La economía política de la sanidad.
Julian Tudor Hart. 2005
España, como país, y Europa como continente, tienen un problema evidente de deuda pública. Aunque, tanto si la medimos en números absolutos como en porcentaje del PIB, estamos lejos de los países con mayor deuda, que no son otros que, curiosamente, Alemania, Reino Unido y Francia. Sin embargo, y con esa forma tan didáctica que tienen los políticos de explicarnos las cosas (“habéis vivido por encima de vuestras posibilidades”), se ha impuesto la idea de que solamente existe una forma de disminuir la deuda , y es reduciendo el gasto. Los objetivos de deuda fijados para este año en las diferentes comunidades autónomas implicarán inevitablemente recortes en prestaciones sociales, y los presupuestos que se aprobarán mañana suponen un significativo recorte en todos los ministerios (eso sí, equitativo).
Sin embargo el saneamiento de la deuda podría abordarse no solamente reduciendo gastos (algo sin duda adecuado, cuando son superfluos), sino también mediante el aumento de los ingresos. Paradójicamente esta alternativa no está encima de la mesa.
Soledad Gallego-Díaz analizaba en el País hace unas semanas el problema del fraude fiscal en España. Asombrosamente no existen estudios oficiales de este problema, a pesar de nuestra afición innata a hacer todo tipo de informes. Como la analista señala, tendemos a considerar el fraude fiscal costumbre de fontaneros, dentistas y otra gente de mal vivir, siempre dispuestos a chantajearnos con el argumento de que “con IVA te costará más”. Sin embargo, según fuentes del propio Ministerio de Hacienda, no son estos rufianes los principales responsables del fraude, sino que más del 75% de éste procede de empresas que facturan más de 6 millones de euros, habitualmente mediante lo que Gallego Diaz llama el fraude carrusel, redes de sociedades que montan firmas instrumentales para defraudar a Hacienda. Es fácil deducir quienes están detrás de todas estas “pantallas” financieras, sin duda alguna entidades muy respetables, cuyos responsables consideran que la huelga de hoy nos acerca a Grecia y nos aleja de Alemania ( a pesar de su deuda).
El propio Instituto de Estudios Fiscales, según cuenta Soledad Gallego, dejó asombrosamente de realizar estudios sobre el fraude por una doble razón, a cual más imaginativa. La primera es que son muy difíciles, dificultad a la que se alía la desgana ( actualmente hay cerca de 6000 millones de euros de deuda tributaria en sentencia firme que no han podido ser cobrados).
Sin embargo el saneamiento de la deuda podría abordarse no solamente reduciendo gastos (algo sin duda adecuado, cuando son superfluos), sino también mediante el aumento de los ingresos. Paradójicamente esta alternativa no está encima de la mesa.
Soledad Gallego-Díaz analizaba en el País hace unas semanas el problema del fraude fiscal en España. Asombrosamente no existen estudios oficiales de este problema, a pesar de nuestra afición innata a hacer todo tipo de informes. Como la analista señala, tendemos a considerar el fraude fiscal costumbre de fontaneros, dentistas y otra gente de mal vivir, siempre dispuestos a chantajearnos con el argumento de que “con IVA te costará más”. Sin embargo, según fuentes del propio Ministerio de Hacienda, no son estos rufianes los principales responsables del fraude, sino que más del 75% de éste procede de empresas que facturan más de 6 millones de euros, habitualmente mediante lo que Gallego Diaz llama el fraude carrusel, redes de sociedades que montan firmas instrumentales para defraudar a Hacienda. Es fácil deducir quienes están detrás de todas estas “pantallas” financieras, sin duda alguna entidades muy respetables, cuyos responsables consideran que la huelga de hoy nos acerca a Grecia y nos aleja de Alemania ( a pesar de su deuda).
El propio Instituto de Estudios Fiscales, según cuenta Soledad Gallego, dejó asombrosamente de realizar estudios sobre el fraude por una doble razón, a cual más imaginativa. La primera es que son muy difíciles, dificultad a la que se alía la desgana ( actualmente hay cerca de 6000 millones de euros de deuda tributaria en sentencia firme que no han podido ser cobrados).
La otra es aún más infame y no es otra que “los resultados solo sirven para desmoralizar al contribuyente cumplidor”. Argumento a la altura de las andanzas de Lazarus Morell, el inolvidable protagonista de la Historia Universal de la Infamia de Borges quien azuzaba a los desdichados esclavos a afrontar los riesgos que implicaba escaparse de su plantación ( perros de presa, azotes, muerte… ) para poder venderlos de nuevo al alcanzar la libertad.
Las estimaciones, mayoritariamente aceptadas, hablan de que el fraude fiscal representa en España entre el 20 y el 25% del PIB, cerca del doble de la media europea. Según un estudio de la Universidad Pública de Navarra una disminución de un punto de fraude podría significar un aumento del 2% del empleo. Según otro, el coste anual del fraude fiscal es de cerca de 70.000 millones de euros, el equivalente al presupuesto total del sistema sanitario español. Aunque fuera cierto solo en un 10% de lo indicado, sería razón más que suficiente para abordar el problema: sin embargo, andamos discutiendo sobre la paja del incremento de un euro por receta sin ver la viga de lo que muchos defraudan.
Tony Judt escribía en Algo va mal: "Los ricos no quieren lo mismo que los pobres. Los que se ganan la vida con su trabajo no quieren lo mismo que los que viven de dividendos e inversiones. Los que no necesitan servicios públicos-porque pueden comprar transporte, educación y protección privados- no quieren lo mismo que los que dependen exclusivamente del sector público. Los que se benefician de la guerra- gracias a los contratos de defensa o por motivos ideológicos- tiene objetivos distintos de los que se oponen a ella. Las sociedades son complejas y albergan intereses conflictivos. Afirmar otra cosa- negar las diferencias de clase , riqueza o influencia – no es más que favorecer unos intereses por encima de otros".
(Viñeta de el Roto en El País)
Tony Judt escribía en Algo va mal: "Los ricos no quieren lo mismo que los pobres. Los que se ganan la vida con su trabajo no quieren lo mismo que los que viven de dividendos e inversiones. Los que no necesitan servicios públicos-porque pueden comprar transporte, educación y protección privados- no quieren lo mismo que los que dependen exclusivamente del sector público. Los que se benefician de la guerra- gracias a los contratos de defensa o por motivos ideológicos- tiene objetivos distintos de los que se oponen a ella. Las sociedades son complejas y albergan intereses conflictivos. Afirmar otra cosa- negar las diferencias de clase , riqueza o influencia – no es más que favorecer unos intereses por encima de otros".
(Viñeta de el Roto en El País)