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martes, 24 de enero de 2017

Una tarde en el FoCAP



"Perdí el salvoconducto y ahora espero al emisario
... que nunca llegará".

En el proceso de decadencia de la Atención Primaria dos factores son especialmente determinantes: el agotamiento de sus materiales (ideados para la sociedad de hace treinta o cuarenta años y que apenas ha sufrido adaptaciones), y el inclemente proceso de desguace al que le han sometido las administraciones, y del que ya hemos estado hablando largo y tendido. Proceso que no es consecuencia solo de la crisis económica y la política de recortes (aunque todo ello lo haya acelerado), sino que tiene sus orígenes en la década pasada, en la época de la abundancia, en las que la mayor parte de los recursos fueron desviándose hacia el entorno hospitalario, convirtiendo a la Atención Primaria en el cebador de las necesidades de pacientes de aquel.
Dejado el proceso a su natural deriva, se seguirán soportando condiciones de trabajo incompatibles con una práctica clínica digna de tal nombre (a cinco minutos por consulta de agendas tan llenas como tengan a bien los siempre respetables políticos), entretenidos en cumplir objetivos disparatados a cambio de unos cuantos euros, y cumpliendo con diligencia las instrucciones de los colegas hospitalarios sobre esa entelequia llamada “cronicidad”. La generación del baby-boom esperará escéptica la llegada de su jubilación (segura en su puesto de trabajo para toda la vida), y las nuevas generaciones se buscarán la vida fuera de la Atención Primaria al no poder esperar mucho más que contratos por horas, puesto que las exiguas plazas de las llamadas ofertas públicas de empleo quedarán reservadas para los más antiguos del escalafón.
Sin embargo existen aún reductos que permiten albergar esperanzas de que el futuro pudiera tal vez ser diferente. La semana pasada tuve el privilegio de compartir una tarde con uno de ellos, gracias a la invitación de los colegas del FòrumCatalà d’Atenciò Primária ( FoCAP), con el único objetivo de reflexionar en alto sobre la Primaria. Que un jueves por la tarde hubiera gente dispuesta a acercarse para charlar sobre este tema tras un día de trabajo, en algunos casos desde poblaciones no precisamente cercanas, creo que es señal de que esa resignación fatalista no es generalizada, como tampoco lo es el aluvión diario de correos intercambiados en los Seminarios de Innovación de Atención Primaria sobre longitudinalidad.
Como escribía en éstos último Marc Casañas, ningún objetivo que pueda pretender conseguir la Atención Primaria será alcanzable de forma cómoda. Ninguna solución caerá del cielo, ningún político asumirá el coste de ir contra la corriente que hace sinónimo hospital de sistema sanitario.
No habrá forma de evitar la deriva si cada uno no asume su pequeña responsabilidad en la situación. Revertirla pasa inevitablemente por reaprender a decir No. Para ello no es necesario ningún documento estratégico nuevo, ni ningún nuevo modelo de gestión. Comienza por negarse a aceptar todos aquellos objetivos que sean inalcanzables, excesivos, sin financiación adicional o sin evidencia que lo sustente. Por rechazar que máquinas, centrales de información u anónimos controladores determinen de qué forma debe organizarse el trabajo. Por no tolerar por más tiempo agendas de 50 pacientes al día.
Por supuesto todo eso no es suficiente. Se precisan también intervenciones colectivas que aborden los problemas que exceden la responsabilidad de cada uno, del que puede ser muestra la necesidad de establecer una especie de "Stop Desguaces", que debería comenzar por oponerse frontalmente a la amortización de cualquier plaza de Atención Primaria.
En esa defensa de lo que debe ser la Atención Primaria, foros como el del FoCAP resultan imprescindibles. Primero por el nivel de compromiso y perseverancia que supone llevar tantos años trabajando a pesar de todas las dificultades existentes. Pero también porque las organizaciones profesionales clásicas (colegios,sindicatos, sociedades científicas) hace tiempo que renunciaron a realizar una defensa real y efectiva de la atención primaria, ocupados como están en sus propios intereses.
Como han renunciado también, en buena medida, las generaciones que un día hicieron posible una digna reforma de la atención primaria. En cualquier caso no son ellas las que deberán liderar la atención primaria de los próximos 30 años, si es que ésta sigue existiendo. Deberían hacerlo los que vivirán esa época, de acuerdo a lo que será el mundo entonces, y que hoy en día tienen menos de 40 años y son mayoritariamente mujeres. Si quieren y pueden.

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