“Está
realmente ahí, en la vida ante nosotros,cada minuto que escuchamos; un extraño
elemento,no en nuestra imaginación sino ahí, hecho realidad.Es la esencia
escondida en cada palabra que llega a nuestras orejas, y de las que debemos
recuperar su significado oculto, de la misma forma que extraemos el metal del
mineral”
Williams
Carlos Williams. The practice.1984
Maxi
Gutiérrez escribió en su imprescindible Medicina de familia con blog propia un
día cualquiera de trabajo. Ya lo hizo en su momento Jonathon Tomlinson en su blog hablando de cuatro insignificantes problemas. O Clara Benedicto con su
ristra de tweets en la que describía toda la complejidad del mundo en 140
caracteres. Estas disquisiciones tan problemáticas irritan mucho a los políticos
y gestores amantes de la simplicidad y la solución rápida.
Si se
lee con detenimiento lo que escribe Maxi se observa la aparente sencillez de lo
que hace; es más, no sería de extrañar que algún gestor imprudente le castigara
por no hacer nada: no pide muchas pruebas, no extirpa tumores imposibles, no prescribe
fármacos innovadores recién llegados a las farmacias. Maxi más bien atiende,
escucha mucho, piensa lo que puede y deja que el tiempo a menudo haga su
trabajo. Sea el que sea.
Afortunadamente
hay más Maxis de lo que creemos. Gente silenciosa y anónima, que atienden con
paciencia a cuantos tengan a bien pasar por sus puertas, llevándose a menudo
sus problemas a cuestas. Hasta el día siguiente.
“No hacer nada” es un arte al alcance de muy
pocos elegidos. Un arte que se expresa con actitudes tan humanas (y
despreciadas) como escuchar, pensar, esperar, ser testigo y evitar hacer daño. Una
vez más nadie lo ha expresado mejor y de forma más hermosa que Iona Heath, en
un artículo de hace unos años para el European Journal of General Practice: “la
nuestra es la era de hacer sin pensar: mantenerse continuamente activos, no
pararse a pensar…porque no hay tiempo. No hay tiempo porque andamos
continuamente ocupados, haciendo”.
No se
puede expresar mejor el tema de nuestro tiempo.
Escuchar
y prestar atención, como ella escribe, no es sencillo; por mucho que nos
quieran vender las bondades de la multitarea, no hay más que ver cómo se entera
de lo que estás diciendo alguien que mira a la vez su teléfono móvil; o cómo se
irrita un niño cuando te pregunta algo mientras le pasas por la sartén su
filete y comprueba que tu atención está centrada en algo que no es él…aunque lo
que estés haciendo sea para él. Los gestores no “miden” en sus cuadros de
mandos el tiempo que dedicas a escuchar y atender; sin duda les parecerá una
pérdida de tiempo, que debería emplearse en hacer cosas: por ejemplo, rellenar
la historia para que después pueda extraerse tu “productividad”.
Pensar
es aún más exótico: si el tiempo apremia y el paciente reclama una etiqueta con
la que calmar su incertidumbre, los diagnósticos saldrán como exabruptos,
imprescindibles para alimentar la codificación que nos hará libres.Si, como
escribía Platón, pensar “es escuchar las
respuestas que nos damos a nosotros mismos”, un gestor moderno nos dirá que de
casa se viene ya pensado, y que para pensar por nosotros ya están las modernas
guías, o protocolos o procesos.
Esperar
es sinónimo de idiocia en el sistema sanitario moderno: mezcla de
desconocimiento y de la indecisión del papanatas:artefacta cualquier registro,
incomoda al revisor y desconcierta al ciudadano. Antaño fue una virtud, cuya
esencia era dejar trabajar al tiempo, quien casi siempre te daba la respuesta.
Respuesta de la que gente como Maxi sabe mucho, y que simplemente corrobora la
virtud de no hacer nada.
Estar
presente es pedir demasiado. Nos pagan por hacer no por estar ni por ser. John
Berger consideraba que era el papel más valioso que podía jugar un médico
general ( “ hace más que tratarles cuando están enfermos, es el testigo
objetivo de sus vidas”). Pero Berger murió y sus ideas se las llevará el viento y las librerías de viejo.
Sin
escuchar, atender, pensar, esperar y ser testigo no es posible rebelarse, denunciar y
luchar, la última de las funciones esenciales de un buen médico general. Por
eso posiblemente nadie quiere que escuchen, atiendan, piensen, esperen y den
testimonio.
Lo que
se espera hoy de un médico general es que rellene aplicadamente los registros
para poder ubicar correctamente a Cristina, Andrea, Ahmed, Antonia o Pilar (algunos
de los parroquianos de Maxi) en la pirámide que estratifica el riesgo.
Se que
una vez más lo que escribo es teórico, literario y hasta barroco, pero solo les
haría una pregunta: ¿Cuál de los pacientes de Maxi Gutiérrez es un paciente
sencillo? ¿Cuál merece en el honor de ser colocado en la cima de la pirámide
sagrada de Kaiser?
Fotografía: el holgazán Maxi no haciendo nada ( tomada de su propio blog)
Sentado en silencio,
ResponderEliminarhaciendo nada...
la primavera llega
y la hierba crece sola
Matsuo Basho.