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viernes, 30 de septiembre de 2022

Ese interminable ruido que confundió a la gente

 


 

“Aunque uno no se libre de las servidumbres inútiles, y evite las desgracias innecesarias, aún le quedarán por vivir esa larga serie de sucesos que son los que de veras ponen a prueba la fortaleza del hombre: las enfermedades incurables, la muerte, la vejez, el amor no correspondido, la amistad traicionada, la mediocridad de la vida (menos extensa que nuestros proyectos y más aburrida que nuestros sueños), en definitiva, todos los males causados por la naturaleza divina de las cosas”.

Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar.1951.

Ayer día 29 de septiembre, Iona Heath, a quien la medicina de familia nunca podrá estar suficientemente agradecida, dio una extraordinaria conferencia en el Consell Insular de Menorca sobre El amor y la muerte en tiempos de Covid-19, y a la que se puede acceder en este enlace.

Los sistemas sanitarios no hablan de amor; deben considerarlo algo impropio de su seriedad e importancia. Pero el amor está presente, de forma implícita en muchas de las decisiones que se toman a diario en los servicios sanitarios. Parafraseando a Franklin D Roosevelt, Iona Heath señala: “El valor no es la ausencia de miedo, sino la evaluación de que algo es más importante que el miedo. Y estoy proponiendo que ese “algo más” es el amor”. Amor que entregaron sin reparar en riesgo, de forma inconsciente, la gran parte de profesionales que enfrentaron la pandemia cuando buena parte de la población se refugiaba en sus casas.

Iona señaló en su charla un aspecto que suele hurtarse en los análisis realizados sobre la pandemia. Un aspecto incómodo, que la hipocresía dominante, en especial en sectores políticos y sanitarios, convierte en otro inmenso “elefante en la habitación”, y que tiene que ver con el sacrificio de toda una generación por el hipotético beneficio general. Al menos en Reino Unido (ya sabemos que evaluaciones independientes se evitan expresamente en nuestro sistema), la edad promedio de muerte relacionada con Covid-19 fue mayor que la esperanza de vida promedio, cifrada en 81,52 años. Recordando la novela de Rosie Hogarth escrita por Alexander Baron (“Los jóvenes pueden morir, pero los viejos deben hacerlo. Eso es lo último por lo que llorar”), Heath tiene la valentía de considerar que con el propósito de minimizar la posibilidad de que alguien pudiera morir, en los últimos dos años y medio los gobiernos han utilizado deliberadamente el miedo como una herramienta de salud pública para obligar a las personas de todas las edades a comportarse de una determinada manera que tenía graves consecuencias en otros sectores de población, especialmente los más jóvenes, la que más expectativas tiene por delante, pero menos capacidad de influencia.

Las estrategias de confinamiento tuvieron graves consecuencias en la salud, física, social y mental en la población infantil, incluido efectos evidentes en el maltrato y abuso infantil. Como señalaba Bernadka Dubicka Chair of Child and Adolescent Faculty of the Royal College of Psychiatry, “Como psiquiatra de primera línea, he visto el efecto devastador que el cierre de escuelas, las amistades rotas y la incertidumbre causada por la pandemia han tenido en la salud mental de nuestros niños y jóvenes”. Heath alerta de la importancia de estar atentos a los efectos que tendrá la pandemia de 2020 en la generación que atravesó su infancia y adolescencia en estos años.

Paralelamente, aquellas medidas de confinamiento destinadas a preservar la vida, implicaron en los más mayores el aislamiento en sus domicilios, privándoles del contacto y calor humano en los últimos años de sus vidas, incluso por parte de los profesionales, obligados a reemplazar el tacto por la consulta a distancia: “Sin el contacto íntimo con los pacientes yo no querría hacer la medicina de familia” señaló Iona.

