( Tribuna publicada ayer en el periódico El País)
“Democracias en las que no existen opciones políticas que elegir, donde la política económica es todo lo que importa ( y donde ésta es determinada por actores no políticos como bancos centrales, agencias internacionales o corporaciones transnacionales) acaban por dejar de ser democracias funcionantes o acomodándose una vez más a políticas de frustración o de resentimiento populista”.
Reappraisals. Toni Judt
El presidente de la
Comunidad de Madrid, Ignacio González en su reciente mensaje navideño,
aseguraba que los ciudadanos de su región seguirán contando con una sanidad
“universal, gratuita y de la máxima calidad”. Pero para mantenerlo “es
preciso hacer reformas que permitan racionalizar nuestros gastos”, reformas
que el gobierno madrileño define como externalizaciones de la
gestión, evitando en todo momento el término de privatización. Sin embargo, el
European Observatory on Health System and Policy de la Organización Mundial de
la Salud define privatización en los sistemas sanitarios como el
proceso de transferencia de propiedad y funciones gubernamentales de entidades
públicas a privadas (ya sean organizaciones con o sin ánimo de lucro).Es
decir algo muy parecido a lo que acaba de aprobar la Asamblea de Madrid. Por si
no fuera suficiente argumento, Oliver Letwin, ministro del gobierno conservador
británico de David Cameron, y uno de los miembros más influyentes del Center for Policy Studies (un importante Think tank liberal) escribía hace unos años:
“hay tres importantes y poderosos instrumentos para privatizar servicios,
cada uno de ellos parcialmente útil para la privatización de un aspecto
particular del sistema: externalizar servicios públicos, des-regularizar
monopolios y negociar la venta de compañías en mala situación”. En
definitiva, parece difícil (además de absurdo), ocultar que se pretende
privatizar servicios públicos.
En cualquier caso, los
responsables políticos de la Comunidad de Madrid, consideran que al ciudadano
no tiene por qué importarle si su médico trabaja para una institución pública o
una empresa privada, puesto que se supone que recibirá un servicio similar en
las mismas condiciones. Pero, ¿es cierto que es indiferente el tipo de empresa
para la que trabaja su médico?
Analicemos en primer lugar
la cuestión desde el punto de vista de su papel como paciente. Por supuesto,
partimos de la base de que usted es un ciudadano respetable, es decir ostenta la
condición de asegurado. Porque si usted forma parte del colectivo de emigrantes
irregulares, la sanidad no es universal para usted.
El lugar de residencia es
otra cuestión a tener en cuenta. Una empresa privada tiene como objetivo
fundamental maximizar sus beneficios empresariales; el bien social, en el mejor
de los casos, será un objetivo secundario. Como dice Thomas Berglund,
presidente de Capio (una de las empresas privadas proveedoras de servicios
sanitarios más importantes de Europa), “a las empresas las mantiene el
capitalismo, no el altruismo”. Tradicionalmente los sistemas sanitarios
públicos han planificado la ubicación de sus servicios en función de las
necesidades de la población, lo que permitía que ningún ciudadano quedara
desasistido por vivir en un pequeño pueblo de montaña. Según informaba el
periódico The Guardian el pasado 18 de diciembre, la administración pública
sueca (que lleva privatizando servicios públicos desde hace 15 años) puede
determinar el número de proveedores privados con ánimo de lucro que recibirán
dinero de los impuestos para la prestación de servicios. Pero no puede decidir
la ubicación de esos centros que quedan a criterio de la empresa, y entre los
cuales las necesidades poblacionales suelen sacrificarse a la rentabilidad. Por
lo tanto si usted vive en zonas poco “rentables” ya tiene una primera razón de
preocupación. Algo que no debería extrañar a nadie viendo como el Ministerio de
Fomento cierra líneas de ferrocarril a lugares “poco atractivos”.
Pero supongamos que usted
tiene suerte y vive en Madrid en vez de uno de los lejanos pueblos de su
sierra. Es posible que usted padezca una o varias enfermedades crónicas.
Algunas quizá impliquen un consumo importante de recursos sanitarios, ya sea en
forma de procedimientos diagnósticos, visitas médicas o tratamientos costosos.
Al margen del euro por receta que tendrá que pagar y del abono de la ambulancia
en caso de precisarla, en ese sistema sanitario que el Sr. González denomina
“gratuito”, podría ocurrir que para la empresa privada para la que trabaja el
médico que le atiende, usted resulte demasiado gravoso. Una de las tentaciones
que tendrá su médico es intentar evitar tener que atenderle, dado el gasto que
usted genera. Esta situación se llama “selección adversa de riesgos” y fue una
de las principales debilidades de la reforma que emprendió Margaret Thatcher en
el sistema sanitario británico en los años 90, donde recibió el curioso
apelativo de “cream skimming”(descremar la leche). Es decir, usted podría ser
considerado un tipo peculiar de “nata” (sanitariamente hablando).
