo hasta las 12), una procesión recorre la ciudad de Granada
detrás de un maniquí subido a
lomos de un dragón: el vestido que luce dicta la Moda de la temporada,
encargada a uno de los prestigiosos diseñadores de la ciudad.
Un amigo me contaba hace unos días en Madrid la realidad
diaria de la Atención Primaria en el servicio regional en el que trabaja. Creo que , con matices, puede
extrapolarse a buena parte de las organizaciones sanitarias. Mi amigo es un
buen médico, de esos a los que le recomendarías a tu madre: bien formado, que procura
mantenerse actualizado,, de los que sigue creyendo que el paciente no es el
enemigo. Pero reconoce que desde hace ya tiempo su trabajo está ampliamente
condicionado por lo que llama “ El indicador”. Cada año, en alguno oscuro
despacho de su comunidad autónoma, alguien (posiblemente con amplio
conocimiento sobre el tema) decide la moda de la temporada como si fuera el
vestido de la Tarasca: qué se va a llevar esta temporada en materia de antidiabéticos, hipnóticos, ansiolíticos, hipotensores o
antidepresivos. Como los buenos diseñadores cambian la colección casi cada año. En forma de contrato, acuerdo o como se le
quiera llamar, llega a los profesionales la amable indicación de lo que tienen
que hacer. Sobre el papel se mantiene su libertad de actuación: no es
obligatorio conseguir que el 100% de los pacientes atendidos tomen el ansiolítico
indicado ( por Dios, hay que dejar especio al criterio clínico), pero se le
aproxima mucho.
El jefe de su centro es también un tipo cabal. Es también
buen clínico y conoce la complejidad de atender pacientes. Pero cada año
informa a sus colegas de lo que “hay que hacer”. Con regularidad germánica, competentes técnicos de farmacia
elaboran informes de rastreo individual en que se informa pormenorizadamente a
cada médico del 100% de su prescripción. Se le alerta de que marcha por debajo
del estándar en el indicador de
benzodiacepinas, o que se encuentra por debajo de sus compañeros de centro (o
de toda la comunidad autónoma) en el fármaco de primera elección para el
tratamiento de las hipercolesterolemias. Al Gran Hermano , sin embargo, le
importa un bledo que no haya evidencia contrastada de que estos fármacos sean
efectivos en prevención primaria de eventos vasculares; ni tampoco que por cada255 tratamientos con estatinas segenera una diabetes. Eso al controlador no le preocupa. Le que le interesa es
el gigantesco Excel, en que se han ido convirtiendo los sistemas sanitarios, y
desde el que puede vigilar a la
totalidad del sistema.
Según me cuenta mi amigo, el problema no es solo el dinero.
Por supuesto una parte de la
retribución anual depende del ajuste al indicador. Pero la influencia va mucho
más allá: del cumplimiento depende las opciones que se puedan tener ante una
futuro contrato indefinido ( el término interinidad ha quedado ya proscrito), o
traslado o comisión de servicio. De tu sumisión al indicador depende en definitiva la valoración que de ti
tenga el ente anónimo para el que trabaja, al que no se le asocia cara alguna,
pero del que depende tu valor en el sistema.
Mientras hay entes secretos amantes de la evidencia que determinan cual es el
ansiolítico correcto, no lo hay en cambio para evaluar las “ocurrencias”
organizativas que se aplican sin la más mínima valoración previa. Y las pruebas
sobre modelos de incentivos ligados a desempeño, efectividad de protocolos
clínicos, modelos de áreas integradas o de estratificación de crónicos es muy
endeble. Pero en este caso no hay indicadores; basta que lo decida el responsable de turno para que
se lleve a cabo
Ante el cuestionamiento a la efectividad de los protocolos
que escribía hace unos días , Rafa Cofiño respondía en su comentario: “Las
administraciones llegarán tarde y con una estructura tan anquilosada que cuando
las herramientas de bricolaje más o menos estén ya montadas, una nueva
editorial del BMJ dirá que el tiempo del bricolaje se ha acabado y que ahora lo
que es necesario es la Medicina Contraintuitiva basada en el Pestañeo.Y
comenzará un nuevo ciclo económico que alimentará durante unos años a
intelectuales, sociedades científicas, consultoras, blogueros y administraciones…”.
En mi modesta opinión lo que está en juego desde hace 20
años no es cual será la nueva moda que sustituya a la anterior, sino si el
ejercicio de la atención sanitaria debe ajustarse a los parámetros industriales
o no. No necesitamos “una nueva moda” sino ser tan coherentes a la hora de
implantar innovaciones organizativas como somos para exigir el cumplimiento de
indicadores. Algunos llevan predicando en el desierto veinte años sobre las
limitaciones de los protocolos y los modelos de indicadores para abarcar la
complejidad de la práctica clínica ( en España Juan Gervas es buen ejemplo de
ello). Las opiniones de gente como Trisha Greenhalgh y Margaret McCartney para
mi no son las de cualquier editorialista del BMJ de turno, entusiasta de la
última moda. Son personas que a partir de las pruebas existentes ( y en algunos
casos habiendo sido personas relevantes de la MBE) llevan años alertando de sus
excesos.
Concluye Cofiño: “A ver si nos ponemos manos a la obra de
una puta vez”. Coincido. Pero no de cualquier cosa ni a cualquier precio.
"The quest to make policymaking ‘fully evidence based’ may actually not be a desirable goal, as this benchmark arguably devalues democratic debate about the ethical and moral issues faced in policy choices."
ResponderEliminarTrisha Greenhalgh: "How to read a paper" (5ª ed)
La solución del problema está en otra parte.