Dicha política de aislamiento llegó a su máximo grado de deshumanización con la prohibición de acompañar a los pacientes en su agonía, o de poder ser enterrados y velados de forma mínimamente humana, con la carga correspondiente de culpa que eso supone para sus seres más cercanos.

El discurso omnipresente en todos los países del mundo, desde Oceanía a América, ha sido el de que todas y cada una de las medidas, restricciones y prohibiciones realizadas por sus respectivos gobiernos se han realizado “siguiendo a la ciencia”, como señala Iona. Una perfecta coartada a la que han contribuido en buena medidas parte de esos “científicos” y expertos que, con muy escaso fundamento, se erigieron en jueces y policías de la vida de los demás.

Como escribía Yourcenar nunca podremos evitar los males generados por la naturaleza divina de las cosas. Y menos aún deberíamos poner en riesgo el futuro de los que comienzan a vivir intentando evitarlos. Como señaló Iona Heath citando al escritor australiano Richard Flanagan:

 “Hubo nacimiento y hubo amor y hubo muerte, y solo hubo estas tres historias en la vida y ninguna otra, pero también hubo este ruido, este interminable ruido que confundió a la gente, haciéndoles olvidar que solo había nacimiento y amor y que todos y cada uno murieron”.

La gestión de la pandemia estuvo permanentemente mediatizada por ese interminable ruido que tanto confundió a la gente.

 

sábado, 24 de septiembre de 2022

Necesidades para una mutación de la Atención Primaria (VI): financiamento, no limosnas

 


 "Una prioridad política sin presupuesto, no es una prioridad política"

Rubén Torres. Oragnización Panamericana de la Salud.

 

El Consejo de Ministros español aprobó el pasado martes una sustanciosa “inversión finalista” destinada a reforzar la Atención Primaria española: nada menos que 172 millones de euros, destinada a “mejorar procesos diagnósticos o mejorar equipos médicos” según ha señalado la Ministra de Sanidad, doña Carolina Darias.

Esta señora reconoce que la pandemia ha puesto de manifiesto algunas “carencias” de la Atención Primaria, que incluso se ha llegado a verse claramente desbordada en especial en las últimas olas, y quien reconoce también que ha perdido al menos un millar de médicos durante la pandemia, según informa el diario El Pais.

El Ministerio español espera que a esta aportación se sumen la que realicen de motu proprio las comunidades autónomas en sus presupuestos, que sin duda será sustanciosa como demuestra el entusiasmo con el que desmantela la Atención Primaria en su comunidad doña Isabel Ayuso.

Imagino la honda satisfacción de la señora ministra y sus compañeros del consejo de ministros con este extraordinario esfuerzo que demuestra una vez más “la inequívoca apuesta y compromiso del gobierno de progreso de España por la Atención Primaria”. Es tanta la satisfacción que hasta llegó a comentarlo el señor presidente del gobierno, habitualmente ocupado de asuntos siempre mucho más trascendentes.

Es llamativo, sin embargo, el profundo desconocimiento de la Sra Darias y sus compañeros de gabinete sobre la literatura y experiencias internacionales; o quizá sea aún peor, y simplemente este gobierno (a la manera de la Castilla del poema de Machado)  desprecia cuanto ignora”.

Esta misma semana el “brillante” presidente español don Pedro Sánchez participó en la Asamblea Mundial de las Naciones Unidas en Nueva York, donde realizó un llamamiento a los líderes de todo el mundo a abordar los cinco grandes retos globales, uno de los cuales es la salud. En su alocución se comprometió a donar 130 millones de euros al Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Es decir, solo 50 millones menos que lo destina a toda la Atención Primaria de su propio país. Lo que Sánchez compromete para la Atención Primaria es incluso cien millones menos de lo que donó el “procer” Amancio Ortega al sistema sanitario, en diez equipos de protonterapia en 2021.

