Uno de los signos más evidentes de la perdida de dignidad
profesional es la ausencia de respuesta ante la imposición de condiciones o
requerimientos insensatos por parte de la institución para la que uno trabaja.
Cuando una organización establece sus objetivos o normas de
funcionamiento, éstos no pueden ser simples impulsos u ocurrencias, sino que
deben cumplir unos principios mínimos de factibilidad, proporcionalidad y
coherencia. Cuando esto no ocurre y los profesionales aceptan sumisamente tales
exigencias sin rechistar, cabe temer que ese grupo profesional se
encuentre profundamente enfermo.
En el libro de William O Cleverley, Williams y Pearl hace más de 25 años ya enunciaron las
características imprescindibles que deben cumplir los sistemas de incentivos a
individuos para que puedan ser mínimamente efectivos: y entre ellos citaban la
independencia de los trabajadores (que los resultados de un trabajador no
puedan verse afectados por los de otros), la identificación de la contribución
individual a los resultados o que el trabajador perciba disponer de control sobre sus
resultados.Un objetivo impuesto,en el que esto último no se produce, no
solo es abusivo, sino que además será muy poco efectivo.
El Foro Andaluz de Atención Primaria (FoAAP) analizaba recientemente
en un riguroso documento el Contrato de Gestión para Unidades de Gestión
Clínica (UGC) de Atención Primaria del
Servicio Andaluz de Salud para el año 2017 , en el que proponen abrir un
proceso de reflexión crítica sobre el mismo, dada “la ausencia de evaluación sobre sus
resultados, su carácter vertical sin apenas posibilidad de discusión y
aportación de los profesionales; su arbitrariedad dado que la mayor parte de
los objetivos e indicadores carecen de evidencias científicas que lo sustenten;
o su número extraordinario de objetivos/indicadores”. Además de ello
identificaban algunos indicadores que incumplen
de forma evidente esos mínimos requerimientos que son exigibles a un sistema de
incentivos que señalaban Williams y Pearl: objetivos como el control del
absentismo ( sin capacidad real de gestión de personal),la adecuación de la
frecuentación media de los usuarios ( de una variabilidad asombrosa según países), la disminución del número de derivaciones
( de la que nos hemos aburrido de hablar aquí), la reducción de la mortalidad
intrahospitalaria por ictus, o la disminución de la tasa de reingresos a los 30
días por cualquier causa, entran de lleno en el terreno de lo grotesco, ante
la falta de evidencia científica del
objetivo marcado o de control sobre los resultados que pueda tener el
profesional.
Pero dentro del general desatino hay un objetivo especialmente inaudito: es el que insta a disminuir el número de los pacientes de la UGC de atención primaria que acuden a las urgencias hospitalarias con prioridades 4 y 5 y no ingresan; es decir los que nunca deberían haber acudido a la urgencia de hospital por su motivo de consulta.
Pero dentro del general desatino hay un objetivo especialmente inaudito: es el que insta a disminuir el número de los pacientes de la UGC de atención primaria que acuden a las urgencias hospitalarias con prioridades 4 y 5 y no ingresan; es decir los que nunca deberían haber acudido a la urgencia de hospital por su motivo de consulta.
El problema del uso excesivo o abusivo de los usuarios de
los servicios de urgencia, especialmente en los sistemas sanitarios públicos,
no es local sino universal. Afecta a Reino Unido y a Chile, a Uruguay y a
España. En especial si el acceso a la urgencia no lleva asociado un coste, los
usuarios encuentran en ella una forma rápida de solucionar sus problemas de salud.
Sin duda una Atención Primaria poco resolutiva contribuye a ello; pero además hay
una variada y diversa colección de factores que participa en la generación de
esa cultura del uso indiscriminado de la urgencia hospitalaria: por ejemplo,
las abultadas listas de espera para acceder al especialista o a la realización
de pruebas complementarias ( un factor relevante en Andalucía como también
ha señalado el FoAAP); como por ejemplo la lista de espera existente en
Atención Primaria ( que por supuesto existe en todos los servicios regionales
de salud del país), derivada a menudo de la sobrecarga asistencial del primer nivel y de
la acumulación de consultas cuando un médico debe ausentarse del puesto de
trabajo por enfermedad o licencia; o como por ejemplo, y muy especialmente por
el mensaje subliminal e implícito a “la ciudadanía” de que tiene derecho a todo
sin restricciones ni condiciones, sin informarle en ningún momento que cuando
utiliza la urgencia sin un motivo urgente está perjudicando a otros pacientes
que sí necesitan una atención urgente.
En otros países (como se observa en el video) se está empezando a sensibilizar a la
población de lo que esto implica. Aquí no se ha realizado hasta la fecha
ninguna campaña de información sobre el uso adecuado de la urgencia. Se
prefiere optar por intervenciones “indirectas”, como “castigar” a los que
acuden por motivos banales a esperar horas y horas, y ahora a penalizar a su
centro de Atención Primaria si no es capaz de “educar a la población” sobre el
uso de la urgencia.
De nuevo lo más preocupante no es el hecho de que un
servicio de salud establezca un objetivo, aunque sea disparatado
como éste. El problema verdaderamente
grave es que los profesionales de Atención primaria lo acepten sin rechistar. La
gravedad de la situación de la Atención
primaria no estriba solo en el recorte presupuestario sistemático a la que se
ve sometida. Se fundamenta sobre todo en su aceptación de todo lo que le mandan de forma sumisa
y resignada.
Me pregunto cuál es comentario correcto para inducir a la rebelión. La violencia, ni siquiera mental, está socialmente aceptada, y mucho menos en un colectivo sanitario orientado vocacionalmente a hacer el bien....
ResponderEliminarMe pregunto cuál es comentario correcto para inducir a la rebelión. La violencia, ni siquiera mental, está socialmente aceptada, y mucho menos en un colectivo sanitario orientado vocacionalmente a hacer el bien....
ResponderEliminarNo es necesaria la violencia
Eliminarhay muchas formas de resistencia y cuestionamiento critico que son eficaces
Lo que hay que tener es la decisión de plantearlas
Comparto totalmente el lucido comentario. Y soy muy pesimista respecto al futuro de la atención primaria. El silencio de los corderos.
ResponderEliminarSi, es triste asistir a esa ola mayoritaria y atronadora de silencio
EliminarPor eso no podemos quejarnos de lo que tenemos
Lo hemos merecido
Solo puedo decirte que nada que decirte. Desde mi punto de vista, es cierto todo lo que aquí se dice.
ResponderEliminarDe nuevo gracias Sergio.
Añadir que por mi experiencia de años, somos un colectivo con escaso o nulo espíritu crítico, la inmensa mayoría de los compañeros con los que trabajo, es que ni se plantean una reflexión sobre la evidencia científica de los "objetivos", respecto a algo tan básico como "primum non nocere", no te cuento ya de iniciar alguna iniciativa fuera de la sumisión y resignación habitual que pueda dignificar al profesión
ResponderEliminarMuchas gracias a los dos
ResponderEliminarSi mantenemos la sumisión ya sabemos lo que nos espera
Tarde o temprano