“El día
de la Navidad; millones de canallas abrazan cínicamente una religiosidad
compasiva y generosa hacia el prójimo, que se disolverá tras la fiesta de
Reyes, cuando los insensibles lobos dejen colgando su piel de oveja frente al
abeto ajado. Quieren todo: tierra y paraíso.”
José
Ramón Repullo
Son
días de buenos deseos. No hay Hospital, gerencia de Atención Primaria,
Consejero o Consejera de Salud, Presidente o Ministra que no envíe su
felicitación a todos sus trabajadores, agradeciéndoles su excelente trabajo,
recordándoles (como si hiciera falta) que su trabajo es esencial para el
funcionamiento del sistema, y deseándoles todo lo mejor para el año que viene,
sabiendo perfectamente de antemano que no harán nada en su ámbito de competencia
para que realmente mejore su situación.
Posiblemente
pensarán que ellos hacen todo lo que pueden, que en el fondo es lo que les deja el
que tiene inmediatamente por encima. Pero en ese caso al menos estaría bien que
dejaran de practicar este rancio arte de la hipocresía navideña: mientras
que su mano derecha envía las felicitaciones navideñas, la mano izquierda
organiza los turnos en los centros de salud. Y siguiendo el mandato del buen
dios cada una desconoce lo que hace la otra.
Estos
días en que el que más y el que menos se toma sus días de moscosos, canosos,
añosos o como se les quiera llamar, se da por incuestionable que en ningún
caso, bajo ninguna circunstancia o excepción, la ausencia de un profesional
será sustituida: simplemente se acumularán consultas de los profesionales de
Atención Primaria ausentes, a las de sus colegas presentes. Aunque sean días de
alta presión asistencial, de incremento de la incidencia de infecciones
respiratorias,la regla es la regla.
Es
interesante como las profesiones sanitarias y la médica en particular han
acabado por aceptar sin rechistar este planteamiento abusivo. Se considera ya
una ley natural, tan indiscutible como la de que el sol sale cada mañana por el
este.
Hace
unas semanas en el excelente congreso de OSATZEN en Vitoria un colega muy brillante
me comentaba que poder asistir al mismo le había supuesto que los pacientes de
su cupo tenían que ser atendidos por sus compañeros durante esos dos días. Quid
pro quo: a él le tocaría atender los de ellos en justa reciprocidad,
incrementando sus 45 pacientes diarios en otros 10 más, si había suerte y se
repartía entre varios. Con lo que pasará mucho tiempo hasta que le compense volver
a acudir a algún evento científico.
Hace
solo unos días un amigo de un centro de Granada me comentaba su continua y
creciente decepción con el trabajo: ante la ausencia de varios compañeros, la
solución es el desvío de cualquier paciente que se acerca a la unidad
administrativa a su consulta, sin valoración alguna de si era procedente o
improcedente, si podía esperar al día siguiente o a la vuelta de su médico.
Si se
analiza con algo de detenimiento la hipótesis de que la ausencia de un médico
no precisa de sustitución se obtienen interesantes conclusiones: la primera (e
inevitable) es que no se necesitan tantos profesionales, sean de medicina o de
enfermería. Aun reconociendo nuestra bovina tendencia a la aceptación de
cualquier recorte, no creo que estuviéramos muy de acuerdo con que las
compañías aérea eliminaran uno de los dos pilotos si uno de ellos se pone
enfermo, acude a un curso de refresco o se casa; ninguna compañía lo contempla
en sus estrategias ( bueno, salvo RyanAir) y por supuesto ningún sindicato de
pilotos lo aceptaría. Y no se sustituye, porque se considera imprescindible
para el funcionamiento de un avión la participación de su tripulación completa.
Ya se que el argumento de los gestores sería el que ambos sectores no son
comparables (y no lo son) , pero sí lo es la consideración del carácter
necesario o no de un determinado puesto de trabajo. Y es evidente que ni
políticos, ni gestores ( y lo que es peor) ni los propios profesionales
consideran que el trabajo de medicina de familia o enfermería de familia lo
sea.
La
segunda conclusión es que la falta de sustitución de una vacante implícitamente
supone la asunción de que los motivos por los que la gente acude a Atención
Primaria son banales: tampoco nadie aceptaría que se recortasen los equipos
quirúrgicos y un trasplante de riñón lo hiciera solo un cirujano, por
superhombre que sea. Pero ya se sabe que en el inconsciente colectivo se asume
que los profesionales de Atención primaria atienden solo naderías ( y en parte
es verdad porque son esos mismos políticos que recortan plantillas los que
animan a la población a consultar por naderías). Eso sí, en esas consultas de
naderías, un día tonto como hoy, 26 de diciembre, en que un médico atiende a 60
personas, de las que solo conoce a los 40 de su cupo, puede ocurrir que en los
3 minutos que tiene para atenderle, deje pasar esa molestia inespecífica que
esconde un infarto, esa disnea similar a tantas otras que oculta un
tromboembolismo, ese cuadro febril tontorrón tras el que acecha la sepsis que
ignoró la Dra. Bawa-Garva. Y entonces sí, lo que eran naderías dejan de serlo.