 Hace apenas tres años, en 2019, dos meses antes del inicio de la pandemia Covid-19, en la misma Asamblea Mundial a la que asistió el sr. Sánchez esta semana, fue aprobado el documento que elaboró la Organización Mundial de la Salud y que cerraba el proceso de elaboración discusión y aprobación de la Declaración de Astana. En dicho documento se instaba a todos los países, independientemente de su nivel de ingresos, a invertir un 1% adicional de su Producto Interior Bruto (PIB) en Atención Primaria: en el caso de España significaría alrededor de 12.000 millones de euros. La cuantía aprobada en Consejo de Ministros representa solo el 1% de esa recomendación. Es más, la OCDE incluso aumentaba en 2021 a un 1,5% del PIB lo que había que invertirse adicionalmente a la Atención primaria tras lo ocurrido en la pandemia. Como muestra de su conocimiento y sensibilidad hacia la Atención Primaria, líder Sánchez y sus ministros tampoco contemplaron cantidad alguna para ella en el pomposo Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del gobierno de España, cuya cuantía total se estimaba en 140.000 millones de euros (con graves problemas de ejecución hasta la fecha).

Tampoco parecen conocer las propuestas británicas donde se estima necesario realizar una inversión adicional a lo ya presupuestado en al menos 1000 millones de libras,contratar al menos 6000 nuevos médicos generales y otros 26.000  .profesionales sanitarios.

Pero si la cantidad sólo puede considerarse una limosna de aristócrata avaro, su destino demuestra aún más hasta donde llega esa mezcla de menosprecio e ignorancia respecto a la Atención primaria de los políticos españoles, en este caso del gobierno central. En su limitado conocimiento de la sanidad, la medicina y la enfermedad siguen considerando que solo a través de tecnología industrial pueden resolverse problemas. Ignoran que la esencia de la atención primaria, el equipo de protonterapia, el ecógrafo, la resonancia de la Atención Primaria no es ningún aparato ni robot ni “proceso”: es la persona, el profesional experto, la relación establecida con ellos a lo largo del tiempo. Algo intangible, no mesurable ni reemplazable por piezas. Es la capacidad de conocer, escuchar, tocar y acompañar. Como escribía Iona Heath, de ser guardián de la persona y testigo de su vida, sufrimiento y muerte. Lo que no puede inventariarse. Lo que tiene un valor incalculable pero no tiene precio.

Para abordar el principal problema de la Atención Primaria, que en modo alguno es de tecnología ni de procesos, sino de personas (que ellos mismos llegan a reconocer en al menos 1000 médicos desde el inicio de la pandemia) el gobierno actual tiene la desvergüenza de afirmar que no podrán paliarse “hasta que los refuerzos de las plazas MIR de los últimos años acaben su proceso de formación”. La limosna que tiene a bien otorgar a Atención primaria va destinada a “aumentar la capacidad de resolución identificando procesos que hacen los hospitales” (e decir aumentar aún más su sobrecarga), “optimizar procesos administrativos para conseguir mayor agilidad en la prestación sanitaria” (sabe Dios lo que significa eso) o promover actividades preventivas de dudosa efectividad.

En definitiva, el gobierno más progresista de la historia de España oferta esta interesante solución para la Atención Primaria. Que no hará el resto.

La Atención Primaria solo podrá sobrevivir con un incremento radical de su financiamiento. No con limosnas.

viernes, 9 de septiembre de 2022

El desprecio absoluto a la rendición de cuentas

 


El Consejo de Ministros de 23 de agosto pasado aprobó el Anteproyecto de Ley por el que se crea la Agencia Estatal de Salud Pública cuyo fin último es estar “mejor preparados ante futuras necesidades en materia de salud pública”.

Según informa el siempre activo Linde para El País entre sus funciones se encuentra “ejercer las competencias de análisis y estudio, evaluación de políticas e intervenciones públicas, asesoramiento técnico, propuesta de medidas a las autoridades sanitarias y preparación y coordinación de respuesta ante situaciones de emergencia sanitaria”.

