Para comprobar la solvencia de cualquier
documento hay una prueba que nunca falla: ir a la lista de referencias y
consultar las fuentes. Si uno las revisa en el documento al que hacíamos
mención en el último post ( Who cares? The future of general practice)
comprueba rápidamente que hay gato encerrado. Se habla de atención primaria,
medicina general o incentivos, pero solo se encuentran referencias a
instituciones dependientes del propio gobierno británico o noticias aparecidas
en medios de comunicación. Reform (el think tank que elabora la recomendació),, ampliamente
difundida en Reino Unido como soporte intelectual para producir cambios en la
medicina general británica, aparenta ser una institución independiente cuya
misión es fomentar una mejor forma de prestación de los servicios públicos y de
“prosperidad económica”, y cuyo objetivo es producir investigación de “excepcional
calidad en materia de economía, salud, educación o bienestar”. Su planteamiento
parte de una afirmación contundente: el modelo de medicina general británico
lleva sin apenas cambios desde su creación y no se adecua a las necesidades de
los usuarios de hoy que reclaman mucho mayor grado de interacción virtual;
además es sumamente ineficiente para los contribuyentes. ¿Argumentos? La propia
opinión de los autores y sus fantasiosos cálculos.
Su
primera recomendación es paralizar la iniciativa de contratar 5000 nuevos médicos
generales en Inglaterra. No hacen falta, puesto que más del 50% de sus
consultas podrían ser resueltas por otros profesionales. Los compradores de
servicios deberían promover la creación de nuevos mercados a través de acuerdos
de riesgo compartido, cuya naturaleza “debería variar según la madurez del
propio mercado(¿?), pero que deberán ser diseñados para que los proveedores
asuman toda la responsabilidad financiera de la atención a los pacientes”. También
dependerá de la “madurez del mercado” la duración exacta de los contratos, pero
“las mejores prácticas”( como Ribera Salud) sugieren que deben establecerse entre 5 y 15 años, para
“fomentar la competencia”.
Esa
revolución de su caduco modelo de Atención Primaria debería pasar por acabar
con las pequeños centros ( “practices”) de medicina general y sustituirse por grandes
proveedores capaces realmente de ofrecer el rango de servicios que un usuario
moderno precisa hoy en día: aparataje diagnóstico
de vanguardia ( Resonancia magnética, ecocardiografía), cirugía o urgencias , 7
días a la semana, 24 horas al día. Sin más argumento que su propia opinión consideran
que “ estos servicios además de ser altamente demandados, mejoran la calidad y
la satisfacción y ahorrarían 1,6 millones de libras de la reducción de citas de
seguimiento”. Se
basan para ello en que (según la Commonwealth Fund) Reino Unido es uno de los países cuyos
médicos generales más reclaman cambios sustanciales en su sistema. Se callan,sin embargo, que aún más que los británicos, reclaman cambios suecos y
norteamericanos, los países que más han desarrollado el modelo de reforma que
el documento propone.
Su
último capítulo tiene el inequívoco título de “mercados saludables” ( Healthy
markets). En él se señala: “ En lugar de seguir dependiendo del dinero
procedente de nuevos contribuyentes a través de impuestos para invertir en
infraestructuras, los futuros proveedores deberían acudir a mercados de capital
privados…el acceso a los mercados es crítico para mejorar los servicios”. Sin
complejos ( como diría Aznar) se señala la disposición de expandir servicios de
Vanguard ( compañía de inversión radicada en Pennsylvania), Virgin Healthcare o
BlueCross Blue Shield de Massachussets a través de sus modelos AQC (
Accountable Quality Contracts).
En
definitiva, la presión para abrir los servicios sanitarios en los sistemas
nacionales de salud a las grandes corporaciones multinacionales arrecia. El
marco que regulará en el futuro la prestación de servicios en dichos sistemas (
El Tratado Transatlántico de Libre Comercio o TTIP) sigue negociándose en
secreto, hurtando asombrosamente la información a los ciudadanos. Las
preocupaciones sobre lo que se está negociando no son menores: el tratado inicialmente
incluye el establecimiento de nuevos órganos de arbitraje al margen de los
tribunales nacionales ( ISDS-Investor to State Dispute Settlement, o ICS en la última
versión) con competencia para fallar sobre las reclamaciones de las
corporaciones que consideren que sus intereses comerciales hayan sido
perjudicados por decisiones de gobiernos legítimamente elegidos y que podría resultar en indemnizaciones millonarias
que ningún gobierno podría afrontar. También podría incluir claúsulas de ajuste
( “ratchet”) que impidieran a nuevos gobiernos revertir los procesos de
privatización de sus predecesores.
Solo en
los últimos días el escándalo de la negociación clandestina ha tenido acceso a
los medios, en buena medida por la ofensiva final de Obama para la aprobación
del acuerdo. Mientras en Inglaterra el acuerdo lleva años siendo denunciado en
medios de comunicación, la mayor parte de los medios españoles (con especial
mención al grupo PRISA) lo han estado silenciando hasta ahora. Mientras los
partidarios del mantenimiento de servicios sanitarios públicos como mejor forma
de garantizar la equidad en el acceso a la salud exigen transparencia absoluta
en la negociación del acuerdo, partidos en teoría defensores del estado de
bienestar español (como el socialista) permanecen mudos ante el atropello.
LaComisión europea intenta tranquilizar a los británicos respecto a lassalvaguardas para su NHS A los españoles no hace falta
alguna, quizá porque a España no le preocupa ( aunque las sospechas son quesería uno de los países más perjudicados); o quizá porque no pinta
absolutamente nada.
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