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domingo, 18 de octubre de 2015

La atrevida ignorancia del libelo

“Castilla miserable, ayer dominadora, 
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora”.
A orilla del Duero. Campos de Castilla. Antonio Machado

Hace un par de años , e invitado por Juan Irigoyen , Juan Gervas dio una conferencia en el salón de actos de la Facultad de Sociología de Granada. A pesar de ser día laborable y competir con otros eventos, la sala estaba llena de una curiosa mezcla de estudiantes de sociología desconocedores de quien era Gervas, profesionales sanitarios de variadas procedencias ( médicos y enfermeras, procedentes mayoritariamente de la atención primaria, aunque no exclusivamente), e incluso ciudadanos sin vinculación alguna con el sistema sanitario pero que, por variopintas razones, habían acabado allí.
Gervas fue, como es habitual en él, un espectáculo en sí mismo. Sin recurrir ,como es su costumbre, a ningún soporte audiovisual, expuso durante cerca de una hora su valoración personal sobre los más variados temas del ejercicio clínico en nuestros tiempos, con énfasis en especial a la creciente medicalización de todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana: de los excesos de la prevención al sobrediagnóstico, de la forma en que las industrias relacionadas con la salud buscan enfermedades para sus productos a la búsqueda permanente de la eterna juventud.
Sus opiniones eran evidentemente muy personales, pero siempre estaban basadas en algún tipo de referencia, no eran las simples ocurrencias de un aventado. En el momento del coloquio un médico, preventivista, hizo una descalificación completa de Gervas, de lo que decía, pero sobre todo de lo que era.  No era  la exposición de una discrepancia basada en argumentos, sino algo mucho más cercano al insulto, quizá por poner en tela de juicio algunas de las falacias que se lleva enseñando desde hace décadas  en las facultades de co de este país. Gervas, contra lo que quizá algunos esperaban, no entró en modo alguno en el juego de los improperios: simplemente reconoció su derecho a discrepar e insistió en que la forma de dilucidar las cuestiones es tan sencilla como entrar en Internet y buscar los argumentos científicos que sustentan una u otra tesis. Porque lo que él defendía o sustentaba se basaba en gran medida en trabajos publicados en las revistas científicas más relevantes, y no en charlas de patio de vecinas.
Me ha venido la anécdota a la cabeza leyendo un curioso libelo publicado el 6 de octubre en Redacción Médica, publicación perteneciente al grupo editorial sanitaria 2000,  y que regularmente publica noticias, opiniones y cotilleos sobre nuestros sistema sanitario.
Como suele ser habitual en los libelos, la noticia-opinión era anónima ( escudada en esa muletilla de Redacción Madrid),  y en ella se descalificaba a la persona , y no a sus planteamientos. Este es un país que gusta mucho del exabrupto, cuando no del eructo, algo siempre más sencillo de hacer que rebatir con argumentos aquello con lo que no estamos de acuerdo.
En cualquier caso, los grandes intelectos que se esconden tras la redacción de la mencionada revista, aportan nuevas perlas a ese periodismo de tasca que tanto se lleva en muchos medios de comunicación españoles: decir de Gervas que es un antivacunas es como acusarme a mi de antiandaluz porque no me gusta Camela: no hay más que leer los posicionamientos de Gervas en sus dos últimos libros para comprobar que lo que discute es la efectividad, inocuidad y eficiencia de ciertas vacunas,  generalmente las últimas incorporadas por una industria que ha redescubierto la rentabilidad de este tipo de productos. Pero claro, para este tipo de periodistas el matiz de grises es tan incomprensible como la poesía de Emily Dickinson. Pero entre todos, el acto fallido que más me gusta es cuando dicen eso de “Disparan a todo lo que se mueve desde una superioridad científica que sus currículos parecen no poder avalar”. Es decir lo relevante en la discusión no son las pruebas que sustenten tus argumentos ( aunque seas un miserable estudiante de 5º de ,medicina) sino el curriculum que poseas. Y para ellos el curriculum no lo avalan las publicaciones, sino la cartera de cargos del interlocutor.
Si ya de por sí es patética su defensa de la incompetente política oficial mantenida por el Ministerio de Sanidad y los organismos internacionales ( dirigidos por la OMS) sobre la gripo A del 2009, llega al ridículo cuestionando el parto en el domicilio, algo que se practica con asiduidad en algunos de los que pasan por ser algunos de los sistemas sanitarios más modernos y eficientes ( Holanda).