La noticia recibida con expectación y entusiasmo por la comunidad salubrista de este país, de momento encuentra su principal foco de interés en los aspectos relacionados con su estructura, empleados y ubicación. Sin definir aún para que serviría un ente así, ya entraron a la greña los responsables políticos de este país sobre si debe o no estar en Madrid, y si no estuviera allí donde debería ubicarse. Como si eso fuera lo más importante.

Hace algo más de dos años, sendas cartas que enviamos alguno y las que se adhirieron diversas sociedades profesionales a Lancet y Lancet Public Health, instaron al gobierno a la realización de una evaluación independiente sobra la gestión de la pandemia Covid 19. El Ministerio de Sanidad español, entonces dirigido por el ministro Salvador Illa, manifestó su franco desagrado con la propuesta, pero a regañadientes el Ministerio se comprometió con algunos de los firmantes de las cartas, en llevar a cabo un proceso de evaluación (cuya independencia estaba por ver) pero que se realizaría al “final de la pandemia”. Maravillosa expresión de rendición de cuentas.

A la manera de esos padres que marean a sus hijos cuando piden chucherías o un juguete inapropiado, Salvador Illa primero y Carolina Darias después fueron ignorando el compromiso hasta que la demanda acabó por desaparecer, a lo que sin duda contribuyó la escasísima presión de las sociedades profesionales, quizá no excesivamente interesadas en realizar una evaluación de este tipo.

Los resultados de la pandemia en España fueron sumamente graves: más de 112000 muertos reconocidos y una tasa por millón de 2380, una de las más altas de Europa.  Todo ello sin contar los efectos en la infancia y su educación, la escandalosa situación de las residencias en las que se produjeron una buena parte de esas muertes, o la abominable prohibición de acompañar a las personas en su agonía o poder enterrarlas en paz, por no hablar del sistemático maltrato a los profesionales, primero privándoles de medios de protección y más tarde jugando con ellos a través de los contratos de trabajo de quita y pon , según el interés del político de turno.

No hubiera sido difícil realizar una evaluación independiente: la Organización Mundial de la Salud, a través del Independent Panel ya había desbrozado el camino, bastaba con seguir sus orientaciones. Como anécdota lo hicieron los alumnos de nuestro Máster europeo de Salud Pública y Gestión Sanitaria (Europubhealth) aplicando a la situación española las directrices citadas, realizando un trabajo excelente.

No sólo no se hizo, no sólo no se recordó a las autoridades, sino que asombrosamente sus responsables presumen de su respectiva gestión de la pandemia: deja estupefacto observar la soberbia de la presidenta de Madrid y su consejero de sanidad mostrando con descaro sus “resultados”., cuando su comunidad autónoma presenta uno de los peores registros de la pandemia. Y causa estupor ver al Ministro Illa, el que se negó a realizar la evaluación independiente de su gestión, presentando ante la plana mayor del gobierno de la nación un libro sus días “heroicos” de la pandemia: ¿ausencia del sentido de realidad o avaricia desmedida?

Las palabras generan realidades: y por la vía de aquellas se está consiguiendo reescribir la historia. No es sólo España la que está consiguiendo generar una realidad falsa sobre lo que ocurrió en la pandemia: Estados Unidos, Chile o Reino Unido presentan resultados muy negativos con ostentación evidente de su gestión.

Por desgracia es de temer que una buena idea como es la creación de la Agencia Estatal de Salud Pública acabe convirtiéndose en otra burocracia más para dar trabajo a algunos. Si entre sus objetivos está la realización de evaluaciones para evitar cometer errores (un planteamiento muy propio de la mejora continua de la calidad) podrían comenzar evaluando seriamente cómo se gestionó la pandemia en España.

Por desgracia este país, gobierno quien gobierne, sigue instalado en la política del emperador desnudo y el desprecio a la rendición de cuentas.