Bill Flower y Willie Stone parecían una
versión moderna de El Gordo y el Flaco. Desde que ganaran una fortuna de 27
millones de dólares en la lotería , vivían juntos en una gigantesca mansión en
medio del campo, y frecuentaban las mesas de póker en las que concurrían
millonarios ansiosos de emociones. Un día coinciden en Atlantic City con Jack Pozzi, un aficionado en busca de
fortuna. Flower le invita a una partida en su residencia. Pozzi acepta, tentado
por la impresión de que Flower y Stone son dos imbéciles que no saben en que
gastar su dinero. Convence a Nashe, un tipo con el que se cruza en una
carretera solitaria, para que le
financie la partida, con el señuelo de repartirse los seguros beneficios que
obtendrán. Pozzi gana las primeras manos, pero al poco tiempo Nashe comprueba
que han perdido todo. Deciden
entonces jugarse el coche. Juegan y vuelven a perder. Desesperados, buscan una
última oportunidad: jugárselo de nuevo a la carta más alta. Pierden. Flower y Stone
ofrecen entonces a Pozzi y Nashe
la única forma de saldar su deuda: construir un muro a partir de los sillares
procedentes de un castillo irlandés en ruinas, que los dos millonarios
compraron por capricho, y que tienen abandonadas en su jardín. Por un salario
de 8 dólares la hora, y trabajando 10 horas al día, en 50 días la deuda quedaría
saldada.Sin otra opción Pozzi y Nashe realizan la fatigosa tarea. Pero
cuando creen que la pesadilla ha concluido aún quedan deudas pendientes: deben
saldar los gastos del alojamiento. Más tarde vendrán otras: la ventana que un día se
rompió, la manutención que creían incluida, los caprichos que el Gordo y el
Fleco prometieron. Desesperados, un día Nashe ayuda a Pozzi a escapar qudándose él
para acabar de pagar la deuda. Al día siguiente Nashe encuentra junto a su puerta
el cuerpo horriblemente desfigurado de Pozzi. Una vez caídos en la trampa solo
hay una forma de escapar y es con los pies por delante.
La música del azar es una desasosegante novela
de Paul Auster que refleja perfectamente la trampa del endeudamiento. Leyendo
The hangover de Nick Paumgarten en New Yorker sobre la reciente historia española, además de descubrir
como interpretan desde fuera nuestra crisis, se comprueba hasta que punto la
música del azar suena también sobre nosotros. Los Flower y Stone del sector
financiero, tendieron la trampa en que cayeron los Pozzi de turno. Muchos
creyeron que era posible tener casas de 500.000 euros, un apartamento en la
playa y un Audi 6 con el mismo salario de siempre; les convencieron de que era
normal que el precio de su casa se duplicara en un año. Y fueron los Flower y
Stones de las entidades financieras los que les invitaron a jugar la partida. Pero
en este caso no solo fueron solo los Pozzi los que acabaron atrapados , sino todos
los ciudadanos del país.
La reciente entrevista en El País con
Hans-Werner Sinn, presidente del poderoso think tank alemán IFO, es un
clarificador ejemplo de ese camino sin retorno que se inicia cuando se cae en
la trampa. El economista, impecable, pone precio a la deuda adquirida en la
mesa de juego: un billón de euros. Sus palabras suenan igual de amenazantes
que las de El Gordo y el Flaco de la novela de Auster: “dentro de unos años
nuestros hijos tendrán que ir al sur de Europa a recoger nuestro dinero”.
Si creíamos que con los recortes, la reducción
salarial y el desempleo generado en estos cinco años de crisis habíamos saldado
nuestra deuda estábamos muy equivocados. En opinión de Sinn, Rajoy debería
hacer ya otra reforma laboral que flexibilice aún más los salarios a la baja.
Eliminar el salario mínimo , laminar el estado de bienestar privando a millones
de personas de ayudas sociales.
Acabado lo cual España, Grecia y Portugal (los Pozzi y Nashe europeos), deberán devalaurse internamente en un 30% más.
Sinn , buen ejemplo de los que dirigen el
cotarro, lo deja tan claro como
Willie Stone: “Menos austeridad supondría menos sufrimento
ahora a cambio de más dolor en el futuro”. Como a Pozzi y Bashe eso es lo que
nos espera en la trampa perfecta: dolor.
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