Señor, que atrevida es la ignorancia.
(Fotografia: Juan Gervas y Mercedes Pérez)

4 comentarios:

  1. Sergio, lo que destacas en este post me parece especialmente oportuno.
    Gervás es, desde luego, un hombre que ha generado grandes filias y fobias. A mí me parece especialmente sensato, que no es poco en estos tiempos. Y la sensatez se caracteriza por cuestionarse las cosas, especialmente cuando nos movemos en un terreno tan incierto como es la Medicina.
    Me resulta muy interesante la reflexión que haces y las que con ella sugieres. Vivimos en una aparente paradoja: al lado de una adoración a la libertad que alcanza niveles infantiloides cuando no se asume la responsabilidad que implica (véanse los excesos en educación), estamos inmersos en un autoritarismo cada día mayor. Pretender descalificar a un médico alegando criterios curriculares (y el CV de Gervás parece excelente) o simplemente jerárquicos o de edad (no siempre acompañada de mayor experiencia) es lamentable.
    La autoridad, en el sentido noble, latino, deriva más bien de lo que uno puede preguntar que de lo que pueda responder. Sólo quien busca encuentra. Sólo quien tiene la capacidad de preguntarse las cosas, incluyendo las que en apariencia están firmemente consolidadas (que, en nuestro campo toman ahora la forma de EBM), puede progresar en lo personal y contribuir a la vez al bien social.
    La educación a la boloñesa favorece ese autoritarismo porque da respuestas e impide las preguntas. Eso hace entendible que tan pocos jóvenes estudien en vez de “hacer” cursos acreditados. El “tener” cursos, méritos curriculares en baremos cada día más mercantilizados, se prefiere ya en nuestro ámbito al ser buen profesional. Afortunadamente, los pacientes no suelen ser especialmente idiotas y, cuando prefieren un oftalmólogo concreto, por ejemplo, lo hacen por un saber que le suponen de modo realista y no por los papeles que adornen su consulta. Puedo decir que es mi caso concreto como paciente. Y, de vivir en su ciudad, trataría de que Gervás fuera mi médico de cabecera.

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    1. Es muy interesante centrar la discusión en las preguntas. Como decía Jorge Wagensberg en uno de sus interesantes libros, Si la naturaleza es la respuesta ¿cual es la pregunta? No es fácil hacer buenas preguntas o hacer(se) buenas preguntas. Tu en eso eres experto, al igual que también lo es Gervas. En cambio mucho rimbombante señor catedrático y profesor emérito no hace más rumiar y repetir lo que lleva rumiando y repitiendo toda la vida.
      Pero hacer buena preguntas siempre es incómodo.Y l respuesta más habitual es la descalificación

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  2. He discrepado con él a veces, y me ha obligado a pensar y reflexionar muchas más veces. A veces me ha convencido, y a veces no. Pero que un oscuro medio ponga en tela de juicio la capacidad de Gérvas y soslaye el debate con descalificaciones, es un insulto a la inteligencia, a lo que parece ausente de ciertas redacciones. Y no es solo él, desgraciadamente. Podríamos preguntar a Pep Bassora, a quién solo falta que le crucifiquen desde los editoriales de ese medio...

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    1. Esa es la clave de la cuestión: con Gervas se puede estar de acuerdo o en desacuerdo. Pero a la hora de dilucidar el tema de discusión la clave son los argumentos que uno u otro puede aportar. Esconderse tras el anonimato de una Redacción Madrid para poner a caldo a alguien con quien se discrepa es muy miserable. Lo son los que lo hacen en ese medio con cierta frecuencia . Y a menudo se les ve mucho el plumero
      Gracias Kike

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