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sábado, 14 de diciembre de 2013

Nuevos factores de riesgo: de la risa al espionaje, pasando por el apellido

Ya está aquí el esperado número digital de Navidad del BMJ. Aunque uno sigue añorando aquellos viejos números de Navidad del British cuando solo existía el papel, y esperaba con ansiedad la imprevisible colección de chorradas con las que nos sorprendería la revista.
Revisando lo publicado  en este mes, uno se topa con un grupo muy desequilibrado de investigadores holandeses que, en su denodado afán por aumentar su factor de impacto, han comparado el tamaño y morfología de las células madre de ratón y ballena, para llegar a la “ útil” conclusión de que son similares.
Carter, por su parte,denuncia los siniestro relojes alemanes que han instalado en el servicio de Reumatología de ciertos hospitales y que indican con precisión la hora a la que debe morir cada paciente. Éstos, incluso,  no saben si tiene que hacer algo al respecto para cumplir algún siniestro tipo  de estándares.
Ferner y Aronson, por su parte, publican una síntesis narrativa sobre los riesgos y beneficios de la risa, Y contra la opinión habitual de todos los libros de autoayuda, artículos de “buen rollito” de los dominicales de los periódicos, y charlatanes de feria del Management , no es oro todo lo que reluce al respecto. Reír entraña riesgos, generalmente de efectos inmediatos y dosis dependientes ( mucho cuidado con las risas incontrolables en estas fechas). En cualquier caso, parece que el análisis coste beneficio sigue siendo favorable para la risa, aunque por escaso margen.
Más preocupante resulta el artículo del grupo irlandés de Keaney et al, que confirman la hipótesis que los tipos cuyo  apellido es Brady tienen un mayor riesgo de necesitar la implantación de marcapasos, abriendo una interesante línea de investigación sobre el determinismo nominativo. Parece que los autores andan también interesados en conocer si pudiera existir relación entre llamarse Fatt y ser obeso, o Lowe y ser depresivo ( nuestro admirado Nick Lowe incumple en cualquier caso esta tendencia). En España el FIS debería abrir una línea al respecto, pudiendo explorarse por ejemplo, las consecuencias para la salud que implican llevar el nombre de Gordillo, Mato, Botín, Canuto, o Falete.
En cualquier caso, el artículo estrella parece ser la revisión retrospectiva de la literatura sobre los conocidos hábito etílicos de Bond, James Bond, el agente 007 con licencia para matar. El estudio fue realizado en las confortables sillas de los domicilios de Johnson, Guha y Davies de la ciudad de Nottingham, y en él  analizaron cuidadosamente el consumo semanal del agente según se relata en las novelas de su creador, Ian Fleming Tras la lectura de las 14 novelas, y excluyendo los días en que  007 no pudo beber ( por estar detenido por algún siniestro malvado ) obtienen que su consumo semanal era de 92 unidades semanales, cuatro veces la cantidad máxima recomendable; el agente llegaba a “chumar” algunos días hasta 49.8 unidades, y únicamente en 12 de 86 días de aventura se mantuvo completamente sobrio. Al margen de los evidentes riesgos de cirrosis, hipertensión y demás trastornos relacionados con el alcohol, tal consumo hace altamente improbable las hazañas a las que no tiene acostumbrado el amigo especialmente las bravuconadas que se gasta en materia sexual. Señalan los autores que no tenemos información precisa sobre la esperanza de vida de los agentes secretos, con lo que resulta difícil establecer el denominador de la ecuación. Pero parece evidente que su vida media debe ser bastante menor que la de la media poblacional. Los autores del trabajo plantean la interesante hipótesis de que la manía de Bond de tomar el Martini agitado ( que no mezclado) quizá sea consecuencia del inevitable temblor derivado de sus feos hábitos. Al margen de sus aficiones cocteleras, resulta plausible pensar que el mantenimiento de una vida de tal disipación a lo largo de los 60 años desde que fue publicada la primera de sus aventuras, solo puede ser compatible con la existencia de una “franquicia Bond”, que va cambiando de agente al mismo ritmo ( o aún mayor ) de lo que cambiaron los actores que lo interpretaron, según aquellos van ingresando en los hospitales del NHS. En cualquier caso, y a la vista de los preocupantes resultados obtenidos en el que se considera el gold standard de los agentes secretos convendría implantar desde ya el control de alcoholemia en el CNI. Aunque ya puestos, donde habría que investigar el consumo de alcohol semanal es entre los parlamentarios: entre el ridículo precio de los gin tonics en el congreso y las patochadas que dicen y hacen, su estudio merecería ser publicado en alguna próxima edición del BMJ.

3 comentarios:

  1. Sergio, lo siento pero no estoy de acuerdo. Me parece muy mal criticar a James Bond y poner en tela de juicio los efectos de los dry Martinis sobre su potencia sexual.
    ¿Quién nos queda sin James Bond? Shane se fue después de imponer la justicia. John Wayne nos dejó su recuerdo de que era feo, fuerte y formal. Eastwood ya se ve mayor. Sólo Bond parece haber encontrado la eterna juventud (y sabe auto-desfibrilarse incluso si hay que hacerlo).No podemos quedarnos sin más héroes. Y el último Bond es magnífico. Dejadlo beber en paz que también está entrenado para eso. ¿No será que hay una panda de feos envidiosos en el BMJ?

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  2. que grandes son los del BMJ... ese toque de humor, aunque no lo parezca, a veces falta en los circulos mas cientificos de este pais (de los politicos mejor no hablar)
    Un abrazo

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  3. Lo de la autofibrilación es genial. Imagino que algún miembro del congreso de los diputados estará pensando en implantarlo en el sistema sanitario a la mayor brevedad posible. En cualquier caso hay que reconocer que para irtan cargado el agente mantiene bien el tipo. Muchas gracias a los dos y feliz Navidad.

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