Hoy el profesor François Balloux, Director del Genetics Institute de UCL en Londres comentaba que ninguno de los tres últimos artículos sobre Covid-19 publicados en revistas científicas de altísimo renombre hubieran sido publicadas en cualquier otro ámbito del conocimiento. Es indudable el sesgo favorable que la admirada “CIENCIA” tiene hacia todo lo que see publique sobre la pandemia, aunque sea una infinita basura. Los abnegados científicos se han apresurado a enviar trabajos, aún conociendo su ínfima calidad, sabiendo que en este río revuelto es fácil pescar peces con los que engordar la tripa curricular. Otro sesgo más al que añadir al de género, universidad o centro sanitario.
Hay otro sesgo que suele pasar desapercibido y sobre el que se suele pasar de puntillas, con una resignación fatalista, pero cuya influencia determina en gran medida la forma en la que se construye la realidad. En una reciente reunión de Centros Colaboradores de la Organización Mundial de la Salud a la que asistí se presentó la distribución de dichos centros en el mundo: de 822, un 33% se encuentran en Europa; el porcentaje se eleva al 46% si se añade Estados Unidos y Canadá, y casi al 50% si se añade Australia y Nueva Zelanda. España tiene 10, uno de los cuales afortunadamente está en mi Escuela.
Sólo el 10% de los Centros colaboradores son latinoamericanos: 15 entre España y Portugal, 19 en Brasil y 53 sólo en Ñamérica ( el maravilloso nombre acuñado por Martin Caparrós en su imprescindible libro para denominar a los países americanos de habla hispana). 53 de 822 representan el 6%. Como comparación Reino Unido (56) tiene más centros colaboradores que Ñamérica, y Estados Unidos (72) tantos como toda Latinoamérica. Nadie discute la idoneidad de los centros de los países ricos, pero es simplemente impresentable que todo el aporte de conocimiento de toda esa comunidad sea tan escaso. Ya no sólo es un problema de que en las conferencias internacionales no se hable el español ( a pesar de ser el segundo idioma más hablado en el mundo, 399, tras el chino), sino de ausencia de acceso del conocimiento producido en estos países al conocimiento científico y la forma de construir la realidad.
Mañana WONCA que (además del apellido del dueño de la fábrica de chocolates del cuento de Dahl) es la la Organización Mundial de Médicos de Familia, elige entre hoy y mañana a su nuevo Presidente…o Presidenta. También se eligen los miembros de su Comité Ejecutivo. Desde su creación en 1972 han ocupado el cargo de presidentes 19 personas, de las que solamente dos son mujeres ( en los seis últimos años, había que ponerse al día).Por nacionalidades, tres son estadounidenses, tres australianos, dos británicos, dos holandeses, dos canadienses, dos chinos, un malasio, un sudafricano, un sueco, un irlandés y una noruega. Es decir, de 19 presidentes, 12 tenían el inglés como lengua nativa. NINGUNO procedía de Latinoamérica; tampoco de África.
Esta situación no debería continuar por más tiempo: la Atención Primaria y la Medicina de Familia practicada en Latinoamérica tiene demasiado que enseñar al mundo como para seguir siendo ninguneada en sus órganos de gobierno.
En esta ocasión además, dos candidatas a ocupar puestos de alta responsabilidad son difícilmente en sus méritos profesionales y académicos, su dominio del inglés ( requisito por desgracia obligatorio) y sobre todo su enorme humanidad: Viviana Martínez Bianchi para el cargo de Presidenta electa y Pilar Astier para formar parte del Comité Ejecutivo.
En su habitual corrección política ambas señalaban que aunque no fueran elegida WONCA saldría ganando. Es lo único en lo que discrepo completamente: seguir ignorando el aporte de toda una comunidad lingüística y cultural de la importancia de la latinoamericana no solo es una ofensa, es una pérdida de conocimiento y de forma de entender el mundo que ni WONCA, ni la OMS ni ningún organismo internacional puede permitirse.