Cuando ya es demasiado tarde. Cuando el profesional superfluo , apesar de su carácter prescindible, se convierte en culpable.
Somos
innecesarios porque permitimos que así sea.
Totalment d'acord
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo
ResponderEliminarBásicamente todo cierto ; dos puntualizaciones, no es necesario llegar a ese número de pacientes para que el trabajo sea inabarcable y , para terminar, muchos médicos no son conacientes del riesgo legal que asumen; por ello aceptan lo inaceptable.
ResponderEliminarQuerido Sergio:
ResponderEliminarAquí una imprescindible que reniega de serlo…Las vacaciones de Navidad, los puentes, la gripe, los EPOCs descompensados, y otras cuestiones ocasionales, parece que ya no cuentan par aquellos que no miden. “Si no mides, no puedes tener una foto del problema y sin foto, no hay solución…! así que volvemos a la casilla 1 y optamos por no medir. Como nadie se queja, el problema no existe.
Cierto es que existe una dimensión intermedia llamad Atención Continuada que engulle cual agujero negro la magnitud del problema. Todo puede ser visto y atendido, sin solución de continuidad, con máxima destreza y medios mínimos, asumiendo todos los pacientes que tengan a bien pasar por allí, por ellos mismos o incitados desde un maltrecho centro de salud como el que describes.
Pero como todo se ve, los pacientes y sus patologías ciertas, inciertas y mediopensionistas, el problema desaparece.
Imprevisión, listas interminables, avisos a domicilio no demorarles y nunca revisados en su posible demora, personal sin cenar, sin dormir, sin parar…este es el panorama de la sanidad española esa, de la que dicen que es la mejor del mundo.
Sin sustitutos, sin refuerzos, sin aliento y sin reproches ..así es como nos volvemos a casa dia si dia también .No sabemos hacer nada más que trabajar: intentar hacerlo bien y eso lo que nos gusta pero deberíamos buscar la letra pequeña- en el contrato de una vocación maltrecha -donde diga que a la vez que trabajas debes dejar que te tomen el pelo.
A mas trabajo, mas tomadura. Suma y sigue.
Un abrazo maltrecho de una imprescindible exhausta.
Se puede decir más alto pero no más claro.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo; no hace muchos años, en mi centro de AP veíamos unos 70 pacientes , incluyendo unas 5-10 cartillas que se dejaban "para recetas" de uno a otro día. Ante las protestas de varios compañer@s , una de las médicos del "equipo" opinó que , si nos pagaban x euros más, asumiría la demanda, y que de lo contrario ésta era asumible.... NO HAY DINERO QUE JUSTIFIQUE LO INASUMIBLE; pasado un determinado número de pacientes /hora o jornada, dependiendo como todos sabemos de las características de dichos pacientes, la atención segura y de cierta calidad de hace IMPOSIBLE. Maldito el que inventó al MEDIA , o al menos el que se la dió a usar a los gestores, porque la MEDIA o los PORCENTAJES difieren terriblemente de ese minuto, ese segundo, en que le arreglamos la vida a un paciente... o se la destrozamos...
ResponderEliminarEl médico de AP realiza una tarea de "cazador" y una tarea de "labrador". En el modo cazador activa medios diagnósticos o interconsultas ante la sospecha d dolencias graves irruptivas. En el modo "labrador" ordena y trabaja su cupo, logrando altas prevalencias en medidas preventivas, perfiles farmacológicos racionales, etc. Las puntas de presión asistenciales son "de sistema" y nadie las arreglará. En momentos epidémicos deberíamos operar en modo cazador, y tener mejor sistematizadas las situaciones en que se producen errores fatales, (por ejemplo no saber distinguir una septicemia de una gripe)- Cada actor debe asumir su responsabilidad y haríamos mal en cargar las culpas de todo al sistema. Ante la falta de medic@s deberíamos ser capaces de priorizar la atención al paciente por encima de nuestros derechos laborales. Y lo digo como médico descalzo que soy.Francsc Borrell
ResponderEliminar¡Ya está bien!no soy médico soy maestra y ahora una "super paciente" tras sufrir un infarto y estar luchando con una leucemia y es cierto todo lo que se dice en este escrito. En todas las profesiones hay personal fantástico y menos fantástico pero eso queda aparte, lo que aquí importa es que no se puede atender a las personas en tan poco tiempo: el que está fuera protesta porque el que está dentro tarda pero cuando entra el que está fuera no le importa el tiempo que espera el que está sentado tras la puerta. Necesitamos empatía tanto entre los pacientes como hacia los médicos y si un médico se equivoca siempre es sin querer, pero si cortamos su tiempo para poder diagnosticar la culpa será del que no le da ese tiempo y todos sabemos quienes son. Y los consejeros,administradores,gestores se van a su casa tras el trabajo contentos y duermen tranquilos... los médicos sufren porque no han tenido tiempo de hacer las cosas como a ellos le gustaría. Mi más sincera admiración hacia todos los médicos de familia, especialistas,enfermeros y personal sanitario.
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