Ayer
tarde en la ceremonia de clausura de la 6ª Conferencia de Prevención del Sobrediagnóstico
( Preventing Overdiagnosis) fue presentada a la asamblea de participantes procedentes
de los cinco continente y de más de 30 países, la Declaración de Copenhagen
firmada por los miembros del Comité Directivo de Preventing Overdiagnosis: Paul
Glasziou ( Director del Centre for Research in Evidence-Based Medicine de Bond
University), Fiona Godlee ( Directora del BMJ), Carl Henegan ( Director del
Centre for Evidence Bassed meedicine dde Oxford), Lisa Schwartz y Steve Woloshin
( co- Directores del Center for Medicine and Media de Darmouth Institute) e Iona
Heath (antigua Presidenta del Royal College of General Practitioner). La
Declaración fue aprobada por unanimidad en la Asamblea.
En ella la Conferencia de Sobrediagnóstico lamenta la ausencia
de referencias explícitas en el borrador de la próxima Declaración de Astana (la
actualización de la de alma Ata cuarenta años después), al problema del
sobrediagnóstico y sobretratamiento ( ver foto).
En la primera reunión de expertos celebrada en Ginebra en
febrero pasado ya señalé lo que, en mi humilde opinión, era un olvido no
justificable. Lo reiteré también en las sucesivas oportunidades establecidas
para enviar propuestas y sugerencias. Sin embargo a apenas dos meses de la
Conferencia Internacional de Astana sigue sin haber un reconocimiento del
problema.
El borrador de Declaración de Astana “visualiza” el “Cuidado
de salud disponible y asequible para todos, en todas partes”, así como “el Cuidado
de la salud de buena calidad que trata a las personas con respeto y dignidad".
Ninguno de esos dos dignos propósitos es alcanzable sin abordar con decisión el
problema del sobreuso de servicios sanitarios, manifestado en forma de
Sobrediagnóstico, sobretratamiento y medicalización generalizada de la vida.
Porque en primer lugar, como tan lúcidamente señalaba Julian
Tudor Hart no estará nunca asequible y disponible para todos la totalidad de
prestaciones y servicios que pude ofertar un servicio sanitario (o más bien la
industria de la tecnología sanitaria).
Porque en segundo lugar es más que
discutible que pudiera considerarse como “ cuidado de salud de buena calidad” a
buena parte de las prestaciones que actualmente brindan los servicios
sanitarios de todo el mundo, comenzando por la realización de actividades
preventivas ( fomentadas con entusiasmo en la declaración) de nulo valor para
mejorar la salud de las poblaciones y considerable riesgos la misma) , de lo
cual la práctica totalidad de los cribados es el mejor ejemplo.
Y porque, en
tercer lugar, ningún sistema sanitario que aspire a la atención universal de sus
prestaciones será sostenible sin antes abordar el despilfarro en gastos
innecesarios que actualmente tiene y que en estimaciones del Institute of
Medicine americano puede ser cercano a un tercio.
¿Será posible , como señala la Declaración, alcanzar
servicios de calidad sin dificultades financieras si entre éstos incluimos los
cantos de sirena de la medicina de precisión, la genómica y proteómica, sin
evidencia suficiente en el momento actual de su utilidad? Obviamente no, pero
no se señala de qué se está hablando en la Declaración cuando se habla de
servicios de calidad, cómo y de qué forma se establecen los límites de lo que es y lo que no es.
¿Por qué no hay interés en incluir este importante matiz en
la Declaración? Quizá porque en ésta, por el contrario sí se menciona entre los
factores que podrían facilitar el éxito en la implementación de la Declaración
de “socios y actores interesados, tanto públicos como privados” sin diferenciar
de qué tipo de socios privados estamos hablando. O quizá porque se incluye entre los factores
facilitadores del éxito a “medicinas y otras tecnologías más efectivas y
accesibles, incluyendo las diagnósticas que están ampliando la gama de
servicios de salud disponibles y asequibles que deberían incluirse en la
atención primaria. Las innovaciones en tecnología pueden mejorar el acceso a la
atención en salud, especialmente para las personas vulnerables y marginadas”.
¿Realmente es así? ¿Van a estar disponibles, especialmente, para las más
vulnerables? Y lo que es más importante, ¿ sin diferenciar entre las necesarias
y las innecesarias? ¿Qué empoderamiento
puede darse a las poblaciones si antes no se les informa de los tremendos
riesgos que supone el sobrediagnóstico y sobretratamiento, en palabras de Allen
Frances el mayor riesgo actual de los sistemas sanitarios?
Ya comentamos que no es sencillo integrar en una Declaración
todos los matices que podrían ser necesarios. Pero si de verdad se pretende
que la declaración estimula para conseguir un cambio hacia la atención universal
para todas las personas no es posible que contente a todo el mundo.
Especialmente a los que ven la salud como un negocio, una mercancía un mercadeo.
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