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viernes, 23 de octubre de 2020

Cuando la única salida es renunciar


 El primer caso ocurre en Madrid, en Atención Primaria. Clara Benedicto es médica de familia. Una médica de familia altamente cualificada, que accedió a su plaza en Atención Primaria mediante concurso oposición hace ya unos cuantos años. Clara es una de las pocas “privilegiadas” de su generación, aquellas que tienen trabajo, éste es estable y le permite ejercer la profesión para la que se formó a lo largo de más de diez años. Una profesión que le encanta, que sigue considerando que es la especialidad más bonita porque tiene que ver con personas, con familias, con comunidades. Como dice su nombre, aunque cada vez más deteriorada. Clara escribió hace unos años una de las mejores descripciones de lo que es la realidad de la Atención Primaria española, no la que venden consejerías de salud, ministerios y sociedades científicas: lo hizo en apenas 18 tweets y 42 pacientes, en donde se sintetizaba la aparente “simplicidad” del trabajo de la medicina familiar. Hace unos días renunció a su trabajo, sobrepasada por la mezcla de frustración, sobrecarga e impacto personal que le supone no poder trabajar en unas condiciones mínimamente humanas, puesto que el ejercicio de la medicina ( a diferencia del de la veterinaria) se practica con seres humanos, a los que no se debería atender y tratar como si fuesen ganado. Porque obligar a atender a personas en cinco minutos, como pretenden los múltiples países que pueblan el estado español, obligar a atender cincuenta, sesenta, cien personas al día, sin más límite que el número de personas que existen en su lista, no sólo es una manifestación vejatoria, cruel e irresponsable de maltrato estructural a los profesionales, sino que demuestra la consideración real que tienen los responsables políticos de este país hacia los ciudadanos españoles: la de objetos, bestias de carga, cuya atención digna no es necesaria, sencillamente porque para ellos el ser humano hace tiempo que perdió la consideración de tal, reconvertido en un simple recurso, el “votante”,un medio para permanecer en el poder.

“Atención Primaria está mal desde hace muchos años y, además, cada vez peor”, señalaba Clara Benedicto. Una situación invisible que hasta hace tan solo seis meses negaban con vehemencia los que han generado el nivel actual de deterioro, orgullosos de tener el mejor sistema sanitario del mundo, la mejor Atención Primaria del universo, presumiendo de nuestro maravilloso modelo en congresos internacionales y publicaciones científicas. 

Benedicto describe muy bien la conducta abyecta con la que actúan las administraciones: mientras prometen medidas para conciliar la vida laboral y personal, el acogerse a una reducción de jornada, a un trabajo a tiempo parcial, a una baja por enfermedad o unas vacaciones supone inmediatamente una sobrecarga añadida para los compañeros, en agendas de trabajo que causan espanto a cualquier colega del resto del mundo. Un desastre labrado a lo largo de décadas que colapsó definitivamente con la llegada de la pandemia. En la que gerencias, distritos y consejerías abandonaron sus responsabilidades con la Atención Primaria, exigiendo cada vez más trabajo sin refuerzo alguno de un sistema agonizante.

La doctora Benedicto se fue porque no podía ejercer el trabajo para el que se había formado y que le impedían realizar adecuadamente.

