“A mí me han pagado por contar lo que aún no era ni
había sido, lo futuro y probable o tan solo posible-la hipótesis-, es decir,
por intuir e imaginar e inventar; y por convencer de ello”.
Tu rostro mañana. I. Fiebre y lanza. Javier Marías.
En 1989 Nigel Mathers y Paul Hodgkin escribieron
un cuento en el BMJ que acabó convirtiéndose en un clásico de la revista: se
llamaba Thegatekeeper and the Wizard: a fairy tale ( El
portero y el mago, un cuento de hadas) y describía, a través de una
historia medieval,la relación entre generalistas y especialistas en Reino
Unido.
Esa historia de monarcas y chambelanes, serenos y
brujos, fue acompañando la evolución de la situación de los médicos generales
británicos a lo largo de los últimos 27 años, cuando comenzaba la instauración
del mercado interno de Margaret Thatcher (The
gatekeeperand the Wizard revisited) , tras la implantación de la
experiencia de los médicos generales gestores de presupuestos ( The
gatekeeper and the Wizards; of castles and contracts),
y ya más recientemente tras los estragos de los gobiernos laboristas de Blair y
Brown (The gatekeeper and the wizards, redux), una
nueva época en que se cuestionaba la necesidad del papel del “portero” y se
reconocía que buena parte de los médicos prefieren otro tipo de ocupaciones ,
más cómodas y lucrativas que la de generalista.
Esta semana, en el número de Navidad del British, uno
de los autores iniciales de la saga, Paul Hodgkin, ya retirado, describe
las peripecias a las que se enfrenta aquel “sereno” medieval , en la
era digital.
Y aquel “sereno”, que lleva toda una eternidad
dedicada a la complicada y nunca suficientemente ponderada tarea de discriminar
quienes necesitan realmente ser atendidas por el “mago” y quienes deben ser
protegidos frente a su intervención, comienza a dar síntomas de agotamiento, en
especial cuando su principal ocupación ha devenido en convencer a sus
pacientes de que realmente no tienen ninguna enfermedad por las que deban
ser atendidos.
A la manera de aquellas viejas aduanas que regulaban
el tránsito de personas entre países y que un buen día fueron avasalladas por
autopistas interestatales, el rol profesional y las responsabilidades
diagnósticas de los generalistas van siendo progresivamente sustituidas por
todo tipo de algoritmos, procesos, o protocolos destinados a homogeneizar
industrialmente la “desorganizada” práctica de la medicina. Paradójica
situación, pues mientras hay evidencias sobradas sobre la efectividad y
eficiencia del papel de filtro, no existen respecto a la aplicación de
protocolos, vías o procedimientos diversos.
En busca de respuestas a su desconcierto, la
desesperada “gatekeeper” descarga en su móvil una nueva app epistemológica:
ésta le informa que el problema principal es que el conocimiento ha cambiado:
si en el pasado debía principalmente filtrar y seleccionar,en el futuro ese
filtro “cuanta más información disponible esté a un solo clic, menos excusa
tendrá de no haberlo chequeado”. Expresiones del tipo “ no sé lo que
usted tiene pero sea lo que sea no es grave”, serán cada vez menos
toleradas por los usuarios, los que acudirán a las consultas pertrechados de
los retales de información que hayan podido encontrar en un foro de Internet, o
en la página web de una institución de prestigio.
En este
contexto en que tan poco se aprecia la importancia de gestionar con sensatez la
Incertidumbre,dos
poderosos argumentos siguen dando sentido a la existencia de un “
portero” en los sistemas sanitarios. El primero tiene que ver con aquello
que ninguna máquina o instrucción podrá sustituir nunca: la generación de
un espacio de comunicación entre humanos, en busca de la recuperación de
ese “ser”, de ese “yo” único e irrepetible que se está perdiendo en los
sistemas sanitarios, como comentaba el Manifiesto británico al que nos
referiríamos hace unos días:
“Cuando las
hordas de algoritmos, avatares y respuestas robotizadas comenzaron a lanzarse
contra la puerta de la consulta, su única defensa sería saber exactamente
qué era lo que sólo los humanos podían dar a los humanos”.
La segunda
es inédita:la ampliación de las funciones del “portero” de filtro a traductor,
en un mundo en el que el antiguo mantra de lo “bio-psico-social” se va
sustituyendo por una complejísima interacción de la genética, las condiciones
ambientales y el entorno social en que viven las personas. La capacidad de
“anticipar”, ayudando a entender lo que quizá el futuro depare:
“Entre los
bastidores de nuestra vida está la persona en la que nos convertiremos. Tal vez
la persona en la que nos convertiremos no será un “filtro” sino un “traductor”,
situado en la frontera entre el antiguo entendimiento de lo que éramos y el
nuevo de aquello en lo que nos convertiremos. El último enlace del viaje
clínico, en lugar del primero”.
Un
nuevo rol en suma para el generalista, convertido en una especie de Deza, el
protagonista de la novela de Marías, dedicado a ser “intérprete de vidas”,
traductor de “ sus deducibles historias, no pasadas sino venideras, las que
aún no habían ocurrido y podían por tanto impedirse”.
La complejidad de la consulta ,aun en el evento que pueda parecer lineal, es tal, que alguien tiene que gestionar la incertidumbre como dices y esa complejidad caótica que son los padecimientos de los seres humanos.
ResponderEliminarEsa figura aglutinadora es el MEDICO GENERALISTA DE CABECERA DE FAMILIA, ese en el que confias que integre y dimensione todas tus necesidades de cuidado y que valora si precisas cuidados del segundo nivel.
Recibe y coordinalas respuestas cientificas y tecnologicas que otras especialidades te han dado con tus caracteristicas, con tus miedos, tus problemas familiares, trabajo,..etc y que le hace ser el ESPECIALISTA EN TI.
Felicidades una vez más por tu post. Un placer revisar siempre las bases de nuestra especialidad.
muchas gracias a ti Manuel. Es muy interesante ese enfoque que aportas de aglutinados, alguien con el conocimiento, la habilidad y sobre todo las ganas de verdad de integrar lo que las parcelas de la medicina aportan. Algo que no es nada fácil por cierto
Eliminar