En el último congreso de WONCA Europe celebrado en Lisboa uno de los talleres más interesantes fue el organizado por Sietse Wiringa , Greg Irving, Luisa Petigrew y Stephanie Kumpunen (todos ellos médicos generales británicos) en el que asociaban dos conceptos omnipresentes en el debate actual sobre los sistemas sanitarios: la salud y el crecimiento económico. Su punto de partida es sumamente oportuno: ¿es posible la salud sin crecimiento? O dicho de otra forma, ¿necesitamos crecimiento económico para permanecer sanos?
El pensamiento económico dominante asume sin discusión la premisa de que el crecimiento económico es un bien en sí mismo. No importa en que se base, ya sea desigualdad, explotación, humillación, infamia. La salud por el contrario parece cada vez subordinada a la existencia del anterior: será aconsejable siempre que no comprometa el crecimiento, por lo que los países deberían sacrificarla si las estrategias destinada a fomentarla o protegerla son demasiado costosas para las organizaciones, las sociedades, los países. Ya sabemos que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” y que “el estado de bienestar es insostenible”.
La exposición de los colegas británicos repasa con claridad fundamentos tan manoseados como el PIB ( Producto Interior Bruto), desarrollado en los años 30 en Estados Unidos para integrar en una sola cifra toda la producción económica de individuos, compañías o gobiernos. Un indicador que nunca recogió elementos fundamentales de la vida, como la calidad de la educación, la equidad de la sociedad, la poesía, el arte, o la felicidad ( si es que existe), pero que aumentaría significativamente en nuestros país de incluir actividades tan “productivas” como la prostitución, o el narcotráfico, nada menos que 45.000 millones de euros , hasta un 4.5% del PIB. El gasto en defensa se considerará inversión en el futuro ( suponemos que por su capacidad de eliminar recursos humanos innecesarios), mientras que el presupuesto sanitario o educativo siempre será un gasto ( para algunos, superfluo). La Comisión Europea y el Instituto Nacional de Estadística llama a estos ajustes “mejoras estadísticas”. Gracias a estos enjuagues el ratio de la deuda se reducirá: del 93 al 90%, cifra que alguien decidió que es el límite para que pueda producirse el crecimiento .También se reducirá el déficit ( del 6.6 al 6.3%) por debajo del límite impuesto por Bruselas. Burdeles y coca nos ayudarán a cumplir los objetivos. Todos contentos. Un amigo mío dice que lo malo no es mentir, sino creerse las propias mentiras. Algunos no se han enterado de los riesgos que comporta.
En cualquier caso parece que el crecimiento económico tiene un límite: el club de Roma incluso le pone fecha: 2052, algo de lo que ya avisó Keynes hace casi un siglo.
En ese escenario Wiringa, Irving, Petigrew y Kumpunen consideran oportuno recordar los argumentos de Tim Jackson en su Prosperity without growth: “ estamos profundamente condicionados por l lenguaje de la eficiencia. El producto lo es todo. El tiempo es dinero. La preocupación por el aumento de la productividad laboral genera toneladas de literatura académica, obsesiona a Consejeros Delegados y Ministros de Hacienda de todo el mundo. Por supuesto para algunas actividades tiene sentido. Pero hay otras en donde no cuadra en absoluto: ¿qué sentido tiene obligar a nuestros maestros a enseñar en clases cada vez más abarrotadas?, ¿ O presionar a nuestros médicos a atender a un mayor número de pacientes por hora? ¿ Obligar a nuestras enfermeras a correr de cama en cama sin ser capaces de sentir empatía ni ofrecer consuelo? El agotamiento de la compasión es uno de los azotes crecientes en las profesiones destinadas a brindar cuidado, acosados por absurdos objetivos de productividad. Pongamos otro ejemplo: ¿Qué conseguiríamos si obligáramos a la London Philarmonic a tocar la Novena de Beethoven cada año más deprisa?”
Las políticas implantadas en este país en los dos últimos años, con la dirección inflexible de la derecha y el silencio cómplice de la izquierda , son buen ejemplo de ello: aumento del número de alumnos por aula, profesores medidos por indicadores de productividad académica en revistas de impacto, amortización sistemática de plazas de medicina de familia porque no es posible salirse de ese mandamiento grabado en piedra de que no se cubrirán más de un 10% de las plazas vacantes, axioma que aceptaron sin rechistar todos los gobiernos de este país. Menos tiempo por paciente, más pacientes por médico.
Como señala Jackson hay otras formas alternativas de abordar el crecimiento, de volver a”construir una economía del cuidado, la artesanía , la cultura. Y haciendo esto restaurar el valor del trabajo humano y su merecido lugar en el corazón de la sociedad”
Nuestro brillantes colegas británicos acaban como empezaron con una pregunta: ¿en que queremos estar ocupados?
Yo me pregunto : ¿en una sociedad dedicada a contabilizar la productividad de burdeles y alijos, o en recuperar el valor del trabajo y el esfuerzo humano?
El Prezi de la presentación de Wiringa, Irving, Petigrew y Kumpunen ( en la imagen) puede consultarse aquí
Sergio,
ResponderEliminarComo siempre, es un placer leerte. Tienes una claridivencia envidiable para analizar y comunicar. Gracias.
