(“The NHS will last as long as there are folk left with the faith to fight for it”).
Tallis & Davis. SOS NHS.
La renuncia del gobierno de la comunidad de Madrid a continuar con sus planes de privatización de la gestión de 6 hospitales públicos y 27 centros de salud pone de manifiesto lo que es capaz de conseguir la protesta civilizada, perseverante y entusiasta de los ciudadanos. Implica mucho compromiso personal mantener durante 15 meses semejante compromiso, ya sea en la calle, los colegios, o los centros sanitarios. Supone también un ejemplo a seguir para todos los que a menudo creen que nada tiene solución, que de poco sirve salir a la calle y dar la cara. Y pone en evidencia las formas de los malos políticos (uno de cuyos ejemplos más paradigmáticos es Ignacio González), incapaces de escuchar la opinión crítica de buena parte de sus ciudadanos. Su silencio al respecto es una muestra indudable de desprecio.
Sin duda alguna los profesionales sanitarios de Madrid, y AFEM como representante de buena parte de ellos, han ganado una batalla, una importantísima batalla por la defensa del sistema público, de la que todos los que creemos en éste hemos salido beneficiado, vivamos donde vivamos.
Queda ahora gestionar el desastre. La decisión unilateral del gobierno madrileño, no paraliza el proceso judicial, y genera un horizonte de incertidumbre respecto al prometido abandono del proyecto y la posible negociación con los licitadores.
De no haberse producido la suspensión cautelar que impidió la firma de los contratos, las empresas adjudicatarias podrían haber reclamado el 6% del precio total del contrato, es decir 281 millones de euros, según el abogado de AFEM y profesor de la Universidad Juan Carlos I, José Luis Muga. Otro de los efectos secundarios no confesados que implican los procesos de privatización. En cualquier caso, parece inevitable que genere gastos relevantes.
Estremece leer las consideraciones de la sección Tercera de la Sala Contencioso Administrativa del Tribunal Superior de Justicia de Madrid justificando el mantenimiento de la suspensión cautelar: “sin verter consideración alguna acerca del nuevo modelo de gestión sanitaria elegido, es evidente que la privatización de la gestión de seis hospitales es de unas dimensiones cuantitativas tan extraordinarias que harían muy difícil, si no imposible, en caso de que no se accediera a la medida cautelar de suspensión y se estimara el recurso, volver a la situación anterior”.
Uno de los mayores riesgos de este tipo de procesos, la irreversibilidad del mismo para los que puedan pretender revocarlo, se hace presente antes siquiera de haber comenzado.
Por desgracia no cabe pensar que un fracaso de esta dimensión vaya a ser motivo de reflexión por parte de los gobernantes de Madrid. La Delegada del gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, no tiene reparos en reprochar a los jueces “que interfieran con sus actuaciones en decisiones que son políticas”. Es palpable su crispación porque no se haya conseguido amordazarlos en el momento oportuno. La separación de poderes es deseable, pero siempre y cuando la judicatura sea sumisa.
Como en los partidos reñidos de la NBA da la impresión de que el gobierno madrileño ha renunciado a disputar el partido ante la diferencia en el marcador con el equipo rival. Persistir en la pelea podría traer más daños que beneficios: un deterioro aún mayor de la imagen de un gobierno que acumula fracasos, quizá una sentencia desfavorable en el peor momento, tal vez antes de las elecciones. Han preferido renunciar al partido. Pero sería un error pensar que han renunciado a pelear hasta el final de la serie. Como en el chiste del escorpión y la rana “les va en el carácter”.
En el año 1994 el Partido Popular estaba a punto, por fin, de llegar al poder. Enrique Fernández Miranda era el favorito en todas las encuestas para desempeñar el cargo de Ministro de Sanidad. El documento programático del partido” Sanidad en libertad” proponía ya entonces, “la libre competencia de las distintas unidades asistenciales públicas entre sí, y de estas con los provisores privados, con los que el estado contratará asistencia sanitaria para que los ciudadanos puedan elegir”. Y más adelante señalaba: “ en una primera fase los pacientes serán atendidos en el hospital de su prestador elegido, correspondiente a su zona, del cual recibirán atención especializada hospitalaria…En una segunda fase, podrán elegir entre todos los ofertados por su prestador. De esta manera, una vez conseguidos en primera instancia estos objetivos, el siguiente paso sería continuar con la liberalización del sistema, incrementando la competencia entre centros de áreas sanitarias próximas, permitiendo la elección de asistencia entre ellos. El objetivo final será conseguir en el medio-largo plazo la posibilidad de elección de asistencia en todo el territorio nacional e incluso en el marco de la Unión Europea. Cabe recordar aquí, que España, por sus condiciones de país fundamentalmente dedicado al sector servicios, por su climatología y por sus infraestructuras turísticas, podría aprovechar sus ventajas, al atraer ya un importante volumen de turistas europeos, muchos de ellos jubilados, y por tanto demandantes de mayor asistencia médica …deseablemente en una importante parte desde la oferta privada, convirtiéndose en un país en la vanguardia de la prestación de servicios médico-sanitarios de gran calidad…”
Han perdido una “batalla”. Pero la “guerra”continua.
