“— ¿Usted no me cree? —balbuceó—. ¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi
infamia? Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin. Yo he
denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme”.
La forma de la espada. Jorge Luis Borges.1942
“Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo. Su nombre verdadero no importa; todos en Tacuarembó le decían el Inglés de La Colorada”. Así comienza La Forma de la espada, relato incluido en Ficciones de Borges, en el que se describe la confesión de la traición del Inglés en una noche regada en ron. Pocos escritores han abordado con mayor extensión y profundidad la traición que el escritor argentino. En El tema del traidor y del héroe por ejemplo, relata la extraña concordancia entre los traidores a lo largo de la historia y la literatura, desde el asesinato de César a la tragedia de Macbeth. El que traiciona a uno traiciona a la especie entera. En este caso, el Inglés recuerda, en el marco de las escaramuzas por la independencia de Irlanda, “la razón por la que lleva escrita en la cara la marca de mi infamia”: traicionar a tu propia gente, a quien un día te salvó la vida.
El comportamiento del colegio de Médicos de Madrid en relación con la huelga de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid, desde su presidente a ese fantasmagórico término de Vocalía de Atención Primaria, merece formar parte de esa tradición histórica de la traición, y es digna de figurar en una historia actualizada de la infamia, si Borges lo permite.
Un comunicado como el presentado esta semana sería impensable procedente de los colegios de médicos de Reino Unido, Holanda o cualquier otro país europeo. Los colegios de médicos españoles, por el contrario, nunca se caracterizaron por su cercanía y defensa de la medicina de familia, especialidad que intentaron torpedear en sus inicios con todos loe medios a su alcance. Sus procedimientos se han caracterizado siempre por su falta de transparencia y democracia, como esa insólita tradición de tener que desplazarse a los colegios para poder votar (algo sólo al alcance de jubilados y asimilados), hurtando las urnas del lugar donde trabaja la inmensa mayoría de los médicos. Y por supuesto carecen de la capacidad de presión y defensa de sus profesionales que tiene por ejemplo el Royal College of General Practitioners.
Pero una cosa es que, como el de Madrid, no sirvan para nada, y otra muy distinta es que en un conflicto como el planteado se sitúe obscenamente en contra de sus propios miembros. No se sabe que genera más desprecio en semejante escrito: podría ser su comienzo (“en su empeño por dignificar la profesión médica”, como si decir basta ya a la sistemática humillación y vulneración de derechos de la autoridad sanitaria sobre los profesionales no fuera un ejercicio de dignificación de la profesión). O podría ser esa replicación servil de los argumentos de la propia comunidad con su presidenta al frente (“mantenemos nuestra petición de despolitización de la sanidad pública”), cortina de humo para eludir sus propias responsabilidades en el desmantelamiento de ese sistema público que dicen defender.
O aún más terrible es su defensa de la creación de centros de salud centralizados para aliviar la burocracia, ignorando tan profundamente los atributos esenciales de la Atención Primaria, en una vocalía que lleva su nombre.
Pero donde alcanzan su nivel más abyecto es cuando se permiten afirmar, sin vergüenza alguna, que “se ha podido constatar que la Consejería ha realizado avances significativos para conseguir los estándares de excelencia que necesita la Atención Primaria” (sic), lo que complementan con su llamada a desconvocar la huelga (“El ICOMEM considera que la huelga indefinida en atención primaria no es buena ni para los profesionales ni para los pacientes y desde el más profundo respeto institucional )hace un llamamiento para la desconvocatoria”). Es imposible llegar a menos; es imposible humillarse más ante la autoridad política, traicionar de forma más miserable a la propia profesión.
De la misma manera que traiciona Vincent Moon, el Inglés protagonista del cuento de Borges, alineándose con quienes aparentemente luchaba, el posicionamiento del Colegio de Médicos de Madrid se sincroniza con precisión máxima con la propia estrategia de aquellos que han llevado a los médicos madrileños a tener que convocar la huelga, y que utilizan los argumentos de esa entidad (politizada de acuerdo a sus intereses), como coartada para su propia estrategia.
El descrédito del colegio de Madrid es ya irrecuperable. Entre las necesidades urgentes para cambiar una Atención Primaria tan deteriorada, se encuentra buscar alternativas a colegios como los actuales, que no solo no contribuyen a mejorar la situación, sino que además alcanzan semejantes grados de traición a su propia gente.
Gracias Sergio.
ResponderEliminarCasi todo tiene explicación. Rafael Ortega, actual representante de Atención Primaria en la junta directiva del Colegio de Médicos de Madrid, tambien iba en las listas del PP, en las ultimas elecciones municipàles de Galapagar. Asi mismo optaba al puesto de gerente del SUMMA. Con estas pretensiones, no es de extrañar que venda a sus propios compañeros por cualquier cosa que le haga medrar.
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