He estado muy reflexivo con el tema del crecimiento económico y sus doctrinas, y la relación con la práctica clínica y la organización en sanidad. Estoy de acuerdo en prácticamente todo contigo, pero hay algo que me inquieta, y es hablar del tiempo en las consultas, porque corremos el riesgo de llegar a la siguiente conclusión: si con los recortes han dejado de sustituir bajas y copar puestos vacantes y eso conlleva más pacientes en el mismo tiempo, esto claramente repercute en la calidad, pero la respuesta no debe ser, a mi juicio, más personal, como propone en su programa Podemos, por ejemplo. Esta salida no es más que seguirle el juego a esta locura de crecimiento indefinido y solo puede contribuir a seguir ampliando la jurisprudencia de la sanidad en detrimento de la salud.
Es necesario un cambio cultural. Sentar las bases para que el significado de la salud vuelva a los hogares, a las personas, a la comunidad. Bastante tenemos ya los profesionales sanitarios con definir y ocuparnos de la enfermedad...
Un abrazo
Muchas gracias a ti Enrique. La clarividencia es la tuya. Tienes toda la razón sobre la necesidad de un cambio cultural que prime la salud sobre la sanidad. Aunque va a ser dificil cuando cada día uno se encuentra con colegas empeñados en medicalizar y cribar cada aspecto de nuestro vida, en prometer la vida eterna en esta vida si uno sigue todas y cada una de sus recomendaciones sobre ditea, ejercicio, utilización de los servicios sanitarios para cualquier posibilidad por remota que sea de enfermedad. Lo cual no es excusa para centrar ahi nuestra intervención, en la medida lógicamente de nuestra limitadas posibilidades de producir un cambio cultural de tal envergadura
ResponderEliminarRespecto al tiempo creo que es el último reducto de poder hacer en medicina general una atención digna. Al margen de que en ningún pais ( salvo Alemania porque ganan dinero con cada visita) tiene unos tiempos de atención como los nuestros, me preocupa que el deterioro en algo tan importante como es la consulta médica siga deteriorándose aún más
Aunque también me entra la duda de si muchos de nuestros compañeros no están más felices así: aconusltas breves, consultas sencillas ( sobre todo si aplico solamente lo que me mandan de arriba) , y por lo tanto mayor posibilidad de acabar antes e irme a casa
Un abrazo
Muchas gracias Enrique. la clarividencia es la tuya. Tienes toda la razón sobre la necesidad de un cambio cltural que ponga la salud por delante de la sanidad. No nos va ser fácil cuando tantos colegas insisten cada día en que se acuda al médico para realizarse cualquier tipo de control, cribado, seguimiento o tratamiento, bien jaleados por la industria y las administraciones.
ResponderEliminarEl lunes ultimo en el mismo medio en que Juan Gervas publicaba un demoledor articulo sobre los excesos de la genética , "expertos" reconocidos seguían insistiendo en promocionar el screening de cáncer de mama a toda costa ...a pesar de las pruebas en contra.
No va ser fácil esa batalla pero eso no debe impedirnos librarla
El tiempo en cualquier caso también me parece importante. Porque el tiempo de consulta del médico de familia sigue siendo el principal recurso disgnáotico con el que cuenta. Y ese se está recortando aun más en el país que menos tiempo dedica a ello ( con permiso de Alemania que cobra por consulta). Aunque quizá muchos de nuestros compañeros prefieran consultas aun más breves, más sencillas ( sobre todo si uno aplica exclusivamente las órdenes de arriba), que posibiliten irse a casa antes. Si no no entiendo ese permanete silencio de corderos de nuestra profesión
de nuevo gracias
Un abrazo
En el contexto citado en el post, según el cual el tiempo es oro, lo importante es producir y no sorprende ya que se contabilice la prostitución o el narcotráfico en esa actividad productiva.
ResponderEliminarPues bien, siendo así, ¿Por qué no se iban a producir enfermedades? No ya como consecuencia química o microbiológica colateral de la civilización, sino como resultado de una actividad médica que ha perdido su función, sanar o paliar, para convertirse en generadora de enfermos que no lo estaban y pasan a serlo desde un cribado generalizado que, con la popularización de los tests genéticos, tiene afán de completitud. Será así mejor médico el que más enfermos produzca desde el supuesto diagnóstico preventivo. Unos enfermos que no se podrán curar con la medicina tradicional, de tiempos limitados, de pobres. Pero eso, una diferencia creciente entre enfermos pobres y ricos no perjudicará los criterios macroeconómicos. Se trata de “crecer”.
Si en tiempos hubo jóvenes alemanes que culparon a sus padres de una ascendencia judía que les impedía entrar en las juventudes hitlerianas, no es descartable que pronto alguien culpe (o demande) a sus progenitores por haberlo engendrado sin tener en cuenta una carga genética desgraciada que pudiera detectarse “a tiempo” y evitar esa gestación.
Si los mundos virtual y real llegan a confundirse en estados patológicos, parece que asistimos a una política psicótica alimentada de cientificismo vulgar (los índices macroeconómicos se ligan a ese discurso) y pretendidamente utópico y que, desde sus brillantes estrategias de crecimiento, nos puede conducir a la peor de las distopías imaginables.