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viernes, 8 de marzo de 2013

La trampa de Pozzi



Bill Flower y Willie Stone parecían una versión moderna de El Gordo y el Flaco. Desde que ganaran una fortuna de 27 millones de dólares en la lotería , vivían juntos en una gigantesca mansión en medio del campo, y frecuentaban las mesas de póker en las que concurrían millonarios ansiosos de emociones. Un día coinciden en Atlantic City con Jack Pozzi, un aficionado en busca de fortuna. Flower le invita a una partida en su residencia. Pozzi acepta, tentado por la impresión de que Flower y Stone son dos imbéciles que no saben en que gastar su dinero. Convence a Nashe, un tipo con el que se cruza en una carretera solitaria,  para que le financie la partida, con el señuelo de repartirse los seguros beneficios que obtendrán. Pozzi gana las primeras manos, pero al poco tiempo Nashe comprueba que  han perdido todo. Deciden entonces jugarse el coche. Juegan y vuelven a perder. Desesperados, buscan una última oportunidad: jugárselo de nuevo a la carta más alta. Pierden.  Flower y Stone ofrecen entonces  a Pozzi y Nashe la única forma de saldar su deuda: construir un muro a partir de los sillares procedentes de un castillo irlandés en ruinas, que los dos millonarios compraron por capricho, y que tienen abandonadas en su jardín. Por un salario de 8 dólares la hora, y trabajando 10 horas al día, en 50 días la deuda quedaría saldada.Sin otra opción Pozzi y Nashe realizan la fatigosa tarea. Pero cuando creen que la pesadilla ha concluido aún quedan deudas pendientes: deben saldar los gastos del alojamiento. Más tarde vendrán otras:  la ventana que un día se rompió, la manutención que creían incluida, los caprichos que el Gordo y el Fleco prometieron. Desesperados, un día Nashe ayuda a Pozzi a escapar qudándose él para acabar de pagar la deuda. Al día siguiente Nashe encuentra junto a su puerta el cuerpo horriblemente desfigurado de Pozzi. Una vez caídos en la trampa solo hay una forma de escapar y es con los pies por delante.
La música del azar es una desasosegante novela de Paul Auster que refleja perfectamente la trampa del endeudamiento. Leyendo The hangover de Nick Paumgarten en New Yorker sobre la reciente historia española, además de descubrir como interpretan desde fuera nuestra crisis, se comprueba hasta que punto la música del azar suena también sobre nosotros. Los Flower y Stone del sector financiero, tendieron la trampa en que cayeron los Pozzi de turno. Muchos creyeron que era posible tener casas de 500.000 euros, un apartamento en la playa y un Audi 6 con el mismo salario de siempre; les convencieron de que era normal que el precio de su casa se duplicara en un año. Y fueron los Flower y Stones de las entidades financieras los que les invitaron a jugar la partida. Pero en este caso no solo fueron solo los Pozzi los que acabaron atrapados , sino todos los ciudadanos del país.
La reciente entrevista en El País con Hans-Werner Sinn, presidente del poderoso think tank alemán IFO, es un clarificador ejemplo de ese camino sin retorno que se inicia cuando se cae en la trampa. El economista, impecable, pone precio a la deuda adquirida en la mesa de juego: un billón de euros. Sus palabras suenan igual de amenazantes que las de El Gordo y el Flaco de la novela de Auster: “dentro de unos años nuestros hijos tendrán que ir al sur de Europa a recoger nuestro dinero”.
Si creíamos que con los recortes, la reducción salarial y el desempleo generado en estos cinco años de crisis habíamos saldado nuestra deuda estábamos muy equivocados. En opinión de Sinn, Rajoy debería hacer ya otra reforma laboral que flexibilice aún más los salarios a la baja. Eliminar el salario mínimo , laminar el estado de bienestar privando a millones de personas de ayudas sociales.
Acabado lo cual España, Grecia y Portugal (los Pozzi y Nashe europeos), deberán devalaurse internamente en un 30% más.
Sinn , buen ejemplo de los que dirigen el cotarro, lo deja tan claro como  Willie Stone: “Menos austeridad supondría menos sufrimento ahora a cambio de más dolor en el futuro”. Como a Pozzi y Bashe eso es lo que nos espera en la trampa perfecta: dolor.


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