Siempre le quedará el
consuelo de que la calidad de lo privado es igual a la de lo público, e incluso
mejor (algo que está grabado en el inconciente colectivo social). Buenos (y
malos) profesionales hay en cualquier organización sanitaria, sea pública o
privada. Pero los que trabajan en éstas últimas puede que tengan otros
objetivos además de hacer todo lo posible para mejorar su salud. Creswell y Abelson alertaban el pasado 30 de noviembre en el New York Times sobre el
funcionamiento de las compañías privadas americanas que condicionan cada vez
más los procedimientos que los médicos tienen que hacer y el tipo de pacientes
que deben ingresar. En este sentido, en una interesante revisión sistemática
(Devereaux et al, JAMA, 2002) se comparaba el proceso de diálisis en hospitales
con y sin ánimo de lucro, observando un menor riesgo de mortalidad en los
segundos. Entre las causas de ello se señalaba que los hospitales con ánimo de
lucro tenían menor número de profesionales y una menor cualificación de los
mismos. Lógico cuando lo que prima es la rentabilidad.
Ampliando el análisis a
nivel de un estado, Italia privatizó durante la década de los 90 una buena
parte de sus servicios sanitarios, lo que permitió comparar a un grupo de
investigadores (Quercioli et al, JECH 2012) la efectividad de la asistencia
pública o privada en disminuir la mortalidad evitable (aquellas muertes que no
deberían producirse si la asistencia sanitaria fuera la adecuada). El gasto
público se asociaba significativamente a disminuciones en las tasas de
mortalidad evitable, lo que no ocurría en cambio con el gasto privado.
En
definitiva, accesibilidad a los servicios, equidad en la prestación, calidad de
la asistencia y mortalidad evitable parecen elementos de suficiente interés
para que a un ciudadano le interese para qué empresa trabaja su médico.
Pero tal vez existan
algunas razones añadidas que puedan interesarle como contribuyente. En
principio introducir nuevos prestadores de servicios debería obligar a la
administración a aumentar los procedimientos de seguimiento y control para
verificar que su actuación se ajusta a lo acordado. A mayor número de entidades
prestadoras de servicios más burocracia, y a mayor burocracia más gasto. El
paradigma de ello es el sistema sanitario americano, en el que intervienen una
gran variedad de proveedores. Estados Unidos gasta el 18% de su PIB en sanidad,
casi el doble de España, del cual más del 20% se emplea en gastos
administrativos. Además de ello, dada la larga duración de los contratos en los
procesos de “externalización” (20 o 30 años e incluso más), en el caso de que
posteriores administraciones pudieran estar interesadas en rescindir los
contratos de la concesión, muy difícilmente podrían hacerlo por los costes que
ello supone. Si la concesión administrativa fuera deficitaria, el problema
nunca suele achacarse a la mala gestión de la empresa, sino a la insuficiencia
de la financiación, como ha ocurrido recientemente con las concesiones
administrativas en Valencia. Y en el caso extremo en que la empresa
adjudicataria quiebre, el déficit acabará siendo asumido por el sector público,
socializando las pérdidas (lo que ocurrió en Inglaterra cuando se vieron
afectadas algunas entidades bancarias que participaban bajo la fórmula de
Private Financial Initiatives). Por último, al contribuyente quizá también le
interese saber que su médico puede estar trabajando para una entidad cuyos
propietarios son una empresa de capital riesgo que invierten en salud hoy y en
telecomunicación mañana, y que modifican sus inversiones en función de la
rentabilidad que obtengan.
El ciudadano es posible
que considere que todos estos riesgos son evitables con un buen sistema de
regulación y control de la asistencia sanitaria, ya sea pública o privada. Pero
España, también en esto, sigue siendo diferente. En 2011 una representación de
directivos del Servicio Nacional de Salud británico (NHS) visitó Valencia para
conocer su modelo de concesiones administrativas. En sus conclusiones (NHS European Office, 2011) señalaban que era preocupante el grado de
cercanía entre los representantes de la administración valenciana y las
empresas adjudicatarias lo que reducía la efectividad de la labor de vigilancia
que debería ejercer (la llamada “captura del regulador”). Basta leer
la prensa diaria para confirmar que no andaban descaminados.
En 1988 el anteriormente citado Oliver Letwin
escribió un ilustrativo texto destinado a orientar las reformas sanitarias de
los gobiernos neoliberales (Privatizing the World: a study of International privatization in theory and practice), que incluía una guía de diez páginas
para fomentar la privatización de bienes públicos “en contra de los intereses
de los electores” (Reynolds & Mckee 2011). El él se recomendaba especialmente
el uso de la desinformación como táctica, justificando las reformas de los
gobiernos en las supuestas deficiencias del sistema público.
Un proceso que ya
ocurrió en Suecia e Inglaterra, y está a punto de ocurrir en la Comunidad de
Madrid. De no evitarse, los cambios serán muy difícilmente reversibles.
Espero que Jon le pueda enseñar algo antes de que sea demasiado tarde. Y espero que no se nos contagie en el Interterritorial ;-)
ResponderEliminarhttp://www.deia.com/2013/01/26/sociedad/euskadi/el-presupuesto-sera-suficiente-para-que-el-ciudadano-perciba-que-la-sanidad-mejora-1
Ojalá. De momento la balanza está equilibrada. Si cae Euskadi en las modas privatizadoras será una desastrosa noticia para todos
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