And struggle for the legal tender
When the ads take aim and lay their claim
To the heart and the soul of the spender
And believe in whatever may lie
And those things the money can buy…”
The Pretender. Jackson Browne. 1976
Es asunto ya conocido el de la progresiva “infiltración” de los principios del “management” en la gestión y organización de los servicios sanitarios. Ya hablamos de la debilidad de muchos de los paradigmas de la gestión, como argumenta brillantemente Phil Rozenzweig en “The Halo Effect”. Son múltiples los espejismos que inundan el ejercicio profesional de la gestión, asumidos como verdades indiscutibles: creer que los resultados globales de una organización son atribuibles a un estilo concreto de liderazgo o a unos valores concretos, confundir la existencia de correlación entre variables con causalidad, pensar que existen planes que consiguen el éxito perdurable en su día, creer que la gestión responde a leyes física e inmutables y que los resultados son predecibles con una exactitud matemática…).
Si esto no es cierto en e mundo empresarial aun menos puede serlo en un entorno como el sanitario. Pamela Hartzband y Jerome Groopman alertan en el New England sobre la implicación del dinero y las reglas del mercado en la cultura de la medicina y su ejercicio. Ante el aumento de los costes de los sistemas sanitarios era casi inevitable la aplicación de las prácticas del mercado al ejercicio de la medicina. El objetivo último era bien legítimo; mejorar la eficiencia, mejorar la calidad, contener los gastos…Informes que reflejan y comparan la actividad de los médicos, medición del coste efectividad de su trabajo son casi rutinarios ya. Y muchos gestores y responsables sanitarios asumen que tal vez todo sea cuestión de disponer de los incentivos adecuados para hacer el trabajo. Pero sin embargo, estudios en economía de la conducta pueden indicar que asignar un valor monetario a cada aspecto del tiempo y esfuerzo del médico puede reducir la productividad , empeorar la calidad e incluso aumentar los costes. Ciertos estudios demuestran que la simple sugerencia de que puede haber dinero en juego estimula el egoísmo y la falta de cooperación. Parece que la respuesta pueda estar en que es diferente la interacciones sociales son muy diferentes de las transacciones o interacciones de mercado: en el primer tipo tú das esperando ayudar, en el segundo tu das esperando recibir algo a cambio; si lo que te ofrecen es poco tu respuesta es muy posible que sea menor. No se trata de elegir ( las dos interacciones siempre han existido), sino de analizar los peligros que comporta la deriva hacia un tipo de interacción: de la misma manera que se aprecia una creciente tendencia a “ hacer solo por lo que me pagan “ ( según el dicho pícaro español “ me engaña´ran en el sueldo pero no en el horario”), también parece existir una tendencia a buscar especializarse en aquellas áreas en las que el trabajo es menos complejo, más “aséptico” y mejor retribuido. Según los autores del trabajo este cambio de cultura está destruyendo algunos de los valores que han sustentado hasta ahora la práctica clínica de altos estándares de calidad. Cooperación, colegiación, trabajo en equipo son valores imprescindibles, no específicamente apreciados por el mercado. Por cierto, los autores de tales afirmaciones trabajan en la Escuela de Medicina de Harvard...
Si esto no es cierto en e mundo empresarial aun menos puede serlo en un entorno como el sanitario. Pamela Hartzband y Jerome Groopman alertan en el New England sobre la implicación del dinero y las reglas del mercado en la cultura de la medicina y su ejercicio. Ante el aumento de los costes de los sistemas sanitarios era casi inevitable la aplicación de las prácticas del mercado al ejercicio de la medicina. El objetivo último era bien legítimo; mejorar la eficiencia, mejorar la calidad, contener los gastos…Informes que reflejan y comparan la actividad de los médicos, medición del coste efectividad de su trabajo son casi rutinarios ya. Y muchos gestores y responsables sanitarios asumen que tal vez todo sea cuestión de disponer de los incentivos adecuados para hacer el trabajo. Pero sin embargo, estudios en economía de la conducta pueden indicar que asignar un valor monetario a cada aspecto del tiempo y esfuerzo del médico puede reducir la productividad , empeorar la calidad e incluso aumentar los costes. Ciertos estudios demuestran que la simple sugerencia de que puede haber dinero en juego estimula el egoísmo y la falta de cooperación. Parece que la respuesta pueda estar en que es diferente la interacciones sociales son muy diferentes de las transacciones o interacciones de mercado: en el primer tipo tú das esperando ayudar, en el segundo tu das esperando recibir algo a cambio; si lo que te ofrecen es poco tu respuesta es muy posible que sea menor. No se trata de elegir ( las dos interacciones siempre han existido), sino de analizar los peligros que comporta la deriva hacia un tipo de interacción: de la misma manera que se aprecia una creciente tendencia a “ hacer solo por lo que me pagan “ ( según el dicho pícaro español “ me engaña´ran en el sueldo pero no en el horario”), también parece existir una tendencia a buscar especializarse en aquellas áreas en las que el trabajo es menos complejo, más “aséptico” y mejor retribuido. Según los autores del trabajo este cambio de cultura está destruyendo algunos de los valores que han sustentado hasta ahora la práctica clínica de altos estándares de calidad. Cooperación, colegiación, trabajo en equipo son valores imprescindibles, no específicamente apreciados por el mercado. Por cierto, los autores de tales afirmaciones trabajan en la Escuela de Medicina de Harvard...
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