El segundo caso sucede en Andalucía. Cuenta la historia de un especialista hospitalario altamente cualificado que regresó a España tras trabajar como experto en diferentes hospitales del mundo. Alguien que con el comienzo de la pandemia y el colapso de los hospitales se ofreció para ayudar en lo que fuera preciso aunque el ámbito de las enfermedades infecciosas no fuera su área de conocimiento. Quien se presentó voluntario durante el primer brote para aislarse en hotel y dedicarse a tiempo completo a atender pacientes sin exponer a su familia. Aquello pasó, llegó el verano y comprobó que aquí nadie estaba preparándose para el segundo brote, que no había planificación del trabajo, ni rastreo real, ni refuerzo de los servicios hospitalarios. Cuando llegó el segundo brote la alternativa fue repetir las medidas del primer pico. Primero pidieron profesionales voluntarios para atender a pacientes infectados por COVID-19. Pero el engaño de los aplausos de las 8 de la tarde que tanto gustan a los políticos ya no engaña a nadie como en el cuento del mentiroso y el lobo. Y ante la falta de voluntarios, y creyendo que el sistema sanitario puede gestionarse como el ejército, comenzaron a obligar a médicos especialistas a atender rotatoria y obligatoriamente a pacientes COVID 19. Aunque no estuvieran cualificados para ello por no ser su área de experticia. Aunque eso suponga desprogramar agendas y dejar de atender pacientes que llevan meses esperando ser atendidos por su especialista, pero que tienen la mala suerte de padecer una enfermedad que no se llama Covid. Así que un buen día el especialista dijo basta, renunció a su contrato y dejó un hueco inmenso en un sistema sanitario lleno de boquetes.

Ahora los responsables políticos de todas las comunidades autónomas, los miembros del consejo de ministros y todos sus asesores incapaces, andan pergeñando nuevas medidas para meter en cintura a la irreductible ciudadanía: agotados los cartuchos de mascarillas, confinamientos, cierre de colegios y de bares, prohibición de parques a los niños y demás medidas punitivas, buscan en los toques de queda, la intensificación de mascarilla hasta en la ducha y el cierre a piedra y lodo de las universidades la solución a una pandemia completamente descontrolada que no fueron capaces de prevenir en cuatro meses en que prefirieron salir de vacaciones.

Ignoraron las señales de aviso de un sistema sanitario en quiebra: esquivaron la urgencia de contratación de las médicas, las enfermeras, los rastreadores, los administrativos que necesitaban. No consideraron procedente ofrecerles contratos estables y dignos ante una situación que no era coyuntural, sino que cambiará nuestra vida. Les maltrataron una vez más, tratándoles como a simples números, efectivos intercambiables en una guerra inexistente.

Una pandemia no se resuelve con decretos, leyes, tribunales de justicia y policía. Requiere el compromiso que va mucho más allá de un salario, de los profesionales de la salud. Y éstos comienzan a sentirse engañados, utilizados, maltratados. Cuando quieran reaccionar será tarde

5 comentarios:

  1. De esta sanidad dinamitada por decisiones políticas tenemos la principal responsabilidad lis ciudadanos. No nos gusta oírlo porque, a fin de cuentas, junto con los sanitarios, somos las víctimas. Pero los políticos están donde están porque los hemos puesto nosotros. Y eso es una verdad incuestionable. Y no vale exculparse con un "nos han engañado", como dice el saber popular: Si te engaña una vez, la culpa la tiene él, si te engaña una segunda vez, la culpa la tienes tú. Votamos sin leer los programas, poniendo nuestra fé en quien dice defender unos principios, sin comprobar, por su historial personal, si vive según predica. Seguimos votando a personas y grupos que han hecho lo contrario de aquello por lo que les votamos. Nos tragamos o no , una información según de quien viene, sin comprobar si realmente es cierta ó es un bulo. Preferimos los Slogan's antes que los hechos y, sobre todo, nos comportamos en la política como si defendiéramos los colores de nuestro equipo. En la práctica, consentimos y defendemos al que nos roba, nos explota, y nos debilita....porque le hemos votado.

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  2. Menos quejas y mira a ver si aportas soluciones concretas y viables económicamente desde el punto de vista material, humano y económico...
    Aporta presupuesto real, de donde saldría el dinero y a quién se lo quitarías.... 😜😜😜

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  3. Ya es tarde. Demasiado tarde. La atención primaria está muy grave.... está terminal... necesita cuidados paliativos o un milagro

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  4. Gracias por esta y todas las entradas del blog. Su lectura te deja exhausto. La verdad es que es tremenda la situación y no hacemos nada. Como bien escribes, nos tratan como ganado y seguimos la senda. Estamos cansados y sin ánimos de responder. Pero tenemos un compromiso ético y hay que seguir por nosotros y las demás personas.

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