La debilidad del poder profesional en la sociedad española
es congruente con el modelo institucional predominante, de carácter extractivo
( según la taxonomía de Acemoglu y Robinson ) tanto en las instituciones
políticas como económicas. Son extractivas las naciones que extraen rentas y
riqueza de determinados sectores sociales para beneficiar a un sector distinto,
generalmente reducido y estrechamente ligado a los agentes dominantes. A
diferencia de las extractivas , las sociedades inclusivas se basan en la
existencia de límites al ejercicio del poder , junto a una distribución
pluralista del mismo. En países con instituciones extractivas, ningún partido
tiene interés en modificar un status quo que tanto les beneficia, por lo que
serán recelosos siempre de cualquier ampliación en el reparto del poder a otros
grupos o sectores. No hay más que ver la actitud de recelo y desdén que se
produjo por parte de los partidos españoles con motivo del 15 M.
Guiados por ese afán de mantener la situación a toda costa,
no es extraño el continuo desplome de la confianza de la sociedad en los
partidos políticos y sus máximos responsables, que en ningún caso alcanzan un simple
aprobado en su valoración por
parte de los ciudadanos. Para cualquiera que no pertenezca a esas élites
políticas resulta asombroso que sigan sin darse por aludidos, entretenidos en
el juego de “ y tu más”, convencidos de que podrán seguir disfrutando de las
rentas hasta el fin de los tiempos.
En el sector sanitario se suceden gobiernos que apenas dan
juego a los que se encuentran fuera de su círculo de influencia y control, salvo cuando es conveniente
hacerse alguna foto oficial que apoye sus intervenciones. No es extraño que
cunda el pesimismo en las organizaciones sanitarias , cuando la única posibilidad
de cambio viene determinada por la alternancia entre partidos con parejos comportamientos extractivos. Pesimismo que se acrecienta al analizar los retos a los que se enfrentan hoy los
sistemas sanitarios , cada vez más condicionados desde fuera del propio sistema ( entidades económicas
internacionales, acuerdos internacionales de comercio, ministerios de hacienda,
grandes corporaciones tecnológicas, bigpharma…).
No es casual que en entornos de tal complejidad España sea
uno de los países entre los que
menos cuenta el sector profesional en el proceso de toma de decisiones. Por
supuesto, no se trata negar al poder político su legitimidad, ni sustituirlo
por tecnocracias que no llevan a ningún lado. Pero si de permitir que las
decisiones en materia sanitaria no sean pasto exclusivo de los partidos con
responsabilidades de gobierno, que cambian sus cromos en función de otro tipo
de intereses. Sin abrir la política sanitaria a todos los sectores con
participación directa en el mismo ( en el que pacientes y profesionales juegan
un papel esencial) persistirán los actuales problemas de corrupción, nepotismo,
incompetencia y, sobre todo, falta de confianza en las medidas tomadas.
Se llevan años reclamando a cada partido gobernante medidas
de transparencia, rendición de cuentas, comparabilidad de resultados ,
participación. Es insultante que siga sin existir un sistema de información
fiable y transparente que permita conocer aspectos esenciales del desempeño
sanitario. Esperar que sean las administraciones y los partidos los que tengan
algún día a bien otorgarnos tales caprichos, es de una absoluta ingenuidad.
Necesitamos organizaciones profesionales fuertes, independientes y, sobre todo,
críticas, con el poder político. Que pongan el compromiso ético con los
pacientes por delante de los objetivos de las organizaciones sanitarias ( que
pueden ser loables en algunos casos, pero más que perversas en otros, como se
está viendo en Madrid). En ese sentido, tomas de posición como la que realizó la
semFYC el año pasado, no solamente manifestando su oposición sino ejerciendo la objeción de conciencia a una norma que vulnera tan claramente los derechos de los
pacientes, es un buen ejemplo de cual debería ser el camino a seguir.
Una de las alternativas para intentar modificar los
comportamiento extractivos históricos de este país, debería ser ( como señalan Acemoglu y Robinson) la de repartir
el poder político en la sociedad, lo que exigiría un proceso de cesión de poder
por parte de las élites políticas dominantes. Es evidente que no será fácil
lograrlo: los gobiernos están acostumbrados a imponer, no a negociar. Tampoco era fácil para Ricky Rubio capturar 13 rebotes frente a San Antonio. Pero supo "ganar la posición" a adversarios más altos que él. De ese se trata. De ganar la posición.
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