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domingo, 10 de noviembre de 2019

La guerra de bajo coste ( y V): el resurgir de los fascismos


“ Para el carácter autoritario el término igualdad no posee significado real o importancia, puesto que se refiere a algo ajeno a su esfera emocional.Para él, el mundo se compone de personas que poseen poder y otras que carecen de él, de superiores e inferiores.Sobre la base de sus impulsos sadomasoquistas,experimentan tan solo la dominación o la sumisión, jamás la solidaridad. Las diferencias , sean de sexo o de raza, constituyen necesariamente para él signos de superioridad o inferioridad”
El miedo a la libertad. Erich Fromm.1941

1976. Eric Clapton, Slowhand, durante un concierto en Birmingham muestra su apoyo al discurso xenófobo del Ministro de Salud británico, Enoch Powell. En su opinión Inglaterra corría peligro de convertirse en una colonia negra; parece que Clapton estaba borracho pero nunca se desdijo.Él, un tipo cuya música bebía de los negros manantiales del blues, y que acababa de tener un enorme éxito con su versión de I Shot the sheriff, la canción del “negro rastafari” Bob Marley: "¿Quién mató al sheriff, Eric? Tan cierto como el infierno que fuiste tú," le espetaron.
Aquellos tiempos son ya lejanos, pero ya se sabe que el tiempo es circular: al final de los 70 del pasado siglo Inglaterra atravesaba una intensa crisis social con un crecimiento espectacular del racista National Front y que culminó con la elección de Margarte Thatcher. El efecto que aquello tuvo en el mundo llega hasta el día de hoy. Aquellos exabruptos de Clapton sirvieron de detonante para la creación de Rock Against Racism, un proyecto de David Widgery, un médico general británico, para el que su labor no podía limitarse a la consulta sino a la intervención sobre los factores que determinaban que sus pacientes enfermeraran, incidir en su contexto: pensaba que lo que ocurría fuera incidía en lo que sucedía dentro de su oficina.
Hoy España observa un proceso similar, con un crecimiento mantenido de la extrema derecha, que podría tener consecuencias imprevisibles en el futuro.
En su análisis de la inequidad (Brahmin Left vs Merchant Right: Rising Inequality and the Changing Structure of Political Conflict), Thomas Piketty sostiene que la mutación del votante característico de los partidos socialistas, laboristas o demócratas en Europa y Estados Unidos durante las últimas décadas, de los trabajadores a las élites universitarias, dejó a los primeros huérfanos de un partido que defendiera realmente sus intereses. Ya hemos visto en las últimas entradas cómo buena parte de los fundamentos políticos y la esencia de las propuestas socialistas no difieren de los partidos de la derecha, al no cuestionar apenas el marco neoliberal, dominante en el momento actual. La alternativa para muchos de ellos pueden ser, según Piketty los populismos de signo diverso, siendo el fascismo uno de ellos. No ocurriría por primera vez: el ascenso de los fascismos antes de la Segunda Guerra Mundial no hubiera sido posible sin el apoyo de una parte importante de las clases trabajadoras, cansadas de las promesas incumplidas reiteradamente por los partidos tradicionales.
El carácter autoritario, mira al pasado, sostenía Eric Fromm hace casi un siglo; en el Miedo a la Libertad escribía: "actualmente el hombre no sufre tanto por la pobreza, como por el hecho de haberse vuelto un engranaje dentro de una máquina inmensa, de haberse transformado en un autómata, de haber vaciado su vida y haberla hecho perder su sentido”. Esa pérdida de sentido, fruto de políticas destinadas a fomentar la desigualdad muy probablemente esté detrás de los conflictos en buena parte de Latinoamérica, del crecimiento de los fascismos en América y Europa. Las políticas neoliberales no sólo fomentan el crecimiento del carácter autoritario  en la masa de “residuos humanos” que señalaba Bauman, sino que los partidos que las aplican toleran, disculpan o apoyan los planteamientos neofascistas, como acaba de ocurrir en el parlamento de Madrid con la aprobación de las  propuestas de Vox  de proponer la ilegalización de los partidos que no respeten la unidad de España: ilegalizar al que piensa diferente, el primer paso hacia la eliminación de la libertad de expresión y asociación.
La tolerancia y colaboración de los partidos de derecha con los fascismos tiene una larga trayectoria: ya ocurrió en Alemania, Francia o Italia, e incluso en la postura tolerante de Chamberlain, el primer ministro británico, ante Hitler. Por eso no es una sorpresa lo que está ocurriendo hoy en España. Sí lo es el silencio de periodistas y políticos supuestamente progresistas,como el presidente del gobierno ,ante los exabruptos, las mentiras reiteradas y las provocaciones de los líderes de la extrema derecha española.
Como hizo Widgery ante Clapton, al fascismo y la xenofobia no se combate con el silencio o la indiferencia. Es demasiado peligroso como para no hacerles frente.

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