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ResponderEliminarHola Sergio:
ResponderEliminarViene a cuento de tantas situaciones en nuestro país, del falso estado de bienestar que, lógicamente se cae a pedazos, como todo ídolo con pies de barro de tanta parafernalia falsa sustentada en la ficticia igualdad de oportunidades, que no soy capaz de decantarme por una sola, una de tantas. Quizás la más reciente, la de ayer mismo, en la que la comunidad autónoma madrileña -las minúsculas son merecidas – renunciaba heroicamente a privatizar, o externalizar, la gestión de la sanidad pública, sin reconocer expresamente que es el tribunal de justicia el que lo ha impedido. Sin olvidar la victoria de la “ciudadanía” madrileña, súbditos ellos y nosotros, según consta en la constitución – todos en minúsculas- y de los grupos políticos de la oposición que la han motivado con sus mareas blancas y demás.
Magnífico NO a todo lo que venga del otro lado, sin aportar solución alguna al deterioro imparable de esa parte fundamental de la sociedad, la sanidad pública.
Magnífico “vivan las caenas” otra vez, y tremendo motín de Esquilache por un quítame allá los chambergos, cuando la copla no ha cambiado desde el siglo de oro, y mirad que ha llovido, y el país, desde entonces casi, con el “y tu más”, dividido estúpidamente en dos bandos que se culpan mutuamente de los males patrios, a la vez que niegan toda solución no solo que venga del contrario, sino que suponga individualmente el aporte imprescindible, o el cese en el disfrute –que es lo que nos toca como deudores- de cualquier privilegio, por inasumible que sea.
Que no lo es precisamente, la sanidad pública, ni privilegio, ni inasumible, tan solo es la tercera parte del gasto público de un país que ha multiplicado por dos su deuda en los últimos siete años. No a la privatización, vale, estamos de acuerdo.
Alternativa – imprescindible, ya que no nos van a seguir fiando vino en el colmado- no hay otra que un cambio radical en la gestión pública. Pero esta es obviamente una gestión política, monopolizada por el partido en el poder, por la dictadura de los partidos que señalaba Camus - nadie le ha mandado flores por primavera, y es su aniversario- en su discurso de Estocolmo, como culpables de usurpar en beneficio propio, de utilizar pro domo sua, la rebelión de las masas (ese es Ortega, y Flaubert, y Montaigne, y Emerson…).
Solo existen soluciones, que haberlas haylas, que pasan por disminuir las prestaciones sanitarias, activa o pasivamente, empobreciendo la asistencia a la vez que cobrando por ella. Los pobres no tenemos otra opción. Y ningún político, de los que solo pretenden llegar y quedarse, a cambio de los votos cuatrienales, va a acometer ni a plantear nada parecido si con ello pierde los votos que le son tan necesarios a su partido.
Cambiar el modelo de gestión, optimizarlo según otros, implicaría arrancarlo de las manos que lo han conducido hasta la extenuación durante décadas y décadas, y aparte de que ellas no estarán dispuestas a cederlo gratuitamente, no hay vía legal para hacerlo.
Tan solo, pues, esperar a ver la extinción del líquido elemento, de la sanidad para todos, y a que otro barrio burgalés, llegue a ponerlo todo patas arriba con los inconvenientes dolorosísimos que eso conlleva.
Por cierto que ellos también han conseguido que NO se haga nada, que todo siga igual, que como país conservador, o reaccionario a los cambios, perdamos nuestras energías en el “No nos moverán”, el no a la república, el no a la reforma – mejor contrarreforma -, el no a todo.
El apostar sobre cuando nos llegará otra oportunidad, o sobre cuál será el resultado de la apuesta, ya lo dejo para viciosos que, en todo caso van a tener la botella absolutamente yerma, inútil. Eso seguro.
La parte optimista, que la hay, está por llegar. Está en la respuesta de los de Gamonal, de los indignados de hace poco, y de los de mañana, a la pregunta que sigue en el aire:
¿Y ahora qué?
¿Y ahora que?
ResponderEliminarSi tienes razón. De momento andamos distriados con la aparente victoria en esta guerra. El problema es que pocos osan ahora decir que el sistema público no puede aguantar mucho más en las actuales circunstancias. Al margen de que la reducción radical de financiación para hacer el sistema inoperante sea una táctica evidente, poco, muy poco se va a conseguir si los que toman el volante son los viejos sindicatos y su tramposa estrategia de mantener todo igual para poder llegar tarde e irnos pronto.
Ni lo uno ni lo otro
Un saludo
Totalmente de acuerdo, como casi siempre,Sergio.
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