“Un gentilhombre de los nuestros que sufría atrozmente de
gota, forzado por los médicos a dejar totalmente de comer carnes saladas ,
acostumbraba a responder con humor que en los sufrimientos y tormentos de su
mal , quería tener algo a lo que culpar y que lamentándose y maldiciendo ya a
la salchicha , ya a la lengua de buey, ya al jamón , sentíase mucho más
aliviado”.
De cómo el alma descarga sus pasiones en objetos falsos
cuando los verdaderos vienen a faltar. Ensayos. Montaigne.1533-1592
Leyendo a Montaigne uno no sabe que pensar: si el inmenso
genio del francés le hizo predecir cual sería el tema de preocupación cinco siglos después , o si el género
humano tiene siempre las mismas angustias que resuelve siempre de similar forma.
Posiblemente ambas cosas sean ciertas.
Se preguntaba en el mismo ensayo: “¿Cuántas causas no inventamos para las desgracias que nos ocurren? ¿A
cuantas cosas no nos agarramos, con razón o sin ella, por tener algo que
esgrimir?”.
Es regocijante ver como autoridades sanitarias,
preventivistas del ideal y científicos de medio pelo se afanan para alertar de
los graves peligros de la carne ( a la manera de nuevos asesores espirituales)
, para acto seguido modular sus admoniciones matizando que la carne también
tiene sus cosas buenas.
La desgracia debe tener causa. No hay situación que genere
más incertidumbre a la profesión
médica que no encontrar el culpable de una enfermedad incurable. No hay mayor
satisfacción, por el contrario, que la que produce comprobar que el tipo con
cáncer de pulmón fumaba como un bellaco, sin atender a las advertencias de los
sacerdotes de la salud: “se lo ha buscado”, sentencian con un brillo en los
ojuelos.
Entre mis viejos compañeros de residencia se ha puesto de moda hacerse una colonoscopia
periódica: es un signo de distinción, como el que es socio del club de campo.
Se las hacen unos a otros ( yo también me la hago la semana que viene, dice con
convicción el anestesista al cardiólogo que es cribado por el gastroenterólogo)
y salen tan pletóricos como el que acaba de terminar un partido de pádel ( el
squash , otrora sumamente cool, queda tan lejano como el levantamiento de
piedra).
El mismo día en que se publicó el informe sobre la carne en
la web de la OMS, (y a cuyo panal acudieron un montón de moscas sanitarias a
explicar su amplio conocimiento de la pirámide alimenticia) , un prestigioso
experto advertía de los graves males que acechaban a los que osan traspasar la
delgada línea roja de los 50 gramos de carne por ración ( ¡ay de ti satanás, si
osas cepillarte la ristra del chorizo del pueblo de tu madre en una semana¡).
El cáncer en general, y el de colon en particular, suponía la mayor amenaza
para la salud de las poblaciones modernas. Aún con el temor salubrista metido
en el cuerpo , la incauta periodista pasaba entrevistar al director de una
innovadora unidad de ictus , que le advertía con similar severidad de la
terrible amenaza que supone el ictus para las poblaciones modernas.
Nadie cuestiona que el cáncer es una de las principales
causas de muerte en todo el mundo. Y lo es el ictus. Y la malaria. Y la guerra,
la deportación, o la huida. Y sobre todo el hambre.
Y aunque haya veces que uno se empeñe en comprar todas las
papeletas del sorteo que da billete a cambiar de barrio, a menudo la muerte es
ciega, e injusta, y tremendamente cruel. Porque al fin y al cabo “La vida
es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene
ningún sentido” como escribía Shakespeare en Macbeth.
Hacer creer a la gente que su suerte está en su mano si
siguen estrictamente las órdenes del doctor es tomarles el pelo. Las
enfermedades son muticausales, por desgracia no dependen solo de una loncha de
bacon. Y a menudo aparecen sin haber hecho ningún mérito para contraerlas. Y si
lo hemos hecho, lo que menos necesita el paciente es escuchar lo que yo
escuchaba de mi madre: “ ya te lo decía yo”.
Como acababa Montaigne en aquel ensayo “ jamás proferiremos bastantes injurias
contra el desorden de nuestro juicio”
Sergio, magnífica la observación del "club de distinción" de los mirados por dentro. Claro que parece más elegante quizá un TAC de cuerpo entero. Todo se andará.
ResponderEliminarLa enfermedad como pecado renace con vigor y la televisión se ceba en advertirnos en todos los telediarios de tantas tentaciones que nos llevan a la perdición.
Quién nos iba a decir que los enemigos del alma lo serían también del cuerpo. El mundo, como globalización, nos trae enfermedades tropicales y avispas extrañas, el demonio nos insta a vivir la vida despreocupados de la salud e incluso fumando y bebiendo, y por último la OMS nos recuerda el peligro de la carne, esta vez en su aspecto alimentario, porque en el sexual ya llevamos advertidos mucho tiempo de los riesgos de excesos y defectos, con sexoadictos por un lado y "disfuncionales" por el otro.
Mencionas el ictus. Además de un santoral de enfermedades, se da también, como con las canciones, una especie de las 40 principales y creo que a día de hoy el ictus está desplazando seriamente en cuestión de miedos populares al mismísimo infarto.
Los factores de riesgo ya hipermedicados se van a quedar ridículos en cuanto se popularicen los tests genéticos que nos den la batería de enfermedades y sus probabilidades asociadas en esa nueva vertiente de lo que llaman medicina personalizada
Con razón decía alguien (creo que era Bauman) que ahora ya nadie muere de mortalidad.
Sobre el TAC de cuerpo entero ya publicó un artículo en JAMA Welch en donde se señalaba que cerca del 60% de la población americana elegía hacerse un TAC de cuerpo entero antes que recibir 1000 $ en efectivo
EliminarAqui no se como saldría la elección ( vivimos en un sistema donde se considera que este tipo de prestaciones es cosa del estado) pro en cualquier caso nadie rechazaría hacerse una colonoscopia, TAC, RMN o PET con tal de quedarse más tranquilo sobre el posible crecimiento de sus presuntos tumores.
Interesante la conversión de los enemigos del alma en enemigos del cuerpo, posiblemente porque ya a nadie preocupe mucho el alma