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viernes, 12 de junio de 2020

La "nueva normalidad (I): los niños convictos

Well I think it's fine, building jumbo planes
Or taking a ride on a cosmic train
Switch on summer from a slot machine
Yes, get what you want to if you want
Cause you can get anything

I know we've come a long way
We're changing day to day
But tell me, where do the children play?

Where do the children play. Cat Stevens/Yusuf

 Con buen criterio, el candado y la cadena clausuran los columpios hasta el fin de los tiempos. Ya se sabe que las manos van al pan, y de no ponerles freno, los niños serían capaces de meternos en otra pandemia. La medida es altamente efectiva: junto al parque de los columpios,otro tipo de parque, destinado a las personas mayores, hace tiempo que cumplió su pena; pero no lo ocupan los abuelos sino los niños proscritos que suben y bajan de los artilugios, ríen, se persiguen y se tocan como toda la vida, bajo la distraída mirada de sus padres que beben en el bar de enfrente. 

A esos niños aviesos a los que está prohibido deslizarse por el tobogán se les permite en cambio reunirse en sus  casos con sus amiguitos para celebrar sus cumpleaños, hacer piyamadas nocturnas o acompañar a sus padres al centro comercial; incluso he visto aprovechando la claridad de la tarde, a niños convictos en las calles de sus barrios, perseguirse sin vergüenza ni mascarilla alguna.

El maltrato infantil por parte de las autoridades de este país ( odas) es digno de consideración. Mientras los perros pudieron salir desde el primer momento,los niños debieron cumplir arresto domiciliario sin redención alguna. Los “chivatos” (esa especie miserable de ciudadano encargado de vigilar a sus congéneres, siempre dispuesto al grito cobarde desde el balcón, o a avisar a las fuerzas de seguridad prestas a perseguir con saña a cualquier infractor) ya se cebaron con las madres que tuvieron la osadía de pasear a sus hijos con  autismo al principio de la cuarentena. Sólo muy avanzada la cuarentena se permitió la libertad condicional de las criaturas, eso sí con horas limitadas como cualquier preso peligroso.Es conocida la explicación oficial de los gobiernos y sus cortesanos expertos: el niño contagia a sus abuelos, aunque éstos mueran mayoritariamente en las residencias donde no alcanza la mano negra del niño.

Estos días el Ministerio de Educación del gobierno central y las consejerías de educación de las comunidades autónomas andan discutiendo sobre la vuelta al cole de las criaturas en el próximo mes de septiembre. La discusión no tiene  mucho que envidiar a las novelas de leprosos del imperio romano: que si deben ser al menos dos metros, , que bajo ningún concepto pueden mezclarse con otros compañeritos de otro curso ( con los que en cambio se mezclarán en al bar de sus padres), que si deben llevar mascarilla en todo momento…

El trabajo de Laura Heavey et al en Eurosurvillance demuestra que, en Irlanda al menos, no se produjeron casos de transmisión en la escuela previos al confinamiento fueron seguidos para identificar los casos de menores de 18 años y adultos que habían estado en contacto con escuelas; se identificaron 3 casos pediátricos y 3 de adultos; ninguno de ellos se infectó en la escuela. Se siguieron 1155 contactos de los seis casos infectados que habían estado en contacto con ellos; a todos ellos se les realizó prueba diagnóstica;ninguno se infectó. 

Los trabajos de Russell Viner ( una revisión sistemática rápida y un metanálisis) ponen de manifiesto que la transmisibilidad en niños es mucho menor que en adultos  (con un 56% de menor riesgo de ser contacto infeccioso), y que no hay datos de la efectividad del cierre de escuelas en el control de la transmisión de la enfermedad. 

Durante cuatro largos meses el modelo educativo español ha realizado un innovador experimento social: condenadas las familias a penas de privación de libertad, maestros, maestras y políticos han externalizado la educación en los padres, desentendiéndose de sus obligaciones: a lo sumo han desempeñado el papel de inspectores educativos, evaluadores del cumplimiento de tareas de padres e hijos al final de la jornada: en el mejor de los casos los niños han capeado el temporal gracias a que sus padres han pasado buena parte del día haciendo  de maestros; los que no tuvieron la suerte de tener padres suficientemente formados, los que quizá lo tuvieron pero formaban parte de esa categoría de trabajadores esenciales, los que no tenían Internet en casa o ésta era penosa, simplemente se quedaron atrás, por mucho que doña María Jesús Montero insista en que a nadie le ocurrirá esto. Quizá lo recuperen con el tiempo, quizá no. Lo peor es ver como a poco más de dos meses de regresar de nuevo a las aulas, las cosas siguen igual.Sin parques, sin un modelo educativo alternativo ante la necesidad de cuarentenas, sin una inversión y apuesta real por la educación, sin evaluación rigurosa de los educadores.El efecto que tiene el aislamiento, la falta de contacto con los compañeros, la privación del juego y la convivencia en edades tempranas en toda una generación está aún por ver, pero cuando lo veamos quizá sea tarde.

5 comentarios:

  1. Sí... Cuando lo veamos quizá sea tarde... Terrorífico. Gracias por este artículo, Sergio, ¡¡como médica pero sobre todo como madre!!

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  2. Gracias Sergio por seguir añadiendo cordura donde se pueda. Es ya tiempo de abrir los parques y de ir despojando de miedo a tantas familias y niños que me consta que no qieren salir y mucho menos pensar en la vuelta al cole. Los nuestros son felices al aire libre y con otros niños cuando se da.

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  3. Como casi siempre, poniendo lúcidamente el dedo en la llaga. Mientras el debate sobre si la educación para la salud (esa asignatura transversal) corresponde a Educación o a Sanidad (galgos o podencos) parece del Pleistoceno.

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  4. Esto que han tenido que sufrir los niños esperemos que no les deje marcados, buen articulo

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  5. Como generalizacion te ha quedado estupendo y muy popular. Pero la precision a mas de medio metro del blanco. Menos mal que no te leen los teatchers porque habrían descubierto de un plumazo la "ligereza" frivola de tu texto. Francamente, has errado de pleno.

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