miércoles, 25 de septiembre de 2019

Mercaderes y brahmanes


Cuenta Fito Paez en el Gatopardo que en su adolescencia se sacó todas las muelas con tal de librarse del servicio militar. Puede sonar excesivo, pero no hay que olvidar que en aquellos años dicho servicio se realizaba en una de las dictaduras más atroces que conoció el siglo. A uno le dan las ganas de “sacarse todas las muelas” (electoralmente hablando) y no votar el próximo 10 de noviembre, porque aunque el coste pueda ser alto ( la victoria de Fortimbras y sus alianzas múltiples) el beneficio es muy tentador: la posibilidad de borrar del mapa a dos de los personajes más fatuos de la estrambótica escena política española poniendo siempre por delante su plumaje de pavo a los intereses de sus propios electores: tipos que se han manifiestado incapaces de desempeñar la competencia más importante de un político,la capacidad de negociación.
Sin embargo quizá haya razones (más allá de la soberbia de los incompetentes), que hagan imposible un acuerdo como el que se pretendía, causas que dependen de la mutación sufrida en la política a lo largo del último siglo. Hace ya casi dos años el siempre controvertido Thomas Piketty comenzó a dar otra vuelta de tuerca a su denuncia contra la inequidad que ahora adquiere forma de libro ( Capital e ideología), desnudando la composición de los partidos políticos en Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Su pregunta de partida es clara: ¿Cuál es la razón por la que la democracia no reduce la inequidad? En teoría, la opinión de la mayoría en forma de votación es la que debería determinar la distribución de la riqueza, pero esto no es lo ocurre en la realidad. Como ya demostró en su anterior libro, El Capital en el siglo XXI, la brecha de la desigualdad no deja de crecer, después de haber reducido sustancialmente la distancia entre ricos y pobres en la mitad del siglo XX. La primera razón que se aduce es que la globalización y la competencia entre estados no permite la redistribución vertical, que sí se producía cuando aquella no existía. Para Piketty esto es cierto hasta cierto punto: “la globalización desigual es una elección”, puesto que los estados ( y por tanto los partidos que los gobiernan) son libres de elegir firmar los tratados de libre comercio que no permiten una regulación redistributiva. Pero el economista francés va más lejos y analiza en profundidad la procedencia de los votos de los principales partidos en el último siglo: tanto en Estados Unidos como en Reino Unido o Francia el votante habitual de los clásicos partidos de izquierda (demócrata,laborista,socialista) en los años 50 y 60 del pasado siglo se asociaba a nivel educativo bajo y bajos ingresos. Pero en la década de los 70 la situación comenzó a cambiar, originando lo que Piketty llama un sistema de partidos de élites múltiples: mientras las élites con alto nivel educativo votan a la izquierda (la izquierda de los brahmanes), las élites de alto nivel de riqueza o ingresos votan a los partidos de derecha (la derecha de los mercaderes). Y las preocupaciones de ambas castas están bastante alejadas de los problemas de los que están aún más abajo, los pobres, los migrantes, los que no tienen estudios.  ¿Y quien representa entonces a éstos? Quedan en tierra de nadie, al albur de populismos y desesperanza. De tal forma que la brecha ya no separa a izquierda y derecha, sino más bien a lo que llama globalistas (educación superior, ingresos elevados) de los nativistas (baja educación, pobres).Algo que aprovechan muy bien los populismos tal y como se está viendo. ¿Podría haber alternativas a este escenario? Para Piketty tal vez podría volverse a la vieja separación de izquierda y derecha, pero requiere una nueva plataforma igualitaria e internacionalista, como la que se produjo tras la gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial o el final del colonialismo. 


La evidencia que aporta Piketty para justificar esta mutación sociológica del voto, basada en el análisis de encuetas electorale,s es apabullante. Entre las explicaciones de la confluencia entre brahamanes y mercaderes que aportan McCarty, Poole y Rosenthal de Brown, New York University y Georgia University está la aceptación ciega por parte de ambos de los dogmas del capitalismo de libre mercado. Dogma que como muy bien argumenta el clarividente Mario Bunge tiene el mismo grado de fundamento que las llamadas pseudociencias: "...también son peligrosas las pseudociencias sociales, como los economistas que asesoran a gobiernos que pretenden resolver problemas económicos tomando préstamos que van a pesar sobre varias generaciones. O los asesores que aconsejan austeridad, cuando lo que hay que hacer es gastar en productos útiles".
No deja de ser curioso que una de las habituales representaciones de la élite de los mercaderes ( la Confederación Española de Organizaciones Empresariales) apoyara sin fisuras el programa del Partido Socialista español. O la llamada de Ábalos, ese hombre huraño y mal encarado del partido socialista, a la moderación como valor absoluto frente a tentaciones que cuestionen el status quo.
Cuando las palabras se desgastan y los discursos convierten su contenido en una retahíla de demagogias, lugares comunes y sentencias políticamente correctas, conviene volver a los hechos para saber a qué atenerse: y los hechos son, por ejemplo, que el Partido Socialista no ha cuestionado hasta la fecha los objetivos económicos impuestos por la Unión Europea y establecidos por el gobierno anterior del Partido Popular de rebajar cada año un poco más el gasto sanitario público hasta acercarse al 5,5 % del PIB ( cuando la OMS considera que por debajo de 6 no es posible garantizar un servicio sanitario público de calidad). Un partido que siempre ha manifestado su más firme apoyo al Tratado Transatlántico de Libre Comercio con Estados Unidos y al CETA con Canadá, acuerdos que suponen una subordinación de los estados a los intereses de las corporaciones. Partido cuya posición frente a la migración ha quedado bien de manifiesto ante la crisis del Open Arms.Y por último, no ha tenido escrúpulo alguno de prorrogar casi un año más la situación de transitoriedad de muchas personas que precisaban de la existencia de un gobierno para poder mejorar su situación.
La alianza entre mercaderes y brahamanes hace entender bien por qué es mucho más lo que une que lo que separa a buena parte del arco parlamentario español. Los que quedan fuera del interés de ambas élites andan huérfanos de valedor, y no parece que lo vayan encontrar pronto. Los que se atribuyen dicho papel,por el contrario, andan entretenidos preguntando al espejito quien es el más guapo del reino. 
Imágenes: El Roto . El pais,2019. 
Piketty T. 2018.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

La mugre



“Ya no me molesto en discutir si la paciente doña Atención Primaria de Salud, soltera, de 41 años, nacida soviética pero nacionalizada español, está oficialmente sana o padece de migraña crónica clásica común intrínseca de tipo organoléptica, o está en la UCI, o yace agonizando a grito pelado, solitaria y sin paliativos, o sobrevivirá-como tantas otras veces-, o ya es tarde y está clínicamente muerta”.


Durante décadas, no ha habido ministro o ministra, consejero o consejera, que no haya resaltado la importancia de la AP, “eje, centro, puerta o núcleo del sistema sanitario”, ante la mirada embelesada de presidentes de sociedades científicas y colegios profesionales, aunque a la hora de la verdad ninguno de esas declaraciones se convertía en hechos.
Durante años nos hemos “sacado en procesión” a nosotros mismos, presumiendo de una atención primaria envidia del mundo mundial, capaz de dar lecciones a cualquier país del universo, cuyos responsables deberían pasarse por aquí unos días a conocer lo que es una Atención Primaria de “la buena”: altas posiciones en clasificaciones construidas en base a opiniones, premios cinco estrellas, supuesta eficiencia del sistema (obtenida a partir de salarios bajos), nos llevó a convencernos de la brillantez deslumbrante de nuestra atención primaria.
Aunque cuando un colega de otro país profundizaba en las características de nuestro sistema se extrañara de que estuviéramos tan satisfechos con un modelo en que apenas existe control y autonomía sobre el propio trabajo ( en manos de call-centre institucionales), donde no existe límite de pacientes a atender en un día, donde el tiempo por consulta es de apenas 5 minutos, donde la precariedad y la explotación es moneda habitual de administraciones de todo signo político, donde la longitudinalidad no es una prioridad ni para el estado ni para los profesionales, y donde no es obligatoria la recertificación profesional pudiendo recorrer toda tu carrera profesional sin un solo proceso de actualización.
Enrique Gavilán, ha desenmascarado al emperador desnudo de la AP española en un libro demoledor, Cuando ya no puedes más. Su testimonio es aún más impresionante porque lo hace no mirando lo que hay fuera, sino desde dentro, a ras de suelo, describiendo su propio proceso personal de ilusión, decepción, hundimiento y recuperación. No es nada fácil escribir un libro así: supone quedarse también desnudo, confesar las propias debilidades, errores, miserias o dudas, dejando muchas heridas al pasar bajo la alambrada. Pero a la vez supone una denuncia valiente de un sistema que se pudre, con la connivencia de políticos ignorantes, gestores mediocres, compañeros corruptos, y ciudadanos que exigen lo que no tiene sentido.
Su viaja como médico de familia de a pie, pone en evidencia la mugre que se esconde en las costuras de esa Atención primaria de las mejores del mundo. “La atención primaria está situada (o ha quedado relegada) a lo más bajo del escalafón sanitario”., escribe Gavilán, quien identifica con claridad cuáles son las cosas que de verdad deberían importar en la Atención Primaria y que no son el REGICOR, ni el Chadvasc ni la estratificación de pacientes en pirámides de crónicos: “el motivo de consulta médica más frecuente no es ni el lumbago, ni el dolor de cabeza ni la fiebre, sino el temor a la muerte, en sus mil y una versiones y manifestaciones diferentes”. Y donde el objetivo debería ser “estar vivo cuando muera” como escribía Winicott.
Frente a las ideas románticas sobre la medicina de familia que tanto hemos estimulado Enrique Gavilán emplea la sinceridad más brutal: “Amo las cosas que pregonáis, son preciosas, pero no puedo seguiros. Quiero dejar de sentir nostalgia de tiempos que no he vivido. Soy humano, no un supermédico”.
Tampoco es optimista respecto a la medicina rural, olvidada como todo lo que representa ese mundo por políticos, medios de comunicación y redes sociales. ”Aunque cada vez tengo más claro que la medicina rural está en peligro de extinción. La entera España profunda, la despoblada, la vacía, la vaciada o la expoliada, está herida de muerte. En diez, quince años a lo sumo habrá otra cosa, que se yo. Camionetas que irán de pueblo en pueblo con una unidad hospitalaria para atender a los enfermos a domicilio, mientras un sabalterno va detrás para tratar los catarros o los mocos, y hacer todo el papeleo y el trabajo sucio que los primeros dejen de hacer. O tal vez crearán médicos virtuales que diagnosticarán a distancia y mandarán las recetas directamente a un dispositivo móvil”.
Un libro difícil, descarnado, incómodo. Que se convertirá en un clásico sobre los que fue y es una Atención primaria que la única oportunidad de futuro que tiene es reconocer su mugre para empezar a limpiarla. Y a cuyo autor debemos agradececimiento eterno por haberlo escrito.

viernes, 13 de septiembre de 2019

L' Histeria


La primera circunstancia ha producido en 2019, tres muertos y siete abortos y ha afectado a 214 personas. La segunda circunstancia ha producido en el mismo año la muerte de 684 (204 en nuestra zona geográfica), y un número no determinado de abortos, heridos y enfermos.
La primera circunstancia ha generado una amplia alarma social desde mitad del verano cuando fueron identificados los primeros casos, siendo portada de periódico y titular de noticiero a diario. La segunda solo aparece en ellos solo por ser la causa de declaraciones delirantes de políticos de diferente estirpe.
La primera nos preocupa mucho, especialmente porque puede afectarnos a cualquiera de nosotros, los de dentro, los buenos; además sin “merecerlo”, por tomar inocentemente una tapa o un plato en cualquier restaurante al que acudimos para disfrutar de nuestro merecido descanso vacacional. Y pone de manifiesto que nuestro sistema de vigilancia falla, que los controles que deberán realizarse no se realizan como debieran, que las autoridades y administraciones no se coordinan, más preocupados por eludir la responsabilidad que por solucionar el problema.
La segunda circunstancia nos importa un bledo. A nosotros, los de dentro no nos va afectar nunca, no nos va a generar daño alguno, más allá de la imagen molesta que produce, si da la casualidad que aparecen afectados en alguna playa en que descansemos en nuestro merecido descanso vacacional. Afecta a los de fuera, los extraños, sospechosamente pobres.
La primera se produce en nuestro territorio, en nuestra casa. La segunda ocurre en nuestra puerta, fuera de los tranquilizadores muros que delimitan nuestro espacio. Un eficiente servicio de limpieza evita la desagradable visión.
La primera de las circunstancias se llama listeria. La segunda migración a través del Mediterráneo. Sólo la primera es motivo de preocupación para la Salud Pública, sea eso lo que ésta sea. Capaz de movilizar recursos, dictar informes y declaraciones y publicar artículos científicos de mucha “p” en revistas de prestigio, donde publican los científicos eminentes.
Según los informes de la Organización Internacional para las Migraciones desde el año 1994 han fallecido en el Mediterráneo más de 35.000 personas, aunque la cifra real es inevitablemente mucho mayor: no todas se conocen, no todas se registran. En la estación de metro del passaig de Graçia de Barcelona se exhibió la lista de los muertos en el Mediterráneo: nada que envidiar a las listas de soldados americanos de las múltiples guerras del siglo XX en que participaron y se exhiben en el mall de Washington.
Las causas de las causas de esta segunda circunstancia a nadie importan. La forma de tratamiento es evitar que lleguen. Vox, el partido que sustenta buena parte de los gobiernos de este país, acaba de presentar una Proposición No de Ley para la construcción de un muro de “un grosor, resistencia y altura que lo haga impenetrable e infranqueable”. Su argumento es muestra de una inteligencia deslumbrante: como la mayor parte de los migrantes hacen agujeros en las alambradas, un muro de hormigón sería un obstáculo insalvable.
Aunque los responsables de esta agrupación xenófoba reconozcan que se haya reducido la entrada de migrantes en un 42% respecto al año anterior, su objetivo sigue siendo el mismo: “no se tiene que admitir ni a uno solo”.
En el fondo la segunda circunstancia, esa que produce cerca de mil muertos al año no deja de ser una forma natural de contribuir a ese objetivo: no admitir a ni a uno solo de los que pretenden entrar.
Aunque una institución tan poco sospechosa de bolchevique oomo el Fondo Monetario Internacional haya llegado a reconocer que lo salvó al sistema español de pensiones fue precisamente la llegada de migrantes en la década pasada, para trabajar en aquello que lo que nosotros no queremos.
Quien salva una vida salva al mundo entero dice el talmud. Toda vida es valiosa; toda muerte es una pérdida. La de los afectados por los brotes de listeriosis sin duda. Como la de los miles de muertos que yacen en el fondo del Mediterráneo para tranquilidad, alivio y alegría de algunos.

(Fotografía: Th List. El Perodico